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John F. Brittingham, el banquero (1859-1940)

SIGLOS DE HISTORIA

Entrando a La Esperanza.

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Mario Cerutti, Universidad Autónoma de Nuevo León

Quinta parte

"Este capítulo es parte de la reedición del libro John F. Brittingham, que publicará próximamente

el Instituto Municipal de Cultura del R. Ayuntamiento de Gómez Palacio"

Jabonera, la prioridad

Don Juan Brittingham mantuvo durante la primera década del siglo XX una relación estrecha con la actividad bancaria y con Enrique Creel. En 1900, se asoció al chihuahuense en el Banco Hipotecario de Crédito Territorial Mexicano, fundado en la Ciudad de México con un capital de cinco millones de pesos. Continuó ligado a Banco Minero de Chihuahua, institución de trayectoria poco común en el interior del país. Fue accionista, asimismo, del Banco de Tamaulipas, creado en Tampico en 1902. Cuando se organizaba el Hipotecario de Crédito Territorial, Creel procuró incorporarlo como gerente. De haber aceptado la proposición, Brittingham habría tenido que desconectarse parcial o totalmente de Jabonera. Pero la propuesta no lo convenció, pese a los seductores argumentos de su amigo. Creel sugería que dejara parte de las actividades de Jabonera y radicara en la Ciudad de México. Le ofrecía un sueldo anual de 12 mil pesos y el 25 por ciento en las utilidades de cambios y giros sobre el extranjero, lo que podía suponer unos 20 mil pesos en total. Aunque reconocía que no era un gran emolumento, le insinuaba que "podríamos hacer alguna especulación de acciones que, si caminamos con fortuna, puede darnos buen resultado".

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Brittingham prefirió quedarse en Gómez Palacio, y en tal sentido envió una amplia respuesta a su amigo de Chihuahua: su lugar, insistió, estaba en Jabonera. "Los razonamientos de usted son de tanta importancia que no he podido menos que inclinarme ante su fuerza y concederle la razón", aceptó con algún desconsuelo el magnate Creel. "Hace usted bien. No debe desprenderse de ese negocio hasta no haberlo colocado fuera de todos los peligros que lo rodean y que sólo usted puede conjurar, porque usted ha creado ese negocio industrial, tiene todos los antecedentes, conoce y puede valorizar todos los factores que concurren...La presencia de usted -terminaba el yerno de Juan Terrazas- se impone de una manera imprescindible".

X. Un banco en medio de la crisis

Todos estos antecedentes, la misma experiencia de Jabonera y la recurrente prosperidad que vivía la comarca lagunera en aquellos años moldearon, seguramente, el proyecto que sería lanzado en 1907: la creación de un banco regional, sustentado en capitales locales y destinado, en primer lugar, a estimular la economía comarcal. La gestación del Banco Refaccionario de La Laguna resultó un fenómeno que, en muchos sentidos, no deja de impresionar. En primer término, por la rapidez con que se puso en marcha. Luego, porque su capital inicial -alrededor de tres millones de dólares- fue recogido casi por completo en la propia comarca y en sus ya tradicionales puntos de apoyo (Monterrey, Chihuahua), ante el asombro de observadores tan conspicuos como el propio ministro Limantour. Finalmente, porque su gestación se protagonizó en medio de la más severa crisis económica soportada por el porfiriato, en pleno 1907. Un breve seguimiento del proyecto facilitará comprender algunas de esas conclusiones.

Hacia marzo de 1907 Brittingham se encontraba embebido en la tarea de detectar y adscribir suscriptores para la puesta en marcha de un banco refaccionario, una de las tres categorías que reglamentaba la ley de Instituciones de Crédito de 1897. El 28 de aquel mes le remitía a Luis Gurza, su asociado y amigo de la ciudad de Durango, una "lista de posibles suscriptores". En ese momento estimaba que sería prudente "conseguir una suscripción que llegara a cinco millones de pesos para criar una Institución de Crédito de una vez formal y poderosa". Había estado escribiendo "a todos los socios de la Jabonera propietarios de terrenos algodoneros" con el objetivo "de ver si podemos conseguir que la mayor parte de las acciones radique en (sus) manos". De marchar bien las cosas, consideraba "probable" superar los cinco millones y, en el plano administrativo, convocar a una junta preliminar para el 4 de abril.

Menos de una semana después, cuando escribió a Juan Terrazas, su optimismo parecía multiplicado. "Hay un verdadero entusiasmo relativo a la fundación de este Banco -afirmaba- y es seguro que la suscripción pasará en mucho los cinco millones de pesos". Entre quienes habían ya suscripto (y pretendían aumentar su cantidad de acciones) se había tenido que desechar ofertas por 700 mil pesos "para poder permitir que el mayor número posible de hacendados y rancheros participen". Y, en expresiva síntesis, informaba que por medio de Tomás Mendirichaga se habían colocado en Monterrey medio millón de pesos (incluían cien mil del Banco Mercantil), y que "el resto de la lista de suscripción será exclusivamente para hacendados principales de la Laguna y arrendatarios prominentes, cuyo grupo al fin debe tener la mayoría absoluta y, por lo mismo, dominar el Banco". El 6 de abril de 1907, dos días después que se realizara en oficinas de Jabonera la primera reunión para constituir el Banco de La Laguna, el promotor Brittingham hizo redactar tres misivas. Sus destinatarios fueron Enrique Creel (que se encontraba en Washington), el inevitable Juan Terrazas y el patriarca de Parras, Evaristo Madero.

