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La ubicación del primer Torreón (primera parte)

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La ubicación del primer Torreón (primera parte)

La ubicación del primer Torreón (primera parte)

JORGE RODRÍGUEZ PARDO, investigador histórico

En este artículo parto de la convicción, con base en la evidencia de un «testigo de vista», de que el primer torreón erigido en lo que hoy es la ciudad de Torreón, se hallaba en un sitio diferente al del monumento levantado en 1974, frente a las compuertas del Canal del Coyote, mismo que desmantelaron para facilitar la construcción de una obra civil aún inconclusa.

Antes de anotar los argumentos en que sustento tal convencimiento, deseo aclarar que:

1° Como mis conclusiones son muy distintas de las ideas generalmente aceptadas (incluso de las de tres respetables historiadores, a quienes previamente se las expuse), entonces sólo tienen por objeto abrir las ventanas al diálogo informado, y hacer más firmes los lazos que nos unen como laguneros.

2° A la certeza mencionada llegué hace cuando menos once años, a raíz de conocer la obra Torreón, de Jacobo M. Aguirre, escrita en 1902.

3° Me sentí motivado a compartir dicha persuasión luego de leer el ensayo El cronista "testigo de vista", con el que Saúl Rosales Carrillo comienza su recentísima obra Cronistas, historiadores y crónicas, de la cual opino, debe ocupar ya un sitio distinguido en el canon de obras de escritores laguneros.

4° En la eventualidad de que se llegara a cierta aprobación o consenso con lo aquí argumentado respecto de la ubicación histórica «real» del primer torreón, no está en mi ánimo generar ninguna clase de crítica (acerca de lo hecho, deshecho, protestado, etc.), ni tampoco deslizar alguna sugerencia sobre una mejor ubicación, en caso de que se decidiera erigir un nuevo emblema de nuestra ciudad, pues es la sociedad entera quien resuelve qué monumentos u obras simbólicas le dan cohesión e identidad.

Muy bien. Lo primero, es tomar al azar algunos de los muchos subrayados que hice de la obra referida de Saúl Rosales. Van: «La crónica es un texto sobre "los acontecimientos del día", de lo actual, y el cronista es un testigo de vista», p. 29. «… la crónica se ocupa de actualidades, el objeto de la crónica es testimoniar la inmediatez», p. 36. «Así, podemos insistir en que el nombre de cronista se da a quien escribe de lo inmediatamente vivido; el de historiador, a quien reconstruye en sus líneas el pasado» […]; «Seré obvio: el cronista escribe de la actualidad; el historiador del pasado», p. 25.

Es decir, en todo momento Saúl Rosales enfatiza que el cronista, al relatar lo que ve, lo que sucede en ese momento, se convierte en un testigo de vista, en «un testigo actuante que recoge, registra y divulga su realidad» p. 17. Entonces, ¿lo que expresa un cronista tiene validez? Sin ninguna duda, pues los hechos que registra en ese momento, son lo que en el futuro se convertirá en fuentes de la historia.

En estas pocas palabras que a continuación transcribo (p. 127 de la obra citada), Jacobo M. Aguirre hace una crónica rotunda, irrebatible, bajo el título de Post Scriptum: «Antes de llegar al puente por donde pasa el tren eléctrico sobre el Nazas, se distinguen aún, cerca del cerro, vestigios del Torreón primitivo. El que existe en la casa de la Hacienda se construyó después».Como podemos apreciar claramente en la fotografía aérea (tomada cerca de 1942) distinguimos tres puentes sobre nuestro río, siendo de arriba hacia abajo: el del ferrocarril, el del tranvía y el de automóviles (con su último tramo derruido por el torrente del Nazas). No es difícil seguir el trayecto de las vías del tranvía, antes de llegar a su respectivo puente. ¿Hay un cerro a la izquierda? Claro, a un lado del panteón municipal. ¿Menciona Aguirre que hay un cerro antes de llegar al puente? Sí. ¿Hay algún cerro más abajo, cerca de donde estaba el monumento que quitaron el año pasado, próximo a las compuertas del Canal del Coyote? No.

Seguimos preguntando: ¿Es una crónica lo que en esas tres líneas hace Aguirre? Sí. ¿Por qué? Porque está diciendo, narrando, documentando, lo que ve en ese instante. ¿Qué ve en ese instante? Vestigios, ruinas del torreón primitivo. No está hablando de un reflejo o de un efecto luminoso que se percibe nada más a cierta hora del día, ni de algo que sólo puede observar él, sino de lo que ve cualquier persona cuando viaja a Gómez Palacio por tranvía. Desde mi punto de vista, este es un testimonio que no admite controversia.

Pero si no fuera suficiente, Aguirre consuma su crónica narrando la entrevista que tuvo con don Pedro Santa Cruz, quien por órdenes de don Leonardo Zuloaga construyó ese torreón primitivo en 1850. En el relato de su conversación, Aguirre no menciona que Santa Cruz contradijera, precisara o reubicara dónde levantó la tan citada torre. Sencillamente, don Pedro confirma que él levantó el torreón donde Aguirre lo está señalando.

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