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Benito Juárez, en la hda. de Santa Rosa (Gómez Palacio)

Siglos de Historia

En la hacienda de Santa Rosa de Lima, Jesús González Ortega y José María Patoni, se entrevistaron con Benito Juárez.

En la hacienda de Santa Rosa de Lima, Jesús González Ortega y José María Patoni, se entrevistaron con Benito Juárez.

DOMINGO DERAS TORRES

De la estancia de Benito Juárez en la hacienda de Santa Rosa de Lima, durante los primeros días del mes de septiembre de 1864, dieron cuenta en sus obras historiadores como Vicente Rivapalacio, Victoriano Salado Álvarez y Justo Sierra. En este lugar, su presencia quedó marcada históricamente al nombrar a los generales Jesús González Ortega y José María Patoni, como jefe y subjefe del Cuerpo del Ejército de Occidente, respectivamente; eran días difíciles en los que la república atravesaba por una crisis existencial, ante el arrollador avance del ejército francés por el territorio nacional. Para las tropas de Napoleón III, Juárez era una codiciada pieza de cacería, lo querían atrapar vivo o muerto y en algunas ocasiones estuvieron a punto de lograrlo. Liquidado Juárez -decían los imperialistas-, moriría la institución republicana.

LA COMARCA LAGUNERA QUE VIO JUÁREZ

Desde su carruaje y en sus caminatas, el Héroe de la Reforma conocería los diversos paisajes de la Comarca Lagunera, vio los primeros plantíos de algodón que empezaban a dar fama y riqueza a la región, divisaría las inmensas y áridas planicies pobladas matorrales y cactáceas, contempló los umbrosos álamos y sabinos a lo largo de las riberas del río Nazas, seguramente avistaría los ejemplares de la fauna lagunera como la víbora de cascabel, el coyote, la liebre y el gato montés.

Benito Juárez se enteró y constató que la riqueza de la Comarca Lagunera estaba concentrada en tres grandes terratenientes: Leonardo Zuloaga Olivares, Juan Ignacio Jiménez y Juan Nepomuceno Flores Alcalde.

Zuloaga, como anoté en líneas anteriores, era propietario del suelo lagunero correspondiente del lado de Coahuila. Jiménez y Flores Alcalde, fueron a su vez, dueños de las tierras sobre territorio duranguense; todo el engranaje económico de la región lagunera, estaba concentrado en las manos de este triunvirato financiero.

Ellos fueron los pioneros y los únicos agricultores y comerciantes del algodón de 1850 a 1880. Zuloaga y Jiménez, construyeron represas para irrigar sus tierras, hecho que trajo después disputas por la repartición del agua y que provocó enconados litigios. (Haciendas de México. Autor Ricardo Rendón Garcini. Página 277 y 278. Edición de Grupo Financiero-Accival, S.A. de C.V. Fomento Cultural Banamex. México. 1994).

JUAN IGNACIO JIMÉNEZ

Juan Ignacio Jiménez, estuvo casado en primeras nupcias con Luz Bassoco, con quien engendró tres hijos: Juan Ignacio, Luz y Vicenta. Al fallecer ésta, contrajo segundo matrimonio con Eloísa San Martin, con la que procrearía dos hijas. (Torreón Ciudad Centenaria. Tomo I. Edición de Milenio. Impreso en Colombia por Imperlibros, S.A. 2006).

Luz Bassoco, era sobrina del acaudalado vasco que vivió y tuvo prósperos negocios en la ciudad de México, Antonio Bassoco y Castañiza, quien era uno de los españoles más ricos de la Nueva España y al que Fernando VII le otorgó el título nobiliario de Conde de Bassoco, en 1811. Bassoco, invirtió parte de su fortuna en el norte del virreinato, puso como centro de sus operaciones financieras la ciudad de Durango; al no dejar descendencia, su viuda designó herederos a instituciones de beneficencia y a sus sobrinos. (Los Vascos en México y su Colegio de las Vizcaínas. Páginas 12 y 13. Coordinación editorial: Graciela Romandía de Cantú. Edición de Cigarrera y Tabacalera Mexicana, S.A. de C.V. México. 1987).

A diferencia de Leonardo Zuloaga y Juan Nepomuceno Flores Alcalde, Juan Ignacio Jiménez no se mostró abierto simpatizador del Imperio de Maximiliano, lo que le valió que Juárez no afectara sus bienes inmuebles. Para unos, mostró una postura neutral, para otros, estuvo "midiéndole el agua a los camotes" a ver para dónde se inclinaba el fiel de la balanza.

Jiménez, tenía amistades y parientes que manifestaron su adhesión al gobierno imperialista y apoyaron al ejército invasor francés, como lo hizo su primo el abogado Rodrigo Durán Jiménez. Durán, quien luego fue su consuegro, lo asesoraba legalmente en sus negocios y fue nombrado Prefecto Municipal en la ciudad de Durango, alternó al lado de connotados duranguenses que colaboraron como integrantes del nuevo gobierno imperial de la entidad. Además de otros, estaban: Juan Nepomuceno Flores Alcalde, Buenaventura González Sarabia, Toribio Bracho, Francisco Gurza, Ignacio Asúnsolo, Felipe Pérez Gavilán, Miguel Zubiría, Antonio Gómez del Palacio, Francisco Álvarez, Ramón Avila y Juan Francisco Escobar. (Durango Gráfico. Autor: Carlos Hernández. Página 100. Editado por Talleres de J. S. Rocha. Durango. 1903)

A Zuloaga y Flores Alcalde, por el decidido apoyo moral y financiero que le brindaron al Imperio de Maximiliano y a la Segunda Intervención Francesa en nuestro país, el Benemérito de las Américas les confiscó y expropió bienes inmuebles. Esta decisión daría lugar al nacimiento como villas a las comunidades de Matamoros y Lerdo, el 8 de septiembre de 1864, mediante sendos decretos que ordenó y firmó en Mapimí.

