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La expulsión y el incendio de Cuencamé en 1915

SIGLOS DE HISTORIA

El general Calixto Contreras (al centro y a caballo) con su estado mayor, en los terrenos de la hacienda de Pedriceña, en 1914.

El general Calixto Contreras (al centro y a caballo) con su estado mayor, en los terrenos de la hacienda de Pedriceña, en 1914.

DOMINGO DERAS TORRES

SEGUNDA PARTE

¿Quién ordenó la expulsión de los habitantes de Cuencamé y el intencional incendio de sus viviendas? ¿Actuó sólo Francisco Murguía? ¿O fue el mismo Venustiano Carranza, el autor intelectual de la barbárica acción? ¿Qué culpa tenían de los perrunos odios entre carrancistas y villistas los ancianos, las mujeres y los niños que integraron la desdichada caravana de desalojados? ¿A dónde fueron a dar y qué final tuvieron aquellas errabundas familias que lo perdieron casi todo? A un siglo de distancia, éstas y otras incógnitas siguen sin tener una clara respuesta y el tema continúa siendo poco estudiado y difundido por los investigadores de la historia.

LOS 21 GENERALES QUE CUENCAMÉ DIO A LA DIVISIÓN DEL NORTE

Cuencamé aportó al villismo 21 generales, fueron hombres que en su mayoría procedían de la clase social más humilde, crecieron entre penurias bajo los techos de jacales y su educación escolar fue precaria, al estallar la Revolución de 1910 laboraban como empleados de los comercios, trabajadores de los fundos mineros o peones de la haciendas que existieron en la región.

Los campesinos acacicados eran explotados en extenuantes jornadas de sol a sol, los mineros realizaban sus actividades en condiciones de insalubridad y alto riesgo, en caso de enfermedades o accidentes carecían de elemental servicio médico, la defensa de sus derechos era inexistente ante la falta de una legislación laboral justiciera.

Arrastraban en su espíritu la indignación social de un pueblo oprimido y explotado por la dictadura de Porfirio Díaz, resorte que los lanzó a la rebelión armada desde la fase maderista, hasta llegar a sus mejores días peleando contra la dictadura de Victoriano Huerta; así fue su participación en "la bola".

He aquí la lista de aquellos 21 generales oriundos de Cuencamé: Calixto Contreras Espinoza, Severino Ceniceros Bocanegra, Canuto Reyes Castellanos, Pedro Favela Bocanegra, Juan Espinoza y Córdoba, Lucío Contreras Inungaray (hijo de Calixto Contreras), Lorenzo Ávalos Puente (vivió al lado de Francisco Villa, en Canutillo hasta la muerte de éste en 1923), Juan Pablo Marrero Medina, Luis Aguilar y Castro, Bernabé González Vázquez, Bibiano Hernández, Hilario Rodríguez, José Santos Sánchez Dominguez, Vicente Orozco, Eladio Contreras Jáquez (sobrino de Calixto Contreras), Vicente Gómez, Rosendo Armendáriz, Pedro Mesta, Maclovio Sánchez Núñez, Jesús Díaz Couder y Alejandro González.

La presencia de la mujer cuencamense en las filas de la División del Norte, estuvo encarnada por las bravías soldaderas Anita Espinoza, Juana Aguilar y María Cruz Galván. La famosísima Petra Herrera, no era originaria de Cuencamé, pero sí vivió en esta población durante varios años hasta el inicio de la lucha armada a la que se enroló. El escritor Paco Ignacio Taibo II, escribió que algunas fuentes señalan que ella es "La Valentina", a la que se refiere el pegajoso corrido revolucionario del mismo nombre; las cuatro féminas alcanzaron el grado de coronelas. (Pancho Villa. Autor: Paco Ignacio Taibo II. Editorial Planeta. México. 2006)

SEVERINO CENICEROS BOCANEGRA

Nacido en la población de Cuencamé donde realizó sus estudios de instrucción primaria, Severino Ceniceros Bocanegra (1880-1937), poseyó una aguda inteligencia enfocada a su autodidactismo. Trabajó como secretario del Juzgado de Letras de la localidad, mediante una cotidiana práctica adquirió conocimientos del litigio en las diversas ramas del Derecho, circunstancia que lo llevaría tiempo después a resolver con eficiencia problemas legales; siempre auxilió al necesitado de quien fue su conspicuo defensor.

