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Opciones hídricas (I)

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MANUEL VALENCIA CASTRO

Cuál es la expectativa que muchos laguneros pudiéramos tener respecto a la disponibilidad agua en nuestra región? Esperaríamos tener agua potable sin arsénico para la población, aguas tratadas para la jardinería pública, agua suficiente para apoyar los negocios legítimos y ecológicamente sustentables y agua para la naturaleza para sostener los ecosistemas que mejoran la calidad de vida de la población. Hasta ahora la preciosa agua subterránea se ha utilizado para satisfacer todas las necesidades menos el agua para la naturaleza. Sin embargo, este sistema de gestión del agua colapsó debido a la aparición de elevadas concentraciones de arsénico, primero en las áreas rurales de la periferia y después lenta y gradualmente hacia las áreas urbanas. La causa de esta abrupta interrupción es ampliamente conocida, la excesiva extracción de agua que ya no alcanza a renovarse de forma natural y que desgraciadamente continúa ampliándose esta brecha.

Frente a esta terrible problemática se han intentado diversas soluciones, como los filtros a pie de pozo, que no logró mejorar la calidad del agua, otros intentos para resolver la cantidad de agua, tampoco resuelto este asunto que es el que más se nota. Frente a estos resultados y la urgencia de resolverlos se han considerado opciones que aún se debaten o que están en la etapa de elaboración de proyectos, tal es el caso de la construcción de un sistema que incluye traer agua de la presa Francisco Zarco, potabilizarla y distribuirla a través de las redes establecidas en las ciudades de la zona metropolitana.

El agua de la presa mencionada depende del agua almacenada en la presa Lázaro Cárdenas. Hasta aquí podemos señalar por lo menos tres aspectos que reducen la eficiencia y eficacia de este costoso proyecto: la red de distribución de agua urbana se encuentra en pésimo estado, oficialmente han aceptado eficiencias físicas con un 50% de pérdidas. Esto es incluso un obstáculo del proyecto que se tiene que resolver primero, en el mismo sentido, el agua ya potabilizada excesivamente costosa, se gastaría además de consumo e higiene, en actividades como regar jardines, en el uso del sanitario, entre otras. Esto es una bajísima eficiencia.

Su eficacia también está en duda, ya que el sector rural de la población, la más afectada por el arsénico en el agua, al grado de desaparecer poblados completos por los efectos cancerígenos del veneno, no está considerada en el proyecto o será la última que recibirá el abasto de agua potabilizada. En relación a la fuente de agua, tradicionalmente usada en la producción de cultivos, debe mencionarse que está totalmente concesionada, esto significa que no hay por lo pronto agua para la potabilizadora.

Algunos han afirmado que el proyecto es vulnerable porque la disponibilidad de agua para la población dependerá de una fuente de agua que varía ampliamente en su magnitud entre años, esto significa que hay años buenos y años malos. En estos últimos, ante un recurso escaso podría darse una fuerte competencia entre la potabilizadora y los productores de cultivos. Recordemos que vivimos en un desierto en el que las sequías meteorológicas en la región son relativamente frecuentes, y una de sus principales características.

Uno de los métodos para determinar las sequías meteorológicas es el Índice de Anomalía de Precipitación, que relaciona de forma porcentual el valor de la precipitación total anual contra la precipitación promedio multianual. Se dice que se está en sequía meteorológica cuando se produce una escasez continuada de las precipitaciones. Aunque esto es muy técnico y yo no soy un experto en Hidrología, revisé una serie de precipitaciones de sesenta años, de 1940 a 2002 (Jasso 2006).

La gráfica, elaborada con estos datos, fue estandarizada, de manera que el promedio multianual se transforma a cero y los valores de precipitación anual se convierten a una medida que se llama desviación estándar, que indica precisamente el grado de desviación de las precipitaciones anuales con respecto al promedio multianual. En la gráfica es notable la precipitación de 1968, cuando llovió sin parar cerca de un mes, año en el que la región estuvo en gran riesgo de inundación, por la gran cantidad de agua almacenada en la presa El Palmito, también se aprecian algunas sequías meteorológicas en diferentes momentos de la serie, en particular la observado entre 1992 y 2002.

En la agricultura esto orilló a la compactación de áreas y a un miniciclo agrícola y se aumentó la presión sobre el acuífero. La segunda opción aprovecharé para plantearla en la próxima colaboración.

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