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La Laguna y economía post COVID-19

ÉDGAR SALINAS URIBE

Previo a la irrupción del COVID-19 y sus consecuencias sociales y económicas, en La Laguna era sabido que se tenía: a) la quinta tasa de desocupación más alta del país (para igualar al promedio nacional se requería generar siete mil nuevos empleos anualmente); b) el porcentaje de inversión pública respecto al gasto total más bajo de zonas metropolitanas semejantes y con una tendencia a la baja en la última década; c) competitividad laboral apalancada en el ingreso; d) baja inversión extranjera directa; y, para traer a colación el tema hospitalario, una tasa de camas menor a la nacional. El panorama no era del todo prometedor. A consecuencia de la emergencia sanitaria y las medidas de paro económico en actividades consideradas no esenciales, los indicadores evidenciarán modificaciones con severas repercusiones en el ingreso, empleo, inversión y en las finanzas de las empresas.

Sin embargo, la composición de la estructura productiva y de empleo en la región es, en mi opinión, una fortaleza para el futuro. Si bien la manufactura significa el setenta por ciento del valor de la producción local (destacando metálicas básicas, alimentaria, maquinaria y equipo) aporta al empleo, en conjunto, un tercio del total. El comercio y los servicios aportan otros dos tercios y la actividad primaria el diez por ciento. De modo que la estructura productiva es diversificada y no depende de un solo sector.

Podría decirse que a inicios de la crisis sanitaria la región tenía bajo desempeño en inversión pública, inversión extranjera, ocupación e ingreso; pero su estructura sectorial era equitativa respecto a la contribución en el empleo. No obstante, a ese antecedente debemos agregar ahora el desafío de la reactivación económica regional post-COVID-19.

Hacia adelante, considero que La Laguna deberá incorporar en su recuperación tres premisas que caractericen su economía: sostenibilidad, resiliencia e integración. Respecto a lo primero, debe incorporarse a la ecuación la producción de energía solar, pero no solo como una enorme granja de páneles, que ya se hace, sino constituyéndose en polo de toda la cadena productiva de esta energía alternativa. No son halagüeñas las decisiones de política energética recientes, pero el tema debería estar sobre la mesa para aprovechar la ubicación que nos regala "la geografía del sol". Por otra parte, al uso del agua lo habrá de caracterizar la optimización tecnológica aplicada al riego, el reuso industrial y el aprovechamiento doméstico eficiente de fuentes alternas, lo que significará seguridad hídrica y despresurización de fuentes tradicionales. Ya se dan pasos significativos en este sentido.

Para robustecer su resiliencia, la economía lagunera tendría que llevar a otro nivel de innovación tecnológica sus fortalezas. De la agroindustria alimentaria, cuya tradición se remonta a los orígenes de la región y que ha desarrollado conocimiento líder en el ramo, ha quedado de manifiesto su esencialidad en circunstancias extremas. La llamada agricultura de precisión y la ampliación de porciones de valor agregado en la producción de alimentos son una oportunidad. Adicionalmente, con la recomposición que sufrirá la globalización tal como la conocemos, las cadenas productivas retornarán a regiones cercanas de menor complejidad logística, por lo que es altamente probable que el bloque norte de América recobre gran parte del protagonismo perdido por la participación de China como gran proveedor mundial desde los años noventa del siglo XX. La manufactura lagunera deberá aprovechar la calificación del trabajo, la ubicación y capacidad instalada para impulsar la atracción de inversiones y sociedades, la productividad y mejores condiciones logísticas.

La Comarca también deberá buscar integrarse con ventaja a la economía que configure el TMEC para salir de la periferia a la que fue relegada con el TLCAN. El contexto post-globalización y las condiciones del acuerdo pueden abrir oportunidades dada la actualización en el tema de reglas de origen.

Lograr una economía sostenible, resiliente e integrada implica sí o sí la coordinación entre gobiernos y sectores productivos. En lo inmediato, la inversión pública en infraestructura respecto al gasto total deberá ser mucho mayor. En ese indicador, además de la eficaz coordinación y adecuación de regulaciones podremos observar si los gobiernos de los tres niveles estarán realmente comprometidos con la reactivación económica de La Laguna.

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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