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Héroes

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YAMIL DARWICH

Dicen que "el coronavirus llegó para quedarse" y ahora, lo que corresponde a la humanidad es entenderlo, aceptarlo, enfrentarlo y superarlo. Y va a pasar.

Es una experiencia dolorosa para todos, al rompernos la cotidianidad acostumbrada en nuestras vidas y de pronto someternos, haciéndonos "prisioneros" en los hogares, con incertidumbre del "que va a suceder", haciendo aflorar lo mejor y peor de cada quién.

No es la primera vez que la humanidad es amenazada con eventos de la naturaleza, quizá la primera vez fue durante la Gran Glaciación, hace cosa de 750 millones de años, cuando el hombre primitivo enfrentó temperaturas hasta de -50 ºC y estuvo a punto de desaparecer por hambre y frío; o las grandes epidemias, como la peste bubónica que asoló Europa en 541 d. C. y otra en 1666.

Siglos después, los humanos nos salvamos de la influenza española a inicio del XX; solo en San Pedro de las Colonias, hubo 50% de infectados y 2,500 muertes. Se calcula hasta 10 millones de defunciones en el mundo.

Durante el siglo pasado enfrentamos diferentes virosis, entre ellas: ébola, SIDA, SARS, MERS, H1N1 y ahora el coronavirus. Hemos aprendido a convivir en permanente lucha contra todos esos bichos y, sin duda, igual sucederá con el también llamado SARS-CoV-2.

Hay factores que han favorecido la generalización de las infecciones, entre ellas y como sobresaliente: la comunicación moderna. El SIDA, conocido desde el siglo XVIII, se propagó a partir de una posible mutación y la movilidad con el moderno transporte aéreo mundial; en el pasado, las distancias y mala comunicación, permitían que la sintomatología estacionara y detuviera al enfermo; ahora, del centro de África a México, podemos hacer el viaje en menos de un día, sin presentar síntomas.

Preocupados y hasta asustados con el coronavirus, dejamos de prestar la suficiente atención a otras enfermedades que ya amenazan transformarse en epidemias, casos de la tuberculosis y el sarampión, nuevos retos epidemiológicos para su control y tratamiento.

En contraparte, contamos un cuerpo médico mundial altamente capacitado, que seguramente logrará controlar la pandemia, aunque deberemos pagar un precio aún no cuantificado en vidas y economía. Por cierto, se repite la injusticia en el tratamiento de la enfermedad por coronavirus, con desigual pago de cuotas entre los países ricos y pobres; en México, estamos entre los segundos y además enfrentaremos consecuencias por la falta de acciones preventivas ante la advertencia.

Es de especial reconocimiento al mérito la entrega de los trabajadores de los servicios de salud; desde el primero, el chino Li Wenliang, finado, dando la voz de alerta, quién no fue escuchado y hasta apresado. A El se han sumado decenas en todo el mundo, incluidos los nuestros.

Ellos son héroes que ya han recibido reconocimientos: en España, bomberos que saludan con sus sirenas a las afueras de hospitales; italianos que les cantan; chinos, que festejan con desfiles; y otros muchos casos similares esparcidos por el mundo.

En nuestro país, el pueblo se ha volcado en agradecimientos manifestados de diferentes maneras; ellos, conociendo su exposición extremadamente riesgosa para la salud, han aceptando el reto vocacional; son humanistas que han tenido que abonar con muertes, otros enfermos en cuarentena.

No menospreciemos su sacrificio, todos son héroes exponiendo su vida.

Mayor heroísmo al saber la paupérrima paga que reciben algunos internos y residentes -médicos en proceso de especialización- que deben tener apoyo familiar hasta para alimentarse suficientemente, ya que sus becas son de un poco más de diez mil pesos -los internos de pregrado reciben aún menos dinero- que, comparada al pago de treinta mil pesos como chofer de PEMEX, resulta altamente despreciativo. ¿Dónde están las pipas?

Otros héroes son los civiles, desde escuelas hasta de ONGs y ciudadanos de diferentes estratos socioeconómicos; todos, mostrado la mejor versión del humano: algunos elaborando cubrebocas con materiales diferentes, siempre utilizando el ingenio y creatividad que nos caracteriza; otros, creando mascarillas plásticas con tecnología de punta; empresarios construyendo centros receptores; solidarios cosiendo batas o protectores; y voluntarios con iniciativa, buscando apoyos para comprar materiales médicos.

La avalancha de valor social es tal que el gobierno federal, presionado, modificó su postura ante la pandemia, aunque tarde y acicateado por la actitud de los mexicanos y algunos gobernadores de estados, entre ellos y sobresaliendo Miguel Riquelme.

También aparecieron los antihéroes, maliciosos distorsionadores de la realidad, mentirosos y hasta promotores del miedo. Los peores: aquellos que "muerden la mano…" ansiosos, acobardados y temerosos de contagiarse, agrediendo a los trabajadores de salud.

Esperemos que el llamado de atención -que lo es- modifique la actitud que individualmente hemos ido tomando hacia la vida; que valoremos lo que tenemos; aquilatar lo que verdaderamente necesitamos; descubramos la riqueza de la relación humana; y mejoremos nuestra calidad del ser.

Usted: ¿qué modificaciones ha pensado hacer en su vida?

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