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'Nuestro amor es la mayor bendición'

Don Pedro y María Inés viven su amor desde hace 50 años y gracias a él sienten que no les falta nada

Pedro y María Inés admiten tener carencias, pero se sienten los más afortunados gracias a su amor. (EL SIGLO DE TORREÓN / Diana González)

Pedro y María Inés admiten tener carencias, pero se sienten los más afortunados gracias a su amor. (EL SIGLO DE TORREÓN / Diana González)

DIANA GONZÁLEZ

Hace ya muchos años que se casó con ella, su cabello negro azabache hoy se tiñe de blanco, pero recordar es volver a vivir y para Don Pedro Botello Hernández, de 80 años de edad, pareciera que fue ayer cuando llevaba serenata a su amada esposa, María Inés Soto Saucedo, de 75 años. En ese tiempo le dedicaba canciones con un dúo a guitarra: "Ojos de Juventud", tocaban los músicos mientras él la enamoraba.

Son 50 años de casados los que llevan, muchos de esos inviernos han sido duros. Tuvieron 7 hijos. Apenas este año la pareja pudo fincar un cuarto con mucho esfuerzo. Ambos han trabajado mucho en su vida y lo siguen haciendo, en su mayoría trabajos pesados, pero la sonrisa en sus rostros opaca cualquier carencia:

"Somos muy afortunados y somos muy felices, así como nos miran somos la envidia del barrio", aseguran los dos abuelos, quienes además se hacen cargo de una joven especial, pues aunque tiene 17 años su mentalidad es la de una niña de 5: "Ella es mi niña", dice Doña Inés.

La pareja vivió muchos años en la zona habitacional conocida como Barrio Nuevo, en San Pedro. Él nació en Guanajuato, su madre fue madre soltera y se lo trajo a San Pedro de niño, cuando tenía dos años de edad, en el apogeo de las pizcas de algodon.

Don Pedro conoció a su hoy esposa en 1969.

"Nos conocimos y duramos 3 meses de novios y nos casamos el 19 de agosto por el civil y a los 5 años nos casamos por la iglesia, tenemos siete hijos, cuatro varones y tres mujeres", dice orgulloso. Los varones trabajan en Acuña en las maquilas y las hijas están en San Pedro.

El hombre, quien durante toda su vida fue trabajador de la construcción, recuerda que en su juventud se usaban los cines gratis en las calles, que ofrecía una internacional empresa de refrescos de cola.

"Me acuerdo muy bien, eran las 8 de la noche y yo vi una muchacha con pelo negro, largo hasta las corvas. Me llamó mucho la atención y le pregunté a uno de mis amigos que quién era ella, él era vecino y me dijo 'María Inés', se llama. Empecé a cortejarla", dice Botello. El cortejo tomó por sopresa a María Inés, risueña recuerda su primera cita con aquel hombre... parecía un desastre.

"Yo cuando lo vi de principio no me agradó porque estaba todo aterrado, las cejas, las pestañas y el pelo blanco, me dije ¿este qué quiere?, pero cuando ya lo traté me di cuenta y dije es buen 'pelao' y me hacía mucho reír, caminábamos siempre abrazados, era muy alegre".

Pero esta primera impresión tan accidentada tenía una explicación: "Lo que pasa es que se había soltado un aironazo de esos que se acostumbran aquí en la región, pero con ganas, y ella se olvidó de que yo la estaba esperando y duré ahí esperándola, hasta que un vecino le recordó que yo seguía ahí y cuando ella llegó me vio todo revolcado de tierra, pero yo sí fui arreglado, limpio, lo que pasa es de que me agarró el terregal, pues ya ella me vio todo empolvado. Duramos nada más tres meses de novios, pero le llevé serenata en tres ocasiones y le contrataba duetos de pura guitarra. Le dedicaba 'Ojos de Juventud", recuerda Pedro.

Él supo que ella sería la mujer de su vida por su carácter, por sus modos y la manera en que lo trataba y trata: "Seguimos enamorados como el primer día, para mí los años no pasan por él, yo lo veo igual a mi viejo", dice ella.

"Tuvimos pequeños problemas como cualquier matrimonio, pero las reconciliaciones son muy bonitas, creo que la fórmula para que un matrimonio perdure es entender que hay diferencias de pensamiento entre los hombres y las mujeres aceptar esas diferencias, entenderlas, ser siempre solidarios", dice él.

La pareja vive actualmente en las orillas de la colonia Jorge Abdalá, en San Pedro, no hay pavimento y cocinan con leña. Su ilusión es poder construir otro cuarto y un baño.

Tienen hijos, pero aseguran no ser de esos abuelos abandonados.

"Nuestros hijos la verdad no tuvieron vocación de estudio, batallamos mucho para que terminaran la secundaria, pero con todo y eso y pobremente con el trabajo que tienen, nos ayudan con lo que pueden cada mes, cada dos meses. Ellos nos regalaron la puerta y la ventana nuevas. Nos visitan también a veces", dice Pedro.

Las carencias que tienen son evidentes, pero el dinero para esta pareja aunque es muy necesario, no le toman tanta importancia porque consideran que también puede llegar a ser nocivo.

"Mire, el dinero echa a perder a la gente. ¿Nosotros para que queremos dinero?, nomás lo necesario para vivir y ya, nos tenemos el uno al otro, nos llevamos bien, somos felices, no nos hace falta nada", dice María Inés, quien no hace mucho se ganó un triciclo barriendo calles. Con el triciclo en las tardes salen a juntar cartón.

Ella es diabética e hipertensa, él fue operado de las rodillas gracias al Seguro Popular hace años y recientemente de la próstata.

"Trabajé más de 50 años, pero ya no puedo trabajar en cosas muy pesadas, fui cerillito, pero como también tenía que levantar bultos de azúcar de 50 kilos me empezó a afectar y en ese tiempo tuve el problema de la próstata", dice Pedro.

Actualmente la pareja sobrevive con el apoyo gubernamental de 70 y más y también reciben unas despensas a través del DIF de San Pedro.

Para ellos, lo único que queda es distrutar de la vida y de su compañía y en este 14 de febrero ambos se desviven en elogios.

"Ella tiene un carácter muy alegre y jovial, es más, ella con cualquier plática que haga con una persona desconocida ya hace amistad", dice Pedro de su mujer.

"Mi viejo es muy lindo, me trata muy bien. Es un hombre responsable, trabajador, me siento querida, de verdad somos la envidia de por aquí. Soy feliz como una lombriz", dice María Inés. Ambos esperan pasar este Día del Amor y La Amistad con un pequeño pastel.

"Primero nos damos nuestro abrazo en la mañana. Nuestro amor es la mayor bendición que tenemos", dice Pedro, quien asegura que actualmente es necesario que las parejas analicen muy bien con quién se van a unir para que puedan durar y para que sean felices.

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