JUÁREZ, EXTIENDE NOMBRAMIENTOS Y TRAZA ESTRATEGIAS

En la hacienda de Santa Rosa de Lima y al día siguiente de su llegada, Benito Juárez se entrevistó con los generales Jesús González Ortega y José María Patoni, quienes a este lugar llegaron al igual que su colega el general Alcalde, por separado, y con sus respectivas tropas. Ante el peligroso avance del ejército francés por el norte de México, analizaron la gravedad de la situación y de dichas conversaciones resultó la formación del Primer Cuerpo del Ejército de Occidente, Juárez nombró a González Ortega y Patoni, como jefe y subjefe del mismo.

González Ortega informó a Juárez que los invasores franceses ya se encontraban por Parras y Saltillo, propuso la unificación de sus tropas junto con las de Patoni y Alcalde que sumarían 4,000 elementos para marchar sobre la ciudad de Durango, ocupada por los imperialistas desde el 4 de julio de 1864. El héroe de la Batalla de Calpulalpan que despertara gran admiración y envidias, entre algunos de sus colegas por no haber tenido ninguna educación militar, sugirió que de la defensiva se pasara a la ofensiva; la oferta fue aceptada por sus correligionarios.

Posteriormente, y en una de las tantas habitaciones de la hacienda de Santa Rosa de Lima, el presidente Juárez informó a sus ministros Lerdo de Tejada, Iglesias y Prieto, lo acordado en la reunión con sus principales asesores militares y la campaña a seguir en territorio duranguense.

Luego de deliberar por varios minutos, Juárez y sus funcionarios tomaron la decisión de que la comitiva presidencial en lo sucesivo haría sus siguientes viajes de tramo en tramo, es decir, pernoctando de una población a otra y conforme se fueran teniendo noticias del panorama militar durante los días por venir; consecuentemente, se acordó salir con rumbo a Mapimí.

GONZÁLEZ ORTEGA Y PATONI

Entre Jesús González Ortega y José María Patoni, había nacido una gran amistad la que evidenció sus férreas ligaduras el día que González Ortega rompió con Benito Juárez en 1865, en Chihuahua, cuando aquél en su calidad de Presidente de la Suprema Corte de Justicia, le pidió a éste su salida de la presidencia por haber concluido su período y estar próximo el proceso electoral.

El principal defensor de la institución republicana se negó a ello, hizo uso de las facultades extraordinarias que le había otorgado el congreso ante la invasión francesa y dictó un decreto el 8 de noviembre de 1865 para permanecer en el cargo, González Ortega se disgustó y junto con su leal amigo José María Patoni, se exilió en los Estados Unidos.

Juárez, redactaría otro decreto en el que se acusó a González Ortega del delito de abandono voluntario del puesto de Presidente de la Suprema Corte de Justicia, en dicho texto se ordenaba su aprehensión para formarle juicio.

Regresaría años más tarde a México, finalmente, fijó su residencia en Saltillo donde murió en 1881. En su juventud, trabajó como ayudante de notario en la población zacatecana de Teúl, oficio por el que fue motejado como "El Tinterillo de la Reforma". (Capítulos Olvidados de la Historia de México. Página 299. Edición de Reader´s Digest. Impresión de Litografía Senefelder, S.A. México. 1994).

La amistad de Patoni y González Ortega se inició desde los días de la segunda toma de la ciudad de Puebla, en 1863, por parte de las tropas de Napoleón III al mando del general Elías Federico Forey, donde resultó perdedor el ejército mexicano. Aquí, el general Patoni estuvo al frente de los soldados de la Brigada Durango, la que tuvo una valiente participación en la defensa de la capital poblana; pidió licencia dos veces de su cargo de gobernador de Durango, para tomar las armas y defender a la patria ante la invasión francesa.

José María Patoni, fue hijo del inmigrante italiano nativo de la región del Tirol, Juan B. Patoni, quien vino a México en 1803 acompañando al viajero y estudioso explorador Alexander Von Humboldt. Juan, decidió quedarse en nuestro país y fijó su residencia en Guanaceví, Durango, donde contrajo matrimonio con Mercedes Sánchez; en dicha población, su hijo José María se inició en las actividades mineras. (Durango Gráfico. Autor: Carlos Hernández. Página 100. Impreso en Talleres de J. S. Rocha. Durango. 1903)

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Juan Ignacio Jiménez y su esposa Luz Bassoco de Jiménez. (Archivo familiar de Francisco Durán Martínez)
Juan Ignacio Jiménez y su esposa Luz Bassoco de Jiménez. (Archivo familiar de Francisco Durán Martínez)
En la hacienda de Santa Rosa de Lima, Jesús González Ortega y José María Patoni, se entrevistaron con Benito Juárez.
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