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¡Arriba Zapata!

SIGLOS DE HISTORIA

Emiliano Zapata, el Caudillo del Sur, con su bandera de Tierra y Libertad.

Emiliano Zapata, el Caudillo del Sur, con su bandera de Tierra y Libertad.

DR. JOSÉ M. MURIÁ

Primera parte

Cayó del caballo el jefe Zapata y también sus asistentes.

Así en Chinameca perdieron la vida un puñado de valientes

A finales de los pasados años cuarenta, todavía circulaban por las comunidades rurales del estado de Morelos -inmediatamente al sur de la capital mexicana- rumores de que el general Emiliano Zapata no había muerto en verdad aquel domingo 10 de abril de 1919, a manos de la tropa del "felón" Jesús Guajardo, en la Hacienda de Chinameca.

Dicen que no ha muerto el jefe:

que Zapata ha de volver.

Suele suceder con personajes de gran arraigo popular y éste, ni duda cabe, es quien más quedó prendido en la memoria del sur de México.

En temporadas felices de mi lejana infancia que anduve por aquellas tierras, abundaban las consejas de que el famoso Emiliano había sido visto por ahí montando aún el famoso caballo "As de Oros", que le había sido regalado por su asesino cuando buscaba ganarse su amistad. Se hablaba también hasta de algunos milagros…

También recuerdo que, para mostrar el rencor que los hacendados conservarían, en ranchos y pueblos vecinos de su natal Anenecuilco se contaba que hacía poco entonces que un caballerango de la región, cuando enseñaba a su hijo alguna suerte ecuestre relacionada con el trabajo del campo, a cierta distancia le gritó al muchacho "¡arriba esa pata!".

Al oirlo, el patrón, pensando que aludía al famoso guerrillero, sacó de inmediato su pistola y lo mató…

Faltaba solamente que el nombre de Zapata, para que corriera por doquier, se lo apropiara, a partir de 1994, el peculiar movimiento cibernético y campesino que emergió de la frontera con Guatemala, aunque el famoso Emiliano no haya pisado en su vida la dicha región.

De cualquier manera, con anterioridad a este neozapatismo de las tierras de Chiapas, el personaje ya había sido motivo de una abundante literatura tanto imaginativa como científica, de varios documentales y películas -incluyendo una de Marlon Brando, bastante mala por cierto- y no se diga de una vasta iconografía de todos los colores y sabores. Asimismo, claro está, habrá muy pocas poblaciones en México que no tengan una calle o una avenida con su nombre, hay infinidad de escuelas bautizadas de la misma manera y una enorme cantidad de lugares en el mapa, correspondientes en su mayoría a ejidos.

Zapata es, como lo dijo Antonio Soto y Gama, uno de sus grandes partidarios, quien mejor expresó y defendió las razones agraristas de la Revolución mexicana, que en 2010 cumplirá un siglo de haber comenzado oficialmente.

Aunque la conflictiva agraria haya sido la mayor razón del derrumbe del régimen encabezado durante más de treinta años por el general Porfirio Díaz Mori, debe tomarse en cuenta que, a lo largo y ancho de los dos millones de kilómetros cuadrados mexicanos, en casi todos los cuales hubo uso de las armas, debió de haber habido otras razones también de mucho peso para "irse a la bola" y que en muchos lugares el tema campesino fue el menor.

Cabe tomar en cuenta, en el ámbito internacional, la caída del precio de la plata lo mismo que la interferencia de Estados Unidos en asuntos internos de México, el centralismo que incomodó a grupos regionales que aun conservaban cierta fuerza, el envejecimiento general de todo el aparato de gobierno y su monopolio por parte de una casta muy adinerada que dejaba a la emergente clase media sin expectativas, etcétera.

Pero en el campo de Morelos además de la ancestral explotación campesina que se gestó con la Conquista y consolidó la organización socioeconómica de la Época Colonial, contribuyó más a los alzamientos el reciente despojo de sus tierras comunales de que fueron víctimas los pueblos indígenas por parte de empresarios de la ciudad de México y la proletarización en los ingenios, con mínimos salarios, de una parte de la mano de obra que quedó a la deriva.

