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Escándalo en la Casa Blanca

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Cuenta la historia que en 1938, cuando Orson Welles adaptó para dramatización en radio la novela literaria La guerra de los Mundos, de H. G. Wells, algunas personas, pensando que era un reporte real de una invasión alienígena, porque la emisión tenía un formato que hacía parecer que se trataba de un boletín informativo, salieron de sus casas en pánico, creyendo que todo lo que escuchaban estaba sucediendo, es decir, que realmente se trataba de una invasión de seres extraterrestres.

Hay muchos factores a analizar alrededor de esta situación, desde el uso de los medios de comunicación masivos hasta el formato comunicativo mismo, o el impacto que tiene en la sociedad la forma como se presenta y se maneja la información, ideas que juegan con conceptos como verdad, mentira, apariencia, insinuación y exactitud, que fue en gran medida la clave que explica el efecto ocurrido: la presentación de la información llegó tan convincente que la gente la creyó por completo (alimentado en ese momento, claro, por el contexto de guerra que rodeaba el ambiente).

¿Qué hace a una noticia falsa tan fácil de pasar como verdadera, al grado que termina por creerse ciegamente en ella? ¿Cómo puede la sociedad ser manipulada a través de estas falsedades orquestadas y cuál es el propósito final y/o a quién beneficia esto a la larga? Estas son algunas de las preguntas que también aborda la película Escándalo en la Casa Blanca (EUA, 1997), dirigida por Barry Levinson y escrita por Hilary Henkin y David Mamet, quienes se basan en el libro ‘American Hero’ de Larry Beinhart. Protagonizada por Dustin Hoffman, Robert De Niro, Anne Heche, Denis Leary, Willie Nelson, William H. Macy, Craig T. Nelson y Woody Harrelson, la película estuvo nominada a dos premios Oscar, mejor guión adaptado y mejor actor, para Hoffman.

La historia se centra en los intentos de un grupo de personas trabajando para la Casa Blanca, por detener un escándalo sexual relacionado al Presidente de Estados Unidos, que afectaría directamente sus posibilidades de reelección. Para ello, Conrad Brean, un hombre encargado de ‘arreglar’ problemas, determina que lo mejor es crear un distractor para ocupar al ojo público, los medios y la ciudadanía, en otras cosas, específicamente, con una guerra que se inventarán contra Albania. A semejanza del clásico “juego de la bolita” de las ferias mexicanas, o de las tradicionales artes de magia, en donde lo importante es llevar la atención hacia un punto para hacer la operación en otro; un engaño a la vista de todos.

Para lograr el objetivo, Brean y su contacto en la Casa Blanca, Winifred Ames, contratan a Stanley Motss, un productor de Hollywood que se encarga de ‘crear’ la historia y volverla ‘real’ filmando metraje falso, con actores y muchos efectos digitales agregados por computadora, para presentar al público como verídicos, ‘evidencia’ de la situación que se supone se vive en Albania en ese momento.

Todo el proceso se convierte en una gran mentira, disfrazada y vendida al público de una forma que la gente no se dé cuenta de la manipulación, con la constante repetición de este video falso, sobre todo en programas de televisión, que los medios de comunicación por inercia validan al pasarlo una y otra vez en pantalla, porque fue el gobierno mismo quien lo facilitó. Así mismo, también influye el manejo mismo con que se presenta esta información, distorsionada gracias a un manejo emocional engañoso, producto del contenido del clip, que es la escena de una joven adolescente cubriéndose junto con su gato de lo que parece un bombardeo a su ciudad, una imagen pensada, planeada y programada para conectar con las emociones de las personas , que se relacionan y empatizan así con lo que ven, ya sea el nivel de destrucción en las calles o la edad de la chica y hasta el animal, su mascota, que carga en sus brazos.

Motss tiene claro el panorama, pues toma la tarea como lo hace con cualquier otro de sus trabajos, enfocándose en la creación de un espectáculo para entretener a las masas. Como tal, su misión es precisamente hacer tan grande esta parafernalia, que eclipse cualquier rastro, comentario o mención del escándalo sexual que implica al Presidente.

Comienzan con el rumor de la guerra, plantando dudas entre periodistas sobre el paradero del mandatario estadounidense, así como también sobre un supuesto bombardeo en el extranjero. Luego circulan la escena filmada que Motss produjo y, finalmente, esperan a que los voceros de la presidencia, a propósito, esquiven preguntas relacionadas con el tema, para que parezca que no pueden hablar de ello, ‘ni negar ni confirmar’; evadir para crear expectativa y dejar que la imaginación y especulación hagan el resto del trabajo.

Quien ataca primero, cuestionando la información, no tanto porque apele al tema de la verdad, sino porque espera que al hacerlo resulte en el desprestigio del otro, es el candidato de la oposición, quien eventualmente trabaja con la CIA (la agencia de inteligencia estadounidense), para ‘confirmar’ que la guerra ha acabado.