La lucha colectiva fue su lucha personal, pudiendo haber realizado una carrera política en el sistema porfirista prefirió abogar por las causas sociales, como su amigo y correligionario Calixto Contreras vivió perseguido por La Acordada (la represora policía rural de la dictadura). Francisco Villa, lo designó Comandante Militar de Durango y ocupó en dos ocasiones la gubernatura de la entidad, cargos de los que salió sin riquezas malhabidas, su austero estilo de vida fue comentario popular a la hora de su muerte.

A Ceniceros Bocanegra no lo intimidaron los ataques, amenazas, encarcelamientos y ofensas que recibió. Fue desafiante hombre que se fijó metas aunque implicaran peligro, demostró valentía a la hora del combate y honestidad durante su tránsito por la administración pública.

Conquistó el afecto y el respeto de la comunidad de Cuencamé, en 1905, cuando defendió a los indígenas de San Pedro de Ocuila, quienes fueron despojados de sus tierras por el propietario de la hacienda Sombreretillo de Campa, Laureano López Negrete, quien se valió de un deslinde sobre dichos predios agrícolas para alegar que le pertenecían.

Ceniceros, tramitó la defensa legal de los despojados ante las autoridades y logró una orden de desalojo contra la parte invasora, la violenta reacción del temperamental terrateniente fue apoyada por los pistoleros miembros de La Acordada, quienes asesinaron a seis indígenas ocuilenses; el litigio concluiría con una resolución a favor de los agraviados. (Hombres y Mujeres de Durango. Autor: Manuel Lozoya Cigarroa. Impresiones Gráficas de México, S. A. Gómez Palacio, Durango. 1985).

Cuando a Cuencamé llegó la infausta noticia del asesinato de Madero y Pino Suárez, ocurrido en la ciudad de México en febrero de 1913, los principales revolucionarios de la región se reunieron en la casa de Severino Ceniceros y tomaron la decisión de rebelarse contra la dictadura del traidor Victoriano Huerta. En 1914, su participación militar fue brillante en las tomas de Torreón y Zacatecas, lideró la famosa Brigada Ceniceros.

Al ser derrotada en el Bajío la División del Norte por el ejército constitucionalista al mando del general Álvaro Obregón, en 1915, cundió el desánimo y la deserción se propagó como pandemia entre sus maltrechas filas. Severino Cenicero jamás claudicó del villismo, cuando concluyeron los días de Pancho Villa y su ejército en 1920, regresó con su familia a su natal Cuencamé.

Durante su infancia, mi abuela materna Felícitas González Lozano (1902-1995) oriunda de Cuencamé, conoció a Ceniceros Bocanegra en la casa de sus padres -mis bisabuelos- Onésimo González Rivas y Paula Lozano, finca que se localizaba a una cuadra de la parte posterior del virreinal templo de San Antonio de Padua, sobre la actual calle Primero de Mayo (antes calle del Fortín).

"El general Ceniceros iba a visitarnos y platicaba con mi padre en la víspera del 20 de noviembre de 1910, recuerdo que hacía referencia a la campaña antirreeleccionista encabezada por don Francisco I. Madero contra la dictadura del general Porfirio Díaz. Le decía que el ambiente político del país estaba muy agitado, próximo a una revuelta popular", estas pláticas que sostuvieron el revolucionario y su progenitor, me las narró mi abuela en varias ocasiones allá por las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado.

También evocaba la diligente silueta de Severino Ceniceros Bocanegra, cuando figuró como secretario del ayuntamiento de Cuencamé: "Lo divisaba por las mañanas entrar y salir de la Presidencia Municipal, siempre muy activo, con su traje de levita color oscuro; era muy apreciado por toda la gente. Repartía amables saludos durante el trayecto de su casa a su oficina".

Esas charlas con mi abuela Felícitas (después señora de Torres), abarcarían los días que vivió durante el alzamiento de los cuencamenses: "Recuerdo que al estallar la revolución los maderistas, unos a pie y otros a caballo, iban y venían presurosos por las calles del pueblo la noche de aquel día, gritando: ¡'Arriba Madero, aunque me cueste el cuero'! Mis padres, mis hermanos y yo, atemorizados por la revuelta nos encerramos en nuestra casa".

