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'Cliserio Reyes... el lagunero que se atrevió a volar'

SIGLOS DE HISTORIA

La sombra del fotógrafo corresponde a Fidel Martinez Cavazos. La sombra al lado corresponde a su hermano piloto Rodolfo Martínez Cavazos. Cliserio Reyes aparece con el Capitán Artola, piloto fumigador.

La sombra del fotógrafo corresponde a Fidel Martinez Cavazos. La sombra al lado corresponde a su hermano piloto Rodolfo Martínez Cavazos. Cliserio Reyes aparece con el Capitán Artola, piloto fumigador.

LIC. FEDERICO SAENZ NEGRETE

(Primera Parte)

Sus compañeros encienden una fogata para conversar en silencio sobre la agotadora jornada que cargaron en sus espaldas, arrojando a las brasas las frustraciones de otro día que se extingue. Cuando aparece en el firmamento el camino de Santiago, la vía láctea, unos cuantos tragos de sotol entonan los lamentos del cardenche que desgarra despacio la cubierta de la noche.

Cliserio extiende los brazos y reclama al universo un sitio en uno de esos aviones que llenan su imaginación. Expresa su anhelo desafiando el peso de las estrellas. La enorme extensión de terreno está ahí para que el más osado, el más valiente, se atreva a desafiar la limitación y el infortunio.

No es difícil aceptar que un chiquillo de escasos diecisiete años, después de haber escuchado los relatos de sus mayores en esas tardes en las que se arrojan al fuego las desdichas, se permitiera la licencia de imaginarse navegando los cielos a bordo de una de esas máquinas que despegaban y aterrizaban con tanta fuerza en el vecino aeropuerto.

Cliserio Reyes, muchacho de raigambre campesina, hijo de ejidatarios, acostumbraba apersonarse con los mecánicos del Aeropuerto Internacional de Torreón Francisco Sarabia, recién inaugurado en 1946. Era común verlo servir de achichincle entre los trabajadores del puerto aéreo, ya era aceptada la presencia del entusiasta joven que acariciaba el fuselaje de los DC-3 con verdadero respeto e ilusión.

Tan cerca de los aviones y tan lejos de ser capaz de volar en ellos.

Su condición económica y social creaba un abismo infranqueable, pensaría todo el mundo, pero no él. Sus sueños lo hacían volar, aunque fuese colgado de una de las alas de esos DC-3 que iban y venían a la capital de la república haciendo escala en San Luis Potosí.

El joven observó perfectamente la mecánica de aterrizajes y despegues. Sabía que dependiendo del viento, los pilotos, en coordinación con la torre de control, elegían el sentido del despegue y que antes de iniciar la carrera, el avión se detenía unos minutos para probar los instrumentos. Esos minutos podrían ser el momento adecuado para abordar el aparato y aferrarse al fuselaje. Ya lo había practicado con aviones que estaban en mantenimiento.

Su cuerpo encajaba perfectamente en el ala trasera y podría apoyar los pies en el empenaje, donde los flaps ensamblan con el ala. Practicó cómo insertar los brazos para quedar bien sujeto cuando llevara a cabo su soñado vuelo. Sueño de un niño campesino, qué le vamos a hacer.

Él había nacido para materializar su ilusión. Qué día decidió emular a los héroes de la mitología griega, no lo sabemos. Además, ni si quiera los conocía. Ignoraba la historia y la geografía, nunca había leído nada que le permitiera poner en perspectiva su arriesgado e inverosímil plan.

Seguramente tomó la determinación una tarde cálida, parado en la pista de despegue del aeropuerto, frente a un atardecer rabioso. Solía permanecer inmóvil mirando el horizonte, clavando la mirada en la forma en que las aves derrotaban la ley de la gravedad. Se quedaba quieto hasta que la silueta parda de las montañas del final de la planicie era bendecida por el derroche de luz que las estrellas pavimentan, cuando el incendio del atardecer se aquieta al consumir su fuego.

Camino a su casa, paso a paso, fraguaba su determinación. Se disponía a desafiar la ley de la gravedad. Planeaba volar en uno de esos aviones que tanto acicateaban su imaginación.

Su pensamiento pondría en duda los férreos límites que las estructuras socio-económicas imponen a los habitantes de las urbes civilizadas. Cliserio decidió tomar otra dirección, quería romper las barreras que lo aprisionaban, demostrar que sí podía derrotar los candados del infortunio.

Y como cualquier otro héroe de la mitología griega, decidió desafiar al destino.

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Fotografías tomadas en el Aeropuerto de la Cd. de Torreón en 1950.
Fotografías tomadas en el Aeropuerto de la Cd. de Torreón en 1950.
Reportero de El Siglo de Torreón le pidió a Cliserio Reyes que se colocara de la misma forma en la que Fotografías tomadas en el Aeropuerto de la Cd. de Torreón en 1950. realizó su épica travesía.
Reportero de El Siglo de Torreón le pidió a Cliserio Reyes que se colocara de la misma forma en la que Fotografías tomadas en el Aeropuerto de la Cd. de Torreón en 1950. realizó su épica travesía.

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