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Juego de traiciones

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

No es lo mismo saber diferenciar, con juicio, entre algo correcto de aquello que parece incorrecto, a tomar la decisión correcta (adecuada y pertinente) en una situación cualquiera, con base en un análisis riguroso, argumentativo, valorando los “pros” y “contras” que la decisión conlleva. ‘Hacer lo correcto’ no sólo implica hablar con la verdad o atender las inquietudes inmediatas a la situación, es también saber tomar en cuenta el contexto, las circunstancias, los efectos inmediatos, a mediano plazo e incluso a la larga; es tomar en cuenta consecuencias e implicaciones.

Se dice que lo correcto es cordial, por tanto, hacer lo correcto es siempre acertado, pero, ¿cómo darse cuenta que lo es? ¿Cómo saber y estar seguro que lo correcto es lo que se decide? La reflexión toma importancia dentro de lo que expone la película Juego de traiciones (EUA-Emiratos Árabes Unidos, 2010), cinta protagonizada por Naomi Watts y Sean Penn, quienes representan al matrimonio V.Plame-J.Wilson-, ella, una agente encubierta de la CIA (la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos), él, un periodista y ex diplomático del gobierno del mismo país. Dirigida por Doug Liman y escrita por Jez y John Butterworth, quienes basan el guión en las memorias de los libros Fair Game de Valerie Plame, y The Politics of Truth, de Joseph C. Wilson.

Ambientada un año después de los eventos del 11 de septiembre de 2001, el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, la situación económica, política y social de Estados Unidos en ese momento atraviesa una crisis, provocando profunda tensión tanto en la sociedad como en las autoridades gubernamentales. En este ambiente Valerie investiga la posibilidad de que Irak tenga armamento nuclear en su poder, sospecha generada a partir de un reporte que desemboca en la inexactitud de conocimiento de dónde están y/o cómo, y para qué, fueron usados unos tubos conductores empleados en la industria nuclear, si es que fueron usados y, en todo caso, por quién.

La importancia de tener certeza en la información, especialmente tras el atentado del 11 de Septiembre, parece prioridad para las agencias de seguridad, en donde no hay margen para el error; no obstante, parece que tal objetivo no se alcanza, porque el propio desorden burocrático y la presión por la urgencia apresurada del proceso de investigación y hasta la deducción de resultados, según los intereses prevalecientes, también, y en especial, por la agenda política que impulsa el gobierno estadounidense.

En la narrativa, para hacer mejor el trabajo, aprovechando las conexiones diplomáticas de Joseph, Valerie lo propone como colaborador de la Agencia, para que viaje y corrobore la posibilidad de que en efecto Irak esté trabajando en una bomba nuclear. Joseph llega a Níger (país involucrado por ser productor de uranio), y su investigación lo lleva a deducir que es imposible que se esté moviendo uranio entre uno y otro país, lo que implica que no hay la supuesta producción de armamento nuclear en Irak. Sin embargo, su reporte tiene que ser verificado por la CIA. “No puedes aceptar la información de una sola fuente. Esa no es información, es una opinión”, le dice Valerie cuando él intenta entender el motivo por el que el tema sigue estando sobre la mesa cuando, basándose en su reporte, debería darse por sellado.

El problema crece cuando el propio gobierno de Estados Unidos presiona para que la información diga lo que ellos, aparentemente, quieren que diga, y se acomode la verdad a su conveniencia, en este caso, que la información revele que Irak tiene armamento nuclear, constituyéndose así en un peligro para la paz y la seguridad en la región, cuando toda investigación en realidad indica que no, que no hay tal material bélico. La necesidad de encontrar esa aseveración acusatoria parece más importante que la verdad en sí, como pretexto para que el gobierno pueda justificar su invasión.

Scooter Libby, asesor del vicepresidente Dick Cheney, es enviado a acomodar las piezas, según la Casa Blanca requiere, desestimando así la evidencia que señala que podría no haber armamento en realidad, y aceptando, en cambio, las sugerencias y reportes de personas que no están seguras de lo que está sucediendo, ni son expertas en el tema, pues ese espacio de duda e inexactitud es lo que necesitan para cambiar la percepción pública de la situación.

Mientras su esposo ve los eventos desenvolverse borrosa y equivocadamente en la opinión pública, Valerie decide encontrar datos más fidedignos yendo directo a la raíz de la fuente, reclutando entonces a una mujer para que recabe información, cuyo hermano se encuentra en Irak, quien trabaja, supuestamente, en el programa nuclear. Valerie le asegura a esta mujer que su familia será trasladada a salvo a Estados Unidos si ella colabora; el resultado es que encuentra, por voz de su propio hermano, que el programa nuclear fue cerrado desde hace varios años atrás, y que el gobierno de los Estados Unidos tiene conocimiento de ello.

“La Casa Blanca está siendo engañada. Alguien está escogiendo información errónea y dándosela a la prensa como algo certero, y entonces nos miran para confirmarlo”, dice uno de los agentes en la CIA una vez que las mentiras y el engaño manipulativo comienza a tomar centro en la conversación pública.

