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Entre el COVID y las vendettas

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Una semana más sin muchas novedades. La pandemia no cede y, si bien parecen estabilizarse los contagios entre los 7 y 5 mil diarios, nada que aliente, al menos en las cifras manipuladas de López-Gatell ya no crecen.

México ha rebasado las 45 mil muertes (cuando el cálculo negativo del doctor López-Gatell era 10 mil), apenas a unas centenas de rebasar las defunciones en el Reino Unido producto del maldito coronavirus y así colocarnos solo por detrás de Brasil y de los Estados Unidos, como las naciones con más muertos por la pandemia.

En las dudosas cifras a nivel nacional se reporta una ocupación hospitalaria de menos del 50 %, por lo que si uno cree en estos datos, pareciera que ciertamente la cosa está controlada en cuestión de poder atender a enfermos que requieran atención médica o cama para convalecer y luchar con este atroz virus. En este aspecto, en Coahuila se tiene una ocupación de camas del 60 %, por lo que el margen de manejo ante un crecimiento exponencial es menor al nacional, aunque el gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís ha declarado que su Administración tiene la capacidad de ampliar el número de camas disponibles en caso de que ocurriera ese tentativo contagio masivo.

Mientras, pues, parece que todos (o algunos al menos) estamos aprendiendo a vivir con esta nueva realidad en tiempos del COVID-19 sin cura específica o vacuna que lo prevenga por el momento. Los saludos ahora son a distancia, el uso del cubrebocas en lugares públicos bajo techo ya es de uso común, así como la toma de temperatura, los tapetes con cloro o desinfectante y el dispensador de gel antibacterial. Vaya, hasta se está formando el hábito de lavarse las manos y el evitar las grandes aglomeraciones.

El problema reside en que la economía, que está desbarrancada, ya iba mal, pero el COVID la arrasó, el segundo trimestre cayó un 19 %, el peor de toda la historia desde que se lleva registro. Claro que este dato demoledor no se le puede achacar en lo absoluto a la Administración federal. Lo que sí se le puede reclamar es la torpeza con que han manejado algunos tópicos que afectan la inversión y con ello la generación de empleo.

El capítulo de esta semana tiene dos actos. El primero es el ridículo maniqueo y chabacano manejo que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho del tema del avión presidencial, al cual se encargó de convertir en el símbolo de corrupción de los Gobiernos anteriores (que en parte tiene razón), pero sus obsesiones y fines particulares han desvirtuado su legítimo deseo de desterrar el boato y dispendio que solían hacer los Gobiernos de Peña, Calderón, Fox, Zedillo y Salinas en su manera de viajar, de conducirse en general.

El segundo acto resulta más grave. López Obrador ha ordenado a su mayoría absoluta en el Congreso de la Unión que modifique la ley de adquisiciones para que le permita a su Administración comprar medicamentos en el extranjero, obviando los procesos que la actual ley, que está siendo modificada, obligaba a realizar.

En la Cámara de Diputados, con la adhesión de varios diputados del PRI (entre ellos el exgobernador Rubén Moreira), Morena y los suyos avanzaron en la reforma. En la Cámara Alta, los votos necesarios están garantizados y nada impedirá que el Gobierno mexicano salga al extranjero a adquirir las medicinas que miles de personas están requiriendo por el desabasto en estos insumos que provocó la aversión que el presidente tiene contra la industria farmacéutica nacional, a la cual acusa de haber sido parte de un aparato corrupto y rapaz que se benefició de manera ilegítima de las compras de medicinas que por lógica tiene que hacer el Estado mexicano y que por naturaleza propia de la cantidad de ciudadanos que somos se cuantifican en miles de millones de pesos.

El problema es que de paso el presidente destruirá miles de empleos de compatriotas que trabajan justo en las compañías productoras y distribuidoras de fármacos, y a eso hay que sumar el padecimiento de los que ya han vivido la falta de medicinas por este tipo de medidas.

Siguen entonces los problemas, el maldito COVID por un lado, que no cede, y las vendettas que a nuestro presidente le encanta encabezar.

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