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Al Larguero

Cápsulas de ilusión

Alejandro Tovar

Los jugadores de futbol, son personajes complejos, contradictorios y paradójicos, que como trapecistas de circo, tienen la obligación de hacer felices a sus seguidores, porque son portadores de la ilusión del pueblo y por ello siempre están en la mira del fusil de los juicios. Saben que antes del rival deben derrotar a sus demonios particulares y luego actuar sin frenos en la expresión.

Los atacantes, son como cazadores furtivos, bien armados; tienen los ojos adiestrados, los pies alados y el corazón rebosante. Los volantes, llevan doble tanque de oxígeno, escudos romanos y luces para crear, aún en terrenos minados. Los defensores son mastines con dentadura de león y algunos manuales de violencia. Los arqueros viven como soldados entre emboscadas y guerrillas.

Todos ellos, en el torneo corto, quieren fabricarse personajes a la medida, no por el ansia de reconocimiento, sino porque la aventura es la oportunidad de bucear en desolados espíritus y el tiempo de vivir como estrellas del rock, entre la jungla humana, esa que todo consume, ésa que ahora mismo deletrea los nombres de sus jugadores pues quiere tener héroes a cualquier precio.

Y en medio de ellos, el futbol, el juego infinito, el que ve pasar hombres como agua de río, pues van generaciones sucediéndose. El futbol es una trama, un ambiente, una atmósfera y sólo pasa por los jugadores, mientras nosotros quisiéramos tener los ojos del fotógrafo que es como andar en círculos. En la cancha tienen su mundo, diferente al de todos. Es luminoso y lleno de energía

Crear, te convierte en una persona sin miedo. Quienes tienen la fuerza para inventar cosas y hacerlas, esos que se encaran para hacer de su vida alterna una real, son seres destinados a convertirse en personajes novelescos. Y por la mente vuelan las imágenes porque los recuerdos son como emociones congeladas que suelen tener el arte de vestir como duendes o fantasmas.

La liguilla es una rueda mediática que sucede a otra. Mientras equipos famosos hacen crónicas de sus múltiples pesares, incluso con lenguaje expresivo y voluntariamente crudo, otros se preparan como los romanos ante el dilema de Aníbal y Cartago, porque las ideas viajan pero las emociones, no. Los ocho gladiadores bucean en el lago en la legítima búsqueda de lo perpetuo.

Almada y su gente quisieran encontrar la fórmula para encontrar al genio que escapó de la lámpara y la frotan con la música de sus palabras. Suelen reírse de algunos comunicadores regios, herederos de quien impuso el viejo poder de la intimidación como una forma de publicidad que gestiona la mentira, cuando los defectos no se enmascaran, solo se camuflan.

A nadie se engaña. Los partidos tienen que jugarse y los números, ahora mismo, ya no cuentan. Todos toman ilusiones en cápsulas y es legítimo.

Los jugadores, tienen el espacio como campo de acción. Santos puede volver como Ulises a Penélope si sus hombres eléctricos sobreviven a esta guerra, porque el plantel es corto. Es turno de los artistas del juego, con larga mirada que su cerebro interpreta.

Alejandro Tovar

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