En el Potrero se habla de una flor como no hay otra en el mundo.
Su color es distinto a todos los colores, y su aroma no tiene semejanza con ningún otro perfume.
Nadie la ha visto nunca, y tampoco nadie conoce su nombre. Cuando la gente habla de ella dice nada más "la flor".
En diciembre fuimos a Ábrego mi señora y yo a llevarles juguetes a los niños. Supimos de uno que estaba en su casa, enfermo, y le llevamos allá sus regalos. Le dijo su mamá, que tenía lágrimas en los ojos:
-Cuéntales lo que soñaste anoche.
Con vocecita débil narró el niño:
-Soñé que me moría, y que le llevaba la flor a la Virgen.
Le dije:
-La Virgen quiere más a un niño que a una flor. Será un viejo como yo el que se la lleve.
El niño no murió. Ayer fuimos al Potrero y lo vimos jugar con el carrito que entre otras cosas le llevamos en diciembre. No me equivoqué. La Virgen quiere más a un niño que a una flor.
¡Hasta mañana!...