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Diagnosticar el COVID-19 y salir a casa sonriendo

La doctora Arisbe Jáquez Vallejo vive entre el riesgo de un virus altamente contagioso y la satisfacción del deber cumplido

YOHAN URIBE

Mientras en algunos estados de la república el personal de salud que se juega la vida salvando la de los demás recibe agresiones, en otras entidades es reconocido con aplausos y ovaciones; en ese entendido, y afortunadamente, Coahuila es de los segundos, los que aplauden, mientras que Durango es de los primeros, los que agreden. Al menos así lo dicen las denuncias que a diario dan a conocer médicos, enfermeras, camilleros y en general trabajadores de ese ramo, para quienes portar el uniforme significa a veces un riesgo.

Sin embargo, antes de las manifestaciones afectivas, son muy pocos los que alcanzan a visualizar que detrás del cubrebocas y el uniforme no solo hay profesionistas de la salud, también hay padres, madres, hermanos, hijos, esposos, seres humanos, a quienes les embarga el miedo a contagiarse del implacable coronavirus COVID-19, pero a quienes horroriza aún más la idea de ser ellos quienes lleven el virus a sus casas y pongan en riesgo a sus familias.

Al menos así lo comparte con los lectores de El Siglo de Torreón la doctora Arisbe Jáquez Vallejo, médica familiar de la Unidad de Medicina Familiar/UMAA 53 del Instituto Mexicano del Seguro Social en Gómez Palacio, quien además hoy dice se siente más guapa que de costumbre. Porque desde hace más de un mes el pitufo (uniforme quirúrgico), el cubrebocas, los guantes, los lentes y el gorro que hacen parte del equipo de protección viral casi le hacen olvidar que detrás de todo eso hay una mujer a la que le gusta maquillarse, peinarse y lucir sus tacones.

"Volví a sonreír ante el espejo porque me sentí diferente, me sentí la mejor de todas las mujeres, me di cuenta de que el cabello había crecido, que hace un mes y medio no me lo había arreglado, no me maquillaba, no me ponía ropa civil, mucho menos utilizar tacones… Ahora tuve que elegir el atuendo para venir y eso me hizo sentir especial. Me di cuenta de todos los cambios que hemos tenido en este mes y medio todos los del sector salud, no específicamente los médicos, sino todos los que integramos el equipo de trabajo dentro de la clínica".

Normalmente la doctora Arisbe acudiría a trabajar en tacones, con ropa civil y la bata blanca que los distingue como médico, maquillada, arreglada, como en cualquier oficina, pero una vez llegó la pandemia internacional por COVID-19, la cambió la emergencia sanitaria, el tipo agresivo de contagio. Un virus que obligó a muchos a ponerse el pitufo, guardar los accesorios que antes veíamos normales, aretes, pulseras, anillos, que se convirtieron en una fuente de contagio, y además llevar el cabello recogido, usar el cubrebocas, evitar a toda costa el maquillaje que puede adherir el virus y regresar a la comodidad de los tenis para desplazarse más cómodos dentro de la unidad.

AGREDIR POR IGNORANCIA MÁS QUE MIEDO…

La doctora Jáquez Vallejo comenta que jamás se imaginó que una pandemia se fuera a presentar de una forma tan frustrante para el propio personal de salud.

"Por ejemplo yo me encuentro en el área de filtro, ahí se hicieron varias estrategias dentro de la unidad para tener el contacto con el paciente, interrogarlo y de ahí determinar quién tenía factores de riesgo para desarrollar o ya tener una enfermedad por COVID; al momento de ingresar al filtro, como se les cuestiona, se pasa de uno en uno, se deriva el servicio, porque todos y cada uno de los compañeros de la clínica hicimos estrategias para que el paciente no pudiera permanecer dentro de la unidad más de 15 minutos, esto con la finalidad de que el paciente no tuviera factores de riesgo para contagiarse o llevarse el COVID.

"En el filtro la gente nos dice que eso es mentira, que es una invención, que nada más lo hacemos para no trabajar, nos dicen palabras altisonantes, muchos son renuentes al momento de ofrecerles un cubrebocas. A nosotros nos genera mucha frustración porque lo único que hacemos es trazar estrategias para proteger tanto al paciente como al trabajador del instituto, y a veces lo ven de forma contraria, se sienten agredidos u ofendidos por el solo hecho de pasar un filtro", recuerda la doctora.