Los agentes de la CIA saben, según sus informes internos, que esta supuesta batalla es falsa; sin embargo, ya Brean los había convencido de que a ambas partes les convenía, de una u otra manera, por acuerdos políticos, dejar que la mentira siguiera rodando. Colaborar con el candidato de la oposición y mencionar el tema, avivando el fuego, no sólo esconde un probable acuerdo entre el personal de la agencia y el candidato, sino que demuestra también la forma como ellos mismos intentan sacar su propio provecho de la mentira de otros. En lugar de descubrir el trasfondo y exponer cómo es que la guerra fue inventada, esta nueva dupla, o alianza, decide en cambio seguir con el juego, pero a favor suyo, asegurando que la supuesta guerra ha llegado a su fin, para así parar el tren hacia la victoria del Presidente, que, con la apariencia de que está ayudando a la solución del conflicto ya se ha ganado la aceptación de la gente.

La Casa Blanca entonces entra en conflicto, pues su fachada ha sido no descubierta, sino peor, dada por concluida. Pese al sentimiento de derrota que permea, es Motss quien insiste que no es el fin del camino, sino sólo una piedra que causa un tropiezo. Él propone darle la vuelta de nuevo a la narrativa e inventarse un nuevo estandarte para su causa, en este caso, el de un supuesto soldado que se quedó rezagado y que debe ser rescatado.

La habilidad para hacer crecer la mentira es la que los pone de nuevo en camino hacia el éxito de su plan, uno que de paso está posicionando arriba al presidente en las encuestas en cara a las elecciones. Todo gracias a una idea plantada y a la apariencia de progreso que se desprende de ella. Se inventa un problema y luego se dice que el presidente lo está resolviendo, lo que le da una imagen de compromiso, que es lo que la gente concluye del escenario, cuando falla al no darse cuenta que es actuado.

Se trata de plantar una esperanza falsa y reforzarla con elementos simbólicos, por ejemplo, una canción, también inventada por Motss, que pronto la prensa, porque así se asegura Brean que suceda, relaciona directamente con el supuesto soldado que debe ser rescatado. El equipo también se encarga de presionar, crear y promover estos reforzadores, como cuando, dado que el apellido del soldado rima con la palabra ‘zapato’, comienzan a aventar zapatos viejos en las calles hasta volver la acción un símbolo de solidaridad, que la gente pronto repite; o cuando las palabras que supuestamente este hombre deja para su madre escritas en una carta, se convierten en un logotipo repetido, reproducido, en productos mercadotécnicos como playeras, que comienzan a venderse, supuestamente para apoyar a la familia de este militar.

“La guerra es un espectáculo”, repite Brean. Lo que sucede es que ese todo que no existe, lo hace para la gente que lo repite porque lo cree. Porque siendo espectáculo es también entretenimiento y negocio, por tanto, las personas deben creer para comprarlo, para comprar la idea. La pregunta entonces es: ¿qué tanto o tan poco importa la verdad, si la mentira ya es tan grande y tan convincente para la mayoría de las personas? A estas alturas, ¿alguien creería en la verdad?, o es que ya desconfía de todo, o peor, el problema es que no desconfía, no cuestiona, no analiza nada, simplemente lo cree y asume como cierto porque lo dice una autoridad (gobierno y medios de comunicación).

“¿Por qué un perro mueve la cola? Porque el perro es más inteligente que su cola. Si la cola fuera más inteligente, movería al perro”, se explica en la película, frase a partir de la cual se desprende su título original, ‘Wag the dog’, con relación al final de la aseveración, cuando habla de que la cola mueve al perro, si es más lista que él. El contenido es significativo: ¿quién está al mando, quién tiene realmente el poder, y cómo es que éste puede tomarse y quitarse en sólo un parpadeo? ‘Cortina de humo’, como también se le conoce en español a la película, precisamente porque la frase se refiere a tapar u ocultar un hecho, con otro que desvíe la atención.

No es sólo la mentira, sino cómo hay toda una maquinaria bien engrasada, programada y estructurada, que la alienta; que logra, como en este caso, que la gente diga lo que ellos quieren que diga, que piense lo que ellos desean, que crea lo que a ellos conviene y que repita convencida lo que ellos quieren que repita.

Lograrlo puede no ser sencillo, pero para que suceda debe haber maña, saber esconderse a plena vista, ocultarse tras una imagen pública, cuyos hilos se mueven en efecto tras bambalinas. Es la política del engaño como arte de la guerra, llevada en este caso a la guerra política electoral. Es la cotidiana realidad del mundo del espectáculo para enajenar y controlar a la población, que hoy es la cara verdadera de la falsa democracia sobre la que se legitiman políticas públicas Esto se repite en todos los ámbitos, todas las realidades y todos los rincones del planeta. ¿Basta con darse cuenta, basta con denunciarlo, o lo importante es cambiarlo? ¿Quién mueve, dirige, manipula, engaña y manda a quién? Pues es usualmente esas fuerzas emboscadas, ocultas, las que facilitan los medios para que esto suceda.

Ficha técnica: Escándalo en la casa blanca - Wag the Dog

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