La mentira es clara, la información a propósito se oculta o es equivocada y los recursos destinados a esta investigación sirven sólo como pantalla para respaldar las falsedades previamente trazadas.

Con toda esta información a la mano, sabiendo que el documento que la Casa Blanca cita como justificación está mal interpretado, porque él lo escribió, Joseph decide redactar un artículo periodístico para revelar que no encontró indicios de compra-venta de uranio entre Níger e Irak, y que, por tanto, el gobierno estadounidense está mintiendo a la población para manipular la opinión pública y forzar una guerra.

La respuesta que recibe como contragolpe a su iniciativa periodística es la desacreditación y, rompiendo algunas leyes, o más bien rodeándolas sin que nadie se dé cuenta, la Casa Blanca se las arregla para revelar públicamente que Valerie trabaja para la CIA. El resto cae como bola de nieve, el foco de la conversación se mueve de lugar y el hecho de que la agente implicada y el periodista denunciando al gobierno sean pareja, se vuelve, gracias a la presión de los medios de comunicación, motivo de especulación y duda.

Valerie no escogió a Joseph para el trabajo, lo sugirió dado su conocimiento experto en el tema y conexiones diplomáticas, pero la gente no ve eso, asume, de entrada, confabulación en busca de traición. Pudo haber tal vez en el fondo, en efecto, un conflicto de intereses, pero la gente no analiza objetivamente si realmente lo hubo o no, sino que se vuelca automáticamente al desprestigio de ambos, su trabajo y hasta su vida personal. ¿Por qué? Porque eso es lo que dicen los medios, y los medios lo dicen porque el gobierno lo afirma (y/o facilita el camino para que se diga).

Lo que sucede es un giro de perspectiva, la historia deja de ser, y de estar enfocada, en lo que se encontró o no en Irak (y por ende la falta de sustento del gobierno estadounidense para su invasión a aquel país), para convertirse en el chisme y el morbo alrededor de la identidad secreta revelada de una agente de la CIA.

La ciudadanía cree lo que las noticias dicen y luego sólo repiten estas ideas sin analizarlas, pero las mismas noticias sólo reproducen lo que el gobierno promueve como verdad, que a su vez construye y orquesta según sus intereses. El chisme afecta la vida personal y profesional de Valerie y de Joseph. El problema es que nadie pregunta a quién, además, beneficia este giro de historia. El manejo tiene su trasfondo, pero poca gente se detiene a verlo: poner en el foco un escándalo sirve para sustituir y relegar la noticia realmente importante.

La vida de la pareja protagonista se vuelve blanco de críticas, su privacidad pisoteada por culpa del espectáculo mediático, que desemboca en ataques de odio, propiciados por un chisme inventado, con pruebas en su contra que fueron forzadas. Valerie es lanzada a la hoguera para dos fines; uno, fungir como carnada mediática y de la opinión popular, enviada para distraer de las mañas del gobierno. Y dos, cambiar así la percepción de la información, que el reporte de Joseph sea ahora visto como un juego arreglado entre ellos (Valerie y él), para que el argumento de su artículo periodístico pase de ser una acusación sustentada, a una motivada por interés personal; el efecto logrado es que la gente dude.

En el fondo, refleja la película, se trata de una lucha por el poder, por la verdad y por lo correcto. Valerie quiere saber con certeza si existe o no un programa nuclear, pero desea también traer a los científicos a Estados Unidos, más que por el incentivo de ayudarles, para evitar que su conocimiento se vaya a otro país, donde puedan pedir refugio a cambio de lo que saben. Joseph mismo también llega a cuestionarse si escribió el artículo en nombre de la verdad o por motivos a favor de su persona, para alimentar su ego, para presionar descalificando al otro, o para enaltecerse de los logros de su trabajo y su investigación.

Lo mismo sucede en el gobierno: la información se tergiversa y luego, cuando no puede continuarse con la mentira (la agente testifica eventualmente ante el Congreso), cuando la historia deja de servirles, encuentran alguien a quien culpar, Scooter Libby en este caso, y después se lavan las manos asegurando que él fue quien entregó la información inexacta a la Casa Blanca. En la vida real, tras las declaraciones de Plame en el Congreso, Libby es encontrado culpable por ‘obstrucción y perjurio’, pero el Presidente George Bush le reduce su condena (una forma de autoconfesión de culpabilidad).

¿Cómo reconocer entonces la verdad, cuando todo parece un espejismo? ¿Qué tan rápido olvida la gente la verdad, cuando la mentira la dice la persona correcta, con tal convencimiento que su palabra parece, porque debería ser, confiable? ¿Por qué es que parece tan sencillo engañar al mundo con una historia tan escandalosamente atrayente, que ese drama resulta más importante que los hechos verdaderamente destacables que rodean a la información? ¿Cuál es, en todo caso, ‘el precio de la verdad’?

Ficha técnica: Juego de traiciones - Fair Game

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