En su magnífico ensayo Lucha Revolucionaria y Revolución en el Oriente de Durango (1900-1929), el historiador Pedro Salmerón Sanginés destaca las cualidades de Severino Ceniceros Bocanegra. Escribió que en diciembre de 1935, el Congreso de la Unión declaró la desaparición de poderes en la entidad, fungía como gobernador el general Carlos Real a quien se le acusó de conspirar a favor del expresidente Plutarco Elías Calles.

Fue senador por su estado natal al inicio de la década de los años treinta. El presidente Lázaro Cárdenas del Río, conocía la impoluta conducta de Severino Ceniceros Bocanegra a quien estimaba, lo promovió y obtuvo que fuera designado gobernador privisonal de Durango de enero a agosto de 1935.

Murió sin dinero en la ciudad de México en 1937. A petición de su amigo Alberto Terrones Benítez, el gobierno de la república le otorgó una pensión a su viuda para que pudiera vivir con decoro.

Seguramente, vivió sus últimos días impregnados de nostalgia recordando su infancia al lado de sus padres, hermanos y amigos en Cuencamé. Así como sus tiempos de luchador social a favor de los campesinos y su participación en las épicas batallas de la histórica División del Norte.

LOS CARRANCISTAS AVANZAN HACIA CUENCAMÉ

El 28 de septiembre de 1915, las tropas carrancistas jefaturadas por los generales Francisco Murguía y Jesús Agustín Castro ocuparon las ciudades de Torreón, Gómez Palacio y Lerdo. De aquí, seguiría la ocupación de Durango, tierra que para los carranclanes apestaba a villismo.

El 21 de octubre, Murguía y sus hombres parten hacia la campaña de Durango y para el día 27 del mismo mes, se enfrentan a las fuerzas comandadas por Calixto Contreras en Pedriceña, a las que derrotan. En esta población les capturaron a los villistas 5 carros de caja, 9 góndolas, 4 plataformas y 3 carros-tanque.

Álvaro Obregón escribió en sus memorias que el ejército constitucionalista comandado por Murguía, al llegar a Yerbaníz, capturó otros 16 carros, 2 góndolas y una plataforma que dejaron abandonados las tropas de Villa. En su marcha hacia la capital duranguense, al llegar a la Estación Catalina (hoy Ignacio Allende), desalojaron a los hombres de la División del Norte a quienes les arrebataron pertrechos; entre los prisioneros, se encontraban algunos miembros de la familia del general Calixto Contreras.

Obregón dio cuenta en sus memorias que "el día 4 de noviembre, la mencionada columna de Murguía se incorporó a la plaza de Durango, dejando reparada la vía telegráfica y en actividad los trabajos de reconstrucción de la ferroviaria, asumiendo este jefe el mando de las operaciones en aquel estado, para abrir una enérgica campaña contra las partidas de bandoleros (los villistas)". (Ocho Mil Kilómetros en Campaña. Autor: Álvaro Obregón. Fondo de Cultura Económica. Tercera Reimpresión. México. 1973).

Días después y ya instalado en Durango, Francisco Murguía organizaría su expedición sobre Cuencamé, su desbordante sed de venganza así se lo exigía. Tenía cuentas pendientes por cobrar a los generales y oficiales cuencamenses, sobre todo a Calixto Contreras, no podía olvidar la derrota que le propinó en diciembre de 1914 en Guadalajara. (Continuará).

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General Severino Ceniceros Bocanegra, luchador social de los cuencamenses y exgobernador de Durango.
General Severino Ceniceros Bocanegra, luchador social de los cuencamenses y exgobernador de Durango.
El abandono y la destrucción reinaron en Cuencamé, después de la expulsión de sus habitantes y el deliberado incendio realizado por los carrancistas. Antigua foto que captó a la actual avenida Severino Ceniceros, al fondo a la derecha se aprecia la cúpula y la torre del templo de San Antonio de Padua. (Archivo de Anacleto Hernández Hernández)
El abandono y la destrucción reinaron en Cuencamé, después de la expulsión de sus habitantes y el deliberado incendio realizado por los carrancistas. Antigua foto que captó a la actual avenida Severino Ceniceros, al fondo a la derecha se aprecia la cúpula y la torre del templo de San Antonio de Padua. (Archivo de Anacleto Hernández Hernández)

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