Vale considerar que, al declinar el siglo XIX, el precio del azúcar que se producía en una modesta escala y en forma bastante anticuada desde tiempos antiguos en el campo de Morelos, empezó a subir mucho de precio por obra y gracia de su creciente demanda en Europa y el descenso de la producción en Cuba y Puerto Rico, a que dieron lugar las convulsiones que se empezaron a producir en tales islas en contra de la dominación española.

De esta manera, habría cambios en la actitud de aquellos empresarios que monopolizaban prácticamente el poder económico y normalmente invertían más en el comercio y la industria, dejando sus posesiones campesinas a la explotación tradicional, al recreo de su clan y a la satisfacción y ostentación de poseer grandes extensiones en torno a la Casa Grande de las haciendas y ser patrones de grandes contingentes de indígenas de quienes atendían sus necesidades corporales y espirituales más elementales.

Ahora les resultaría conveniente incrementar la explotación de la caña con maquinaria y técnicos de importación, sin que fuera una limitante los altos precisos que debían de pagar por una y por los otros. Las utilidades que se obtenían justificaba de sobras el gasto. Pero les convino también hacerse de más tierras y manos trabajadoras, las cuales consiguieron aprovechándose de la complicidad de las autoridades, tanto de la región como de la ciudad de México, y de las leyes del gobierno federal que en 1893 dejaron manos libres a la acumulación de la tierra, pues suprimieron las limitaciones establecidas por los liberales y la Constitución de 1857.

El resultado fue exitoso: en 1902 comenzaron las grandes exportaciones de azúcar y las utilidades exorbitantes que los hacendados se negaron a sacrificar.

De 13 mil toneladas en 1874, se pasó a 27 en 1900 y diez años después se llegaría a 45 mil toneladas. Independientemente de ciertas mejoras técnicas, tal crecimiento da también una pauta del despojo de tierras: el cauce legal, el control del agua o de plano la fuerza bruta sin más, fueron los mecanismos utilizados.

En el ya mencionado pueblo de Anenecuilco, por ejemplo, donde había nacido Zapata, según parece en 1879, y vivió con cierta comodidad, cuando tenía once años le tocó presenciar la indeleble escena del despojo violento de unos vecinos del mismo pueblo

Según escribió quien fue secretario particular de Zapata, Emiliano le dijo entonces a un futuro compañero de lucha:

Te juro que cuando sea grande he de vengar a los de mi pueblo… Tiempo ha de llegar en que vuelvan a nuestro poder las tierras que nos roban…

Fue justamente este el principio zapatista, enriquecido después por la experiencia y el aprendizaje: recuperar lo que les habían quitado. Primero por la vía pacífica, pidiendo ayuda a las autoridades y siguiendo procesos en los tribunales. Finalmente con las armas en la mano procurando salir poco o casi nada del terreno que conocían bien y donde contaban con la solidaridad de la gente de los pueblos.

Primero fueron luchas focalizadas. Luego, azuzados por la intransigencia de los terratenientes que se sustentaba en los pingües resultados de la producción y venta de azúcar y el menosprecio de "la clase indígena", pueblos de todo el estado de Morelos y tierras de su vecindario se acabaron sumando a la rebelión.

Vale decir que, sin haber pasado por aulas superiores ni haber leído tratado alguno de política, por su conocimiento de la región y sus circunstancias, en realidad Zapata fue un "jefe de jefes" que tomaba siempre "muy en cuenta" la opinión de los jefes rebeldes de cada uno de los pueblos. Así se explica el gran compromiso de ellos con la idea de recuperar las tierras que no hacía mucho les habían sido arrebatadas y la molestia de que las vías legales y pacíficas no dieran trazas de llegar a buen fin.

El propio Zapata fue sumado a una comisión que logró ver en Palacio Nacional al presidente en 1903 y éste prometió que los tribunales les harían justicia. El dinero reunido con sacrificios para viajar a la capital se gastaría en vano. Ni ésta ni las demás ofertas se cumplirían y las esperanzas se acabarían esfumando.

Peor aun: quienes habían encabezado varias de estas comisiones fueron aprehendidos en 1905 e incorporados al ejército o enviados hasta la costa del Caribe. De los primeros nunca se supo más, de los que fueron a dar a Quintana Roo, el más apreciado por sus paisanos, Jovito Serrano, falleció a poco de llegar. Zapata fue de los pocos que logró escapar, pero cuando regresó a su pueblo en 1908 también fue incorporado a filas.