Lo que para muchos son molestias, para quienes a diario combaten el virus es fundamental, necesario y clave para evitar que más personas se contagien. Pero por si fuera poco, ese proceso lo vive día tras día el personal de salud en su jornada laboral, en su institución de servicio, porque cuando salen inicia otro, el filtro que deben ahora enfrentar ellos para ingresar a su casa y ver a su familia.

La sana distancia que más duele, la del hogar. Cada uno de los integrantes del sector salud debe implementar sus propias estrategias para cuidar su hogar. Y aunque la doctora Arisbe es parte del personal que no se ha separado de su núcleo familiar, escucha el drama de quienes se tienen que ausentar de sus casas por la naturaleza de su oficio, que básicamente es combatir de frente el virus.

"Yo no me he separado de mis hijos, todavía implementé continuar con ellos y tratándolos de educar, porque también para ellos la educación en este momento ha sido un poco difícil. Cuando salgo del hospital y tengo que comprar algo, porque soy la única en casa que está saliendo, trato de cambiarme la prenda superior para que no me identifiquen como personal de salud, para prevenir, porque sí me da miedo ser agredida o sufrir discriminación, o que se burlen de mí, que ya me pasó, y me di cuenta de que es por falta de conocimiento, o mucha ignorancia de quien se burla".

Como el más rutinario o místico ritual, la doctora Jáquez recrea paso a paso su llegada a la casa; en la cochera, a un paso de la puerta ya tiene una bolsa donde guarda la ropa luego de desvestirse literalmente hasta de la ropa interior; se baña en la primera planta de la casa y ahí ya tiene el cambio que dejó la noche previa, para luego ir a encontrarse con sus hijos, quienes también saben que hay que esperar a cumplir con el ritual, al igual que la madre de la doctora, que vive con ella.

"Luego de eso tengo que lavar la ropa, como está documentado por los protocolos, con agua caliente y jabón, después de eso ya me siento tranquila, porque el temor de todos los días es llegar a contagiar a tu familia".

La otra rutina. Una parte que es poco conocida es que dentro de las propias instituciones de salud hay una rutina similar, la que se necesita para usar el equipo de protección que se porta en la jornada laboral. Porque una vez que se pone no se retira en toda la jornada, de seis o siete horas, eso incluye que no se puede tomar agua, comer alimentos, ir al baño… Consulta tras consulta, se tiene que portar el equipo, y básicamente por dos razones: la primera, para eficientar el recurso, la segunda, porque ponerse el equipo es una rutina tardada, de más de 15 minutos.

LAS DEFICIENCIAS QUE ANTES ERAN INVISIBLES

Arisbe considera que ahora quedaron en evidencia las carencias del sector salud para la sociedad, o para México, pero realmente el personal de salud siempre ha trabajado con un sistema ya colapsado, nada más que afortunadamente los mexicanos, y se refiere a todos los del sector salud, desde intendencia hasta medicina, siempre se las han ingeniado para trabajar con o sin recursos, teniéndolo todo o teniendo nada, y eso es día con día en un sistema desde hace años colapsado.

"Ahora este problema se enfatizó más por la forma de la transmisión del virus, por eso algunos compañeros han hecho público que no tenemos insumos, porque realmente es para la protección. Tal vez si la forma de contagio hubiese sido menos agresiva, el reclamo no habría sido tan explosivo, solo que ahora, como este virus es tan contagioso y se espera se contagie el 80 por ciento de la población, fue necesario elevar el reclamo, para pedir la protección necesaria para atender al derechohabiente", comenta.

En la clínica donde labora tienen todos los departamentos para atender una pandemia; ella trabaja en el área de filtro, donde se determinan los factores de riesgo de un paciente. Luego tienen una carpa que se conoce como triage; ahí un médico y una enfermera valoran al paciente y determinan si es sospechoso. La ruta sigue con un epidemiólogo, quien realiza la prueba para determinar si el paciente es positivo o negativo al virus, aunque a esas alturas ya está aislado.

"Desde el 20 de marzo vivimos con estrés, soñamos con estrés, salimos con estrés, trabajamos con estrés y realmente dormimos poco. En la fase 3 del virus todos son potencialmente contagiosos hasta no demostrar lo contrario, así lo determinamos, acérquese quien se acerque; por eso tratamos de no quitarnos el equipo de protección, aplicamos alcohol gel a todos, todos con cubrebocas, buscamos que haya el menor riesgo de contagio", explica.

