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LA MORAL EN LA ECONOMÍA

ARTURO MACÍAS PEDROZA

A propósito del libro del presidente en turno titulado: "Hacia Una Economía Moral", he aquí algunos conceptos fundados en una buena moral con relación a la economía que serán útiles para formar nuestra conciencia y discernir rectamente conceptos erroneos que pueden confundir a más de uno.

Los que creemos en la grandeza de la persona, en su dignidad y trascendencia, estamos en la necesidad de tomar una decisión fundamental clara. Si con todas las fibras de nuestro ser creemos en la vida y la verdad, en la justicia y la paz, en la gracia y en el amor, adquirimos una verdadera libertad respecto a la economía. Sin embargo vemos con dolor cuán fácilmente el éxito económico tiene que ver con la riqueza injusta, con estructuras injustas y con relaciones indignas del hombre. Obviamente, no podemos ni debemos satanizar la vida económica; sin embargo, es cierto que una aspiración personal e injusta a la posesión se funda demasiado fácilmente con el espíritu malsano de un ambiente en el que el éxito económico, la riqueza y el placer ocupan el primer lugar.

La vida económica moderna es, por una parte, una realización grandiosa gracias a la cual nuestro planeta puede sustentar ahora a más de siete mil millones de individuos, mientras que una parte notable de la humanidad dispone de bienes económicos abundantes o sobreabundantes. Por otra parte, la humanidad se ha alejado mucho de un reparto justo de los bienes de la tierra. Centenares de millones de hombres viven en las condiciones de miseria en las mismas puertas de los ricos. A partir de la venida de la industrialización moderna, la vida económica está poblada de ideologías y de ídolos nefastos.

En el campo de los negocios, muchos se preocupan tan sólo de ganar. Un cierto liberalismo les ha procurado al respecto una buena conciencia con la teoría de que la economía debe proceder según leyes propias, sin ser molestada por imperativos morales; "bussines are bussines" (negocios son negocios), reza el credo de esta ideología. Lo útil para muchos juntamente con el juego de la oferta y la demanda, garantizaría, según esta teoría, el mayor éxito global posible. No lo ha hecho. También los que se hacen llamar "religiosos" se dejaron llevar por la misma sed de lucro, añadiendo a ello algunas limosnas y piadosas instituciones para tranquilizar la conciencia mientras acumulaban sus riquezas con una explotación inhumana de los débiles sirviéndose de un sistema económico injusto.

La máquina del capitalismo marxista de Estado - del socialismo real - se demostró también inhumana, aliándose a ambos el demonio de una gigantesca industria armamentista que el progreso técnico y económico han hecho posible. Sin embargo es preciso reconocer también el trabajo enorme que se ha hecho para humanizar la vida económica.

Conocemos la inclinación de un mundo económico que se cierra a la verdadera humanización. El estilo de vida de muchos y los poderosos canales de la publicidad martillean incesantemente al hombre común: "Debes ansiar, debes tener, debes consumir, debes hacer ostentación de otras cosas más." Mas a pesar de esto, creemos que la Navidad tiene que ver también con la renovación del hombre económico pues precisamente esta fiesta celebra el inicio de esta liberación de lo deshumanizante. No sólo el individuo sino la cultura económica misma deberían testimoniar esta esperanza. Por ello debemos poner todo nuestro esfuerzo a favor de la justicia, de la moderación y de la búsqueda de estructuras económicas más sanas. Dar señales de esta liberación del hombre, incluye aspectos de vital importancia. Debemos admitirlo: a pesar de todos los ídolos e ideologías, también hay una lucha valiente y sabia a favor de una auténtica cultura económica.

La extensión y las formas de la criminalidad económica han llegado a resultados inquietantes. No pocos individuos deshonestos y desenfrenadamente ambiciosos en el campo económico penetran hasta donde pueden a través de las redes de una legislación frecuentemente laxista. Muchos se salvan de la sanciones con la corrupción e innumerables formas de complicidad. (y cada vez se inventan nuevas). Asociaciones poderosas juegan con las leyes penales existentes e impiden la introducción de una legislación mas justa.

