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Religiosidad popular

En América latina tenemos una enorme riqueza espiritual. Gozamos de una sólida herencia religiosa transmitida de padres a hijos desde siempre y por nuestras dos raíces principales: prehispánicas y nuestras raíces europeas, ambas profundamente religiosas.

La religiosidad transmitida de generación en generación no requiere profundos conocimientos teológicos, basta y sobra con el ejemplo de nuestros padres y abuelos quienes desde nuestros primeros recuerdos de vida grabaron en nuestro ser imágenes imborrables de profundo acercamiento a Dios a través de sencillos signos de fé de arrimarnos a los templos con sincero arrepentimiento de nuestras faltas y errores, también para llevarle a Dios nuestras penas y alegrías, por supuesto también nuestra impotencia ante algunas vicisitudes de vida con las cuales nos vemos rebasados e imposibilitados para solucionar y solicitar al todo poderoso su amor y su consuelo, también allí ante su altar dejar libre nuestro corazón contrito y que éste llore ante su creador y permitirle que entre en él como un perfume casi imperceptible y la verdadera paz que solo Dios puede otorgar y así nuestro señor Jesucristo hace una intervención inmediata y sanadora que vivifica al hombre restituyéndole su armonía y equilibrio.

Y es así como la sencilla religiosidad popular pero llena de valores que corresponden a la pureza de intención conmovedora que manifiesta la sed de Dios con fervor y que logra ser saciada a través de muy sencillos actos de confianza en Dios al acudir a las fiestas y ceremonias religiosas como danzas, peregrinaciones, oficios , religiosos, visita a los siete templos, viacrucis, reliquias laguneras y muchas hermosas vivencias que tienen una maravillosa capacidad de síntesis vital y que con espontanea creatividad unen lo divino con lo humano.

Y es indispensable recordar a San Agustín que dirigiéndose a su buen amigo Alipio lo increpa con estas palabras “y ved Alipio cómo los no doctos nos arrebatan el reino de los cielos y nosotros llenos de sabiduría pero también de soberbia ni siquiera somos para seguirlos”, aquí el doctor San Agustín nos señala con claridad el camino a Dios con amor, sencillez y por supuesto humildad.

Así pues familias hoy en el momento actual de tantas frustraciones angustias y hasta desgracias terribles como el suicidio, que amenaza a todas las familias, reforcemos nuestra espiritualidad familiar arrimándonos a Dios en ésta cuaresma a través de tantas actividades religiosas propias de éstos días y recordando siempre que los hijos y nietos “no hacen lo que uno dice, hacen lo que uno hace” o dicho de otra forma “la palabra convence pero el ejemplo arrastra” y así que Dios nos bendiga a todos y felices pascuas. Al mundo entero, muchas gracias, y recordemos, es bello poder amar así a Dios libremente bajo el impulso claro y evidente del espíritu santo.

Atentamente:

Ing. Arturo Pedro Salas Juárez

Comarca Lagunera

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