Columnas la Laguna

MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Hay un cuarto en la casa al que nadie entra. Fue el de Luz de la Peña, hija mayor de don Ignacio, señor de Ábrego.

Lucita -así le decían todos- se iba a casar. Ya estaba pedida y dada, como antes se decía. Una semana antes de la boda llegó al Potrero una mujer que buscaba a la señorita De la Peña. Le preguntó:

-¿Usted es la que se va a casar con Fulano?

-Así es -sonrió Lucita.

-Yo soy su esposa -dijo la mujer.

Y le presentó las constancias del matrimonio civil y religioso celebrado en la Villa de Santiago.

Lucita jamás volvió a ver a su novio. En el relato escribí "Fulano" porque ahora nadie sabe su nombre: don Ignacio prohibió que se pronunciara. Quien lo dijera tendría que irse del rancho. La muchacha languideció, y un año después se la llevaron unas fiebres perniciosas. Su padre hizo cerrar la puerta de su alcoba. Cuando tomamos posesión de la casona forzamos la cerradura y entramos en el aposento. Abrimos la castaña -el baúl- de Lucita y percibimos un vago aroma a espliego. Ahí estaba su vestido de novia con las ropas nupciales de la infeliz muchacha.

Dejamos todo como estaba y cerramos otra vez el cuarto. Nadie lo ha vuelto a abrir.

¡Hasta mañana!...

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