Por otra parte, podemos afirmar tranquilamente que la mayoría de los empleados, incluso a nivel ejecutivo y de los obreros, tratan de ser honestos y rectos, aunque les exige frecuentemente renuncias notables y les acarrea desventajas sensibles.

Sin embargo, por importantes que sean en la vida profesional la honestidad, la incorruptibilidad y la escrupulosidad, la gente madura y pensante no puede contentarse con esas virtudes. Tienen el deber de hacer juntos y cada uno en su puesto, lo que sea posible en cada momento por sanar la cultura económica desde la hacienda familiar hasta el suspirado ordenamiento más justo de la economía e incluso el orden económico mundial. A tal fin, tomarán en la debida consideración los fundamentos de la justicia y la competencia necesaria para provocar los cambios. (Preparación, asociación, protesta, elecciones políticas, participación social, decisión del voto…).

Quien se contenta con ganarse honestamente lo necesario y se despreocupa del resto, no ha comprendido lo que es la justicia. Algunos se excusan diciendo que por más que hagan nada cambiará. En el fondo tal afirmación es olvidar una dimensión fundamental del hombre, es no juzgar bien y no querer buscar la justicia, es hacerse cómplice por no participar en la renovación humana que incluye el aspecto histórico y económico.

La percepción de la propia corresponsabilidad en la vida pública y, de manera importante, en la vida económica actual, tiene mucho que ver con las esperanzas que esta Navidad se despiertan en nosotros. Uniendo las fuerzas, podemos prevenir muchas situaciones de miseria y aliviar otras. Ayudar individualmente a alguien, aunque sea importante la ayuda, no compensa la falta de participación de todos para mejorar la vida pública.

Un gran interrogante para nosotros, es si trabajando juntos podremos contribuir con sabiduría para transformar profundamente la cultura económica imperante. ¿Seremos capaces de liberarnos del modelo dominante hasta ahora de un crecimiento cuantitativo constante de la producción económica a favor de un progreso cualitativo de toda nuestra cultura? ¿Tenemos la voluntad y la capacidad de dar el ejemplo de una moderación racional en el uso de los bienes materiales y convencer a otros de que, como están las cosas actualmente, se requiere poner fin al despilfarro de energías fósiles no renovables y de otros bienes que se reducen incesantemente? ¿Podemos, al menos, tratar seriamente de convencer a los despilfarradores de los países industrializados de que se encuentran en la misma navecilla espacial que es la Tierra en compañía de los países pobres o paupérrimos, y que sólo pueden sobrevivir dignamente si están dispuestos a asumir la propia responsabilidad incluyendo en ella el cambio de un estilo de vida escandaloso para ellos?

Que esta Navidad nos traiga la valentía y la energía creativa para adoptar modelos convincentes de un estilo de vida nuevo. Tenemos el deber de aprender el arte de un testimonio convincente y del arte, no fácil pero extremadamente importante, de participar con responsabilidad y competencia en la formación de la opinión pública en estas cuestiones. Tenemos necesidad de una transformación profunda, al menos paso a paso. La meta es una sociedad económica hecha de una satisfacción racional de las necesidades, con economía de moderación, que deje espacio a la colaboración responsable y creativa.

Donde se cree, antes que nada, en la grandeza y dignidad del hombre, no se explota a los débiles ni a los pobres, no existen marginados. Donde muchos tienen sed de la paz que el niño-Dios anuncia, se desenmascaran y superan la avidez y la sed de poder. Donde se da gracias de corazón al milagro del Emanuel (Dios-con-nosotros), pierde todo su atractivo el ídolo de la lucha por el dinero y no se margina a los minusválidos. Donde el corazón de los hombres está purificado de toda ambición injusta y equivocada, se dará una comprensión mayor de las necesidades verdaderas de los hombres. Donde se hagan esfuerzos por la paz, será posible solucionar conflictos económicos. La Navidad no es ciertamente una invitación a retirarse a la esfera privada y a pensar en los propios intereses, sino a comprometernos por un mundo justo y pacífico. Si creemos esto, la Navidad nos hará sentir una alegría única.

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