En el forzado encierro de estos días llegó a mi casa un visitante inesperado.
El tedio.
Yo no lo conocía. Jamás lo había visto. Supongo que lo trajeron los dos meses o más de enclaustramiento.
No me gustó su presencia, dicho sea sin ofender.
Lo que hice entonces fue conversar con mi esposa; a su lado evocar el ayer, que el tiempo ha convertido en el hoy y en el mañana; hablar de nuestros hijos y los nietos.
También leí un libro.
Escuché música.
Jugué ajedrez en la computadora.
Vi una película.
Me comuniqué con mis amigos, e hice con ellos planes para nuestro reencuentro.
Trabajé un buen rato en el jardín.
Entonces, al ver que no le hacía caso, se fue el tedio.
¡Hasta mañana!...