La doctora explica que una vez que determinan los factores sospechosos, le hacen la prueba al paciente y llega el resultado; la angustia de quienes tuvieron contacto con él por la consulta es permanente, más cuando el propio personal de salud determina algún descuido, algún error que haya podido tener. En la clínica donde trabaja, en Gómez Palacio, hacen pruebas; ella ha tenido que diagnosticar pacientes con COVID-19, pero, como si se tratara de algo normal, dice que les dan el seguimiento, los tienen bajo la lente, y los acompañan hasta que se liberen del virus. Lo cuenta con una serenidad admirable.

ARMADA CON BENDICIONES Y BUENOS DESEOS

"Mi mamá todos los días pide por mí, ella me lo dice. Evidentemente las mamás hacen las mismas agonías que nosotros. En nuestro trabajo es una formación, es un oficio que amamos; hoy es COVID-19, pero mañana será otra cosa. Yo ya había tenido que enfrentar la endemia de la influenza H1N1, y salimos avante. Irremediablemente es nuestra pasión dedicarnos a la medicina, nuestros padres siempre sufren y nos encomiendan a Dios".

Sus hijos ya se familiarizaron con el vocabulario, saben que afuera hay un virus sumamente contagioso y que es mejor no salir de casa, que su mamá es médico y su oficio la demanda en la primera línea de batalla; la entienden, se han adaptado a las circunstancia y los han adaptado a un modo de vida complicado.

"Cuando veo videos como el de los empleados de Alsuper, que le aplaudieron a una enfermera acá en Torreón, siento satisfacción, reconocimiento por parte de la sociedad, tal vez se imaginan lo que vivimos, pero si no tienen un familiar en el ramo, no saben lo difícil que es. Además las noticias falsas han generado más odio en la sociedad. Creo que hay gente que ahora sabe que existimos para beneficio de la ciudadanía y que hacemos nuestro mejor trabajo para salvar vidas, entendemos que no todos lo van a entender, pero con alguien que nos dé una muestra de agradecimiento, ya salvamos la jornada laboral". (Video Enmanuel Azuara y Verónica Rivera)

La admiración a la madre y a la médica

Valeria es la hija de la doctora Arisbe, tiene 15 años, y desde que empezó el confinamiento por la pandemia no ha salido de su casa. Cada vez que su mamá sale a trabajar se queda intranquila. Conoce por su mamá que el COVID-19 es un virus muy invasivo, y que una vez en el organismo obliga al enfermo al aislamiento, así que considera lo más complicado el no poder ver a la persona que más ama durante mucho tiempo.

“En las noches rezo por ella, le pido a Dios que la cuide. Su profesión se me hace linda porque puede ayudar a muchas personas, pero también se me hace muy difícil por el riesgo. Aunque veo a mi mamá fuerte”.

Valeria tuvo que cancelar su fiesta de 15 años por las medidas de aislamiento, estaba emocionada como cualquier quinceañera, pero ahora ya está resignada, y espera que todo pase para pronto salir y ver a sus amigos y hablar con personas de su misma edad.

“Yo le digo a mi mamá que sea valiente, pero que se proteja mucho. Para mí este es un virus muy peligroso y como hija de una doctora siento la presión y la intranquilidad cuando veo que agreden a los médicos, porque no sé si a mi mamá le pueda pasar eso. Cuando les aplauden agradezco porque es un trabajo muy difícil, arriesgan su vida para salvar las de otros”.

“Mi mamá es mi heroína porque me inspira, siempre está para escucharme y me ayuda en todo...”.

Arisbe Jáquez Vallejo es una de las miles de trabajadoras del sector salud que combaten a diario los estragos de una pandemia invisible en La Laguna; orgullosa de su oficio, comparte sus miedos y su inspiración. (ÉRICK SOTOMAYOR)

Arisbe Jáquez Vallejo es una de las miles de trabajadoras del sector salud que combaten a diario los estragos de una pandemia invisible en La Laguna; orgullosa de su oficio, comparte sus miedos y su inspiración. (ÉRICK SOTOMAYOR)

Para el personal de salud en La Laguna, enfrentar la amenaza del COVID-19 no es una opción, es el riesgo diario de su oficio. (ÉRICK SOTOMAYOR)
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Las medidas de protección de quienes trabajan en el sector salud son tan estrictas como incómodas; vestirse puede tardar 20 minutos. (ÉRICK SOTOMAYOR)
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Luego de terminar la jornada laboral, los trabajadores de salud tienen que acudir a sus casas, donde tienen otro protocolo preventivo. (ÉRICK SOTOMAYOR)
Luego de terminar la jornada laboral, los trabajadores de salud tienen que acudir a sus casas, donde tienen otro protocolo preventivo. (ÉRICK SOTOMAYOR)

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