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En 1914, Pancho Villa expulsó a los españoles de La Laguna

SIGLOS DE HISTORIA


Graciano Pruneda García (Archivo de Salvador Pruneda Solé).

Graciano Pruneda García (Archivo de Salvador Pruneda Solé).

Domingo Deras Torres, Investigador Histórico

Cuarta Parte

¿Cuál es la cifra exacta de los españoles que fueron trasterrados de La Laguna por Pancho Villa? La verdad, hasta el día de hoy, no se tiene una lista oficial que nos dé un número real; si existe algún listado, estará soterrado en algún archivo público o privado. El historiador Eduardo Guerra dice que fueron cerca de 600, la prensa texana de El Paso anotó que habían arribado a esta ciudad 612, los periódicos en España mencionaron que eran aproximadamente 1,000. La noticia de la expulsión de los indianos de la Comarca Lagunera, dio la vuelta al mundo y los gobiernos de Estados Unidos y sobre todo el de España, estuvieron atentos a los agitados acontecimientos. Además de la cantidad de vidas, estaban en juego todos los bienes que los iberos habían dejado en suelo lagunero, cuyo valor ascendía a muchos millones de dólares. Las noches y los días de aquel trágico abril de 1914, para los expulsados, estuvieron cubiertos por una densa neblina de zozobras.

EL LITERATO RAMIRO DE MAEZTU, DEFENDIÓ A SUS PAISANOS EXPULSADOS

El escritor vasco Ramiro de Maeztu, en un texto de su autoría que tituló El Calvario de la Raza. Españoles en México, publicado el 4 de abril de 1914 en la revista madrileña La Esfera, al enterarse de los acontecimientos hizo una enconada defensa de los españoles expulsados de La Laguna por las fuerzas villistas.

Amigo de los escritores Pío Baroja y Azorín, De Maeztu enfatizó que los mexicanos de aquella época tenían una idea errónea al culpar a los españoles de la causa de los vicios de su país, los que señalaron databan desde la época de la conquista. "Nosotros somos los únicos extranjeros que nos adaptamos al medio, los únicos que constituimos hogares con mujeres del país, los únicos que cuando reunimos algún dinero no lo retiramos a nuestra nación… En vez de tenérnoslo en cuenta, no se nos paga sino con ingratitudes", escribió

Para De Maeztu, la expulsión rayaba en una hispanofobia desmesurada, injusta y dañina para sus compatriotas que vivían en el México revolucionario. "Los libros contribuyen a que el indígena nos siga viendo como conquistadores, expoliadores, déspotas y usurpadores de lo suyo", anotaría.

Y así remató, el ilustre literato que fuera miembro de la Generación del 98: "El mexicano disfrutador del monopolio, del latifundio y del burocratismo le dice al indio que el español es causa de sus males. El indio le cree. Y los mismos males que expulsan de España a nuestro pueblo, demasiado sufrido, lo privan en México de la vida y de la hacienda trabajosamente acumulada".

LA SITUACIÓN DE LOS EXPULSADOS.

Desde su salida de la Estación Alianza de Torreón, al destierro, los miembros de la colonia española de La Laguna padecieron maltratos y dificultades, aquel éxodo ferroviario es un aluvión de historias y anécdotas que en el presente nos narran sus descendientes y las hemerotecas.

En la primera plana de su edición del 8 de abril de 1914, el diario texano El Paso Morning Times, informó que el primer tren con los españoles expulsados salió de Torreón a las 2 de la mañana del 7 de abril; las agresiones verbales de los hispanófobos, preludiaron la marcha del ferrocarril.

El convoy pasó por Chihuahua durante la tarde de esa fecha, llegó en las primeras horas de la mañana del siguiente día 8 a Ciudad Juárez, durante el trayecto fallecieron 4 españoles entre el impotente y desgarrador llanto de sus familiares; las escenas eran dramáticas, la desesperación y tristeza invadieron el ánimo de los infortunados desterrados. Fue el viaje más infeliz de sus vidas.

En las tres corridas ferroviarias que trasladaron a los expulsados, los carros de pasajeros fueron para los hispanos de alta clase social, donde también se dio acceso a mujeres, ancianos y niños; los llamados carros de carga que se usan para transportar mercancía y maquinaria, serían ocupados por los más jóvenes.

El Paso Morning Times señaló que fueron 612 en total los iberos desterrados que llegaron a El Paso, quienes viajaron amontonados entre las pertenencias que pudieron sacar de sus hogares, algunas madres cargaban en brazos a sus bebés y había ancianos que superaban los 80 y 90 años de edad; soportaron, una agotadora jornada ferroviaria de 36 horas de incomodidades.

En su edición del 9 de abril de 1914, el mismo periódico texano publica una entrevista efectuada a uno de los refugiados españoles que al llegar a Ciudad Juárez, relató que les habían robado parte de sus pertenencias antes de abordar el tren en Torreón. Agregó que al subir al convoy, los constitucionalistas les hicieron una revisión de los objetos que llevaban consigo, un revolucionario hurgó su maleta y lo despojó de varias prendas de vestir nuevas. El villista, le dijo: "Cuando tú viniste a México, no tenías nada más que una camisa sucia, y de la misma manera te puedes ir de México".