Lo salvó de la milicia ser un jinete de calidad superior, reconocida por los dueños y caporales de las haciendas del oeste de Puebla y de casi todo Morelos. De ello también dan fe los versos de otro corrido:

Montado con garbo en yegua alazana

era charro de admirar;

y en el coleadero era su mangana

la de un jinete cabal.

. . .

Una rana en un charquito

cantaba en su serenata:

¿dónde hubo un charro mejor

que mi general Zapata?

En efecto, un rico hacendado decidió sacarlo del ejército mediante un reemplazo y lo tuvo durante casi un año en sus caballerizas, pero Zapata acabó por volver a su pueblo ante la proximidad de las elecciones para gobernador del estado, que habían despertado el entusiasmo de la población.

De hecho, pudieron considerarse un antecedente de lo que sucedería un año después en el ámbito nacional. Un candidato de nombre Patricio Leyva, con arraigo en Morelos y el ánimo de emprender algunas reformas que sin duda no gustaban a los hacendados, se enfrentaba al candidato de estos, Pablo Escandón, miembro además de una de las familias más poderosas y, como si fuera poco, Jefe del Estado Mayor del Presidente.

Durante la campaña sobraron los altercados en diferentes lugares, especialmente en la región de la que Zapata era oriundo. A fin de cuentas la elección pareció ganarla el candidato "bueno", pero le arrebataron el triunfo a la mala… lo que dejó claro que, para recuperar las tierras, no había ningún camino legal. Sin embargo, al año siguiente los inconformes, entre los que empezaba a destacar Zapata, se sumaron al candidato de oposición a Díaz, Francisco I. Madero y volvieron a recorrer el estado en busca de votos.

Si los consiguieron o no, el resultado fue el mismo, pues en los escrutinios de Morelos y en los de todo el país casi no aparecieron papeletas a favor de Madero. Además éste fue hecho prisionero en San Luís Potosí, aunque se le permitió escapar a Estados Unidos, donde promulgó el Plan de San Luís que desconocía al presidente y llamaba a la lucha armada a partir del 20 de noviembre de 1910.

La verdad es que al principio Madero no encontró mayor respuesta, pero al comenzar el año siguiente ya había algunos brotes y los inconformes de Morelos, después de ponerse en contacto con él, aprovecharon el alboroto de la feria que a mediados de marzo se celebraba en Cuautla con motivo del fin de la cuaresma para organizar su primera guerrilla, compuesta de unos 60 hombres, que saldría a los campos en franca rebeldía.

No se equivocaron en cuanto al respaldo que esperaban encontrar: al mediar el mes de abril los rebeldes ya habían penetrado en varias poblaciones de mediana importancia, donde se proveyeron de equipo para su campaña, así como de fuertes cantidades de dinero, y formaban un contingente que superaba el millar de hombres y seguía creciendo. Asimismo, Emiliano Zapata era reconocido ya como el jefe indiscutible de los alzados.

Suponemos que sus éxitos contribuyeron de manera importante a que el dictador decidiera renunciar el 25 de mayo y emprender su viaje a Europa en el Ypiranga. El 13 de mayo los rebeldes habían ocupado Iguala, el 20 la segunda ciudad del estado: Cuautla, emblemática cien años antes, durante la Guerra de Independencia, y el 22 de mayo habían tomado Cuernavaca, la capital de Morelos.

BIBLIOGRAFÍA:

Antonio Díaz Soto y Gama. Historia del agrarismo en México. Rescate, prólogo y estudio biográfico de Pedro Castro. México. Era/CONACULTA/Universidad Metropolitana. 2002.

Arturo Langle Ramírez. Huerta contra Zapata. Una campaña desigual. México. Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Históricas. 1981.(Serie Historia Moderna y Contemporánea: 14)

Gildardo Magaña. Emiliano Zapata y el agrarismo en México. México. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana. 1985. 5 tomos.

Jesús Sotelo Inclán. Raíz y razón de Zapata. México. Comisión Nacional para la Conmemoración del Centenario del Natalicio del General Emiliano Zapata. 1979.

John Womak jr. Zapata y la Revolución Mexicana. México. Siglo Veintiuno. Trad. Francisco González Aramburu. México. 1969.

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