A Creel se preocupó de remitirle "una copia exacta de lo que se acordó en dicha Junta", la minuta firmada "por todos los suscriptores de capital". Le interesaba que el entonces embajador en Estados Unidos estuviera "enteramente al tanto de todo", y le prometía más informes en el futuro "puesto que tiene usted mucho interés en conocer la marca de esta clase de negocios". Agregaba las siguientes referencias: a) se podía considerar que los cinco millones reunidos era "exclusivamente dinero nuevo que ha entrado al país últimamente. Casi la totalidad de dicho capital está representado por utilidades obtenidas en la planta del guayule y del producto hule, la mayor parte de cuyo dinero vino de Nueva York y algo de Hamburgo"; 2) era de aguardar que el banco comenzara sus negocios el 1 de setiembre "para estar en condiciones de hacer el servicio de la nueva cosecha".

A su "muy querido Juan" le hacía llegar, también, una copia del acta de la junta preliminar concretada dos días atrás, pero le añadía otros datos. En primer término, la suscripción había alcanzado, ya, los 4.700,000 pesos. Entre las mismas personas asistentes se habrían de repartir los 300 mil faltantes, por lo que calificaba de "firmes" los cinco millones. "Según he visto -se permitía decir- hubiera sido posible reunir 6 o 7 millones de pesos tan fácil como fue reunir los 5 millones". Algo más: se había sugerido durante la junta que todos los miembros del Consejo Directivo de Jabonera fuesen designados consejeros del banco. "En caso que sucediera y siendo tu hacendado -apuntaba a Terrazas- quedarías invitado al consejo del nuevo Banco de la Laguna".

Más breve pero no menos significativa fue su correspondencia con Evaristo Madero. Le confirmaba que había recibido su telegrama "autorizándome a suscribir en su nombre 100,000 pesos en el proyectado Banco de la Laguna" y a representarlo en la junta preliminar. Le resumía el acta levantada y, finalmente, destacaba que había sido "enteramente suscriptos" el capital de cinco millones.

XI. Con Porfirio Diaz y Limantour

Brittingham viajó al Distrito Federal a mediados de abril. Lo acompañaron Luis Gurza y Prágedis de la Peña. En la capital mantuvieron dos entrevistas trascendentes: con el presidente Porfirio Díaz y con el influyente ministro de Hacienda José Y. Limantour.

La reunión con Díaz resultó extremadamente grata a los empresarios norteños. El mandatario los recibió en su propia casa, al anochecer, donde le explicaron que organizaban un banco en la alejada Comarca Lagunera. "Pasamos un rato sumamente agradable con él -confiaría a Creel, tras su regreso a Gómez Palacio- y le dimos mucho gusto al relatarle nuestros planes y proyectos. Su conversación estuvo agradable, chispeante y muy interesante". Al día siguiente hablaron con Limantour. Como Díaz, el ministro deslizó "grandes elogios" por el proyecto. A ambos -mencionaría don Juan con cierta ironía al escribir a Francisco Belden, el 25 de abril- "no les dejó de sorprender que fuera posible reunir un capital tan cuantioso en una provincia de la República (Cuautitlán), y en tan corto tiempo". Limantour aprobó "en lo absoluto nuestro proyecto", entre otras cosas, porque mostró "preferencia marcada para el establecimiento de bancos locales". "Le sorprendió un poco que nos fuera posible reunir un capital tan grande y en corto tiempo -decía Brittingham a Terrazas- (pero aseguró) al mismo tiempo que así descansaría el Banco sobre bases sólidas desde un principio por contar con elementos cuantiosos y poder ayudar de una manera positiva a los negocios de la Laguna".

Tanta confianza debieron transmitir Gurza, De la Peña y el director de Jabonera que en la solicitud de concesión presentada ante Limantour se convino en dejar en blanco el valor del capital social. Como las suscripciones probablemente se elevarían a seis millones de pesos, el hueco de llenaría con la cifra exacta a última hora. Tal posibilidad estaba ya confirmada el 25 de abril, cuando Brittingham escribió a Francisco Belden. "Los socios, manifestó, han querido que se fije definitivamente el capital en seis millones de pesos". El 27 de abril, ante la insistencia de Terrazas de tomar 50 mil pesos más en acciones, Brittingham contestó que la suscripción ha quedado cerrada. Habían transcurrido sólo treinta días, exactamente, desde que hiciera llegar a su amigo Gurza "la lista de posibles suscriptores"...

Mientras tanto, iba elaborando la probable composición del Consejo de Administración. En su correspondencia con Creel y Belden mencionaba personajes claves de La Laguna y de Monterrey, a los que agregaba a Terrazas y algunos socios de Durango y Saltillo: Luis Gurza, Ernesto Madero, Tomás Mendirichaga, Juan Terrazas, Pedro Torres Saldaña, Marcelino de la Garza, Federico Ritter, Aurelio Corral, Prágedis de la Peña, Francisco Belden, Rafael Arocena "y su servidor".

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Gral. Porfirio Díaz.
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