Y en su edición del 10 de abril siguiente, El Paso Morning Times informó que la situación legal de los exiliados españoles de Torreón, aún no se determinaba por parte del gobierno texano que alegó era un asunto que competía a las autoridades migratorias. Se hizo un llamado a la comunidad para que les proporcionaran auxilio, hubo respuesta por parte de algunos habitantes de El Paso entre los que figuraron miembros de la colonia española local, la ayuda de la Cruz Roja se hizo presente.

Las nuevas condiciones de vida que tuvieron que afrontar los españoles trasterrados, fueron adversas para la gran mayoría de ellos, debido a su condición de empleados que vivían de un salario los más, y los menos, poseían un modesto negocio que apenas satisfacía sus necesidades cotidianas.

En la nota del periódico El Siglo de Torreón, citada párrafos atrás y que fue publicada el 15 de septiembre de 1932, aparece el comentario de que algunos españoles para subsistir consiguieron empleos rudos en las líneas del ferrocarril norteamericano. Otros, reunieron dinero para viajar a la ciudad de México y pedir ayuda a sus compatriotas, quienes los emplearon en panaderías, zapaterías, tiendas de abarrotes, cantinas, hoteles, roperías y casas de empeño.

Un caso concreto fue el del vasco-vizcaíno Eduardo Rivas Allende, a quien la expulsión lo obligó a emigrar a la ciudad de México, donde consiguió trabajo en la Bizcochería Hispano Mexicana que estaba ubicada por la calle de Tacuba en el centro histórico; tiempo después, regresó a La Laguna donde destacó en la agricultura. (Historia de la Beneficencia Española en México, Autor: Pablo Lorenzo Laguarta. Página 374. Editorial España en América. México. 1955).

Entre los españoles que llegaron a El Paso, figuraba el catalán Francisco Solé Colsá, quien era administrador del Hotel Iberia de Torreón que se localizaba en la esquina noreste del crucero de la avenida Hidalgo y calle Ramos Arizpe (actualmente, Soriana); en su planta baja, funcionaba la Cantina Iberia, manejada por el santanderino Daniel Peral Gómez.

Uno de los viajeros desterrados fue el asturiano nativo de Nava, Graciano Pruneda García, quien fundó la tienda de ultramarinos y cantina Las Playas, negociaciones que todavía recordamos muchos torreonenses y que se ubicaban en la esquina sureste del crucero de avenida Hidalgo y calle Blanco. Graciano, trajo del Principado de Asturias a vivir a La Laguna de Coahuila a sus hermanos Fermín, Gaspar y Benigno Pruneda García, quienes fueron comerciantes y agricultores.

Otro interesante caso de iberos que vivieron la expulsión hispana de La Laguna en 1914, es el de los hermanos de origen santanderino Florencio, José, Jesús y Ángel Fernández Madrazo. José, fue traído a las tierras laguneras por su coterráneo Baldomero Ezquerra Vidaña, en 1906. Para 1907, empezó a sembrar algodón, después de un siglo sus descendientes continúan practicando la agricultura.

Pilar y Juan José Fernández Torres, hijos de José Fernández Madrazo (1891-1973), comentan que su progenitor les relató que presenció la llegada de Porfirio Díaz cuando el tren presidencial pernoctó en la hacienda lagunera La Flor de Jimulco, sitio al que arribó para saludar a su amigo el terrateniente Amador Cárdenas. Díaz, viajaba con rumbo a Ciudad Juárez, para sostener la histórica entrevista que celebró con el presidente de los Estados Unidos, William Howard Taft, en octubre de 1909.

Agregan Pilar y Juan José, que cuando el general Villa expulsó a los españoles de Torreón, su padre y los hermanos de éste: Florencio -el mayor-, Ángel y Jesús, se vieron obligados a regresar al hogar paterno en Laredo, Santander. El reencuentro con su tierra, con sus progenitores y hermanos fue muy emotivo, feliz acontecimiento que hizo exclamar a su abuela Ángela Madrazo de Fernández: "¡Gracias a Pancho Villa, tengo reunidos a todos mis hijos en mi casa!".

Florencio, José, Ángel y Jesús, poco tiempo después volverían de España a las tierras de La Laguna a reanudar sus labores en la agricultura. Años más tarde, imitaron su ejemplo sus hermanos menores Pedro y Aurelio, quienes también se incorporaron a las jornadas del campo; la mayoría de los hermanos Fernández Madrazo, fueron inmigrantes españoles que se establecieron en México.

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Francisco Solé Colsá (Archivo de Salvador Pruneda Solé).
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Graciano Pruneda García (Archivo de Salvador Pruneda Solé).
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Ramiro de Meztu.
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