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Marco Ortega

Desde que nacemos son pocos los años que nos dejan ser libres, porque al pasar esos años comienza todo un programa "normal", el cual hay que de alguna forma crear en ese cerebro que llega a este mundo con todo un sinfín de posibilidades infinitas y que hay que reducirlo para poder encajar en este mundo: lo que no se puede, lo bueno, lo malo, lo que debes de estudiar, cómo debes de portarte, lo que la sociedad espera de ti. A diferenciarnos entre el gordo, el flaco, el alto, el pobre, el rico, el inteligente, lo que debes de tener en temas materiales, quién tienes que ser, cómo te debes de defender, lo que tienes que llegar a hacer a tal edad, las religiones, en lo que serás y las consecuencias de si no haces caso o piensas diferente a la mayoría. Las diferentes culturas, los diferentes países y un sinfín de inagotables reglas y creencias, todas generadas y organizadas por los propios humanos y para las cuales las mías son la verdad absoluta; cualquiera que piense diferente a mí está mal. En muchos casos comienzan a quitarnos el poder de crear en ciertos ámbitos de la vida, y es ahí cuando el caos aparece: frustración, depresión, enojo, rencor, expectativas, ansiedad, paranoia, estrés entre tantas otras que desconozco.

ALTO

Te invito a pensar, si hoy fuera el último día de tu vida, ¿qué harías con todo eso?

Entendería que los seres humanos venimos de una sola fuente: el amor. Soltaría todos los rencores almacenados porque nada de eso importa ya. Agradecería cada minuto, cada amanecer, cada noche, cada hora, cada comida, cada vaso de agua. Comenzaría a disfrutar al máximo cada minuto porque ya no habrá más en algún momento. Dejaría atrás el estrés. No sentiría frustración ni ningún otro sentimiento que no me permita estar presente en esos últimos minutos horas o días que me queden. Sólo me concentraría en dar amor y hacer todo aquello que me indique mi corazón y que me genere plenitud.

Me perdonaría por todo aquello que no entendí en su momento y por no cuidar mis acciones y mis palabras. Llamaría a todas las personas que han estado presentes en mi vida y les diría que las amo por el simple hecho de estar, de ser. Buscaría a mis padres y hermanos para decirles cuánto los he amado y me disculparía por no habérselos dicho antes. Aprendería a respirar profunda y conscientemente, ya que no recuerdo hacerlo. Daría más a los que me rodean. Aprendería y compartiría el valor del oxígeno, ya que es nuestro primer contacto al llegar a esta tierra y lo último al partir. Reiría sin parar. Le diría a todos una palabra de aliento que los impulse a ser felices y a liberarse de todas sus cargas del pasado, porque ya no hay un futuro. Contemplaría un amanecer agradeciendo y miraría por horas la noche y las estrellas. Meditaría sobre todo lo que he crecido como ser humano y cómo logré romper todas esas reglas, creencias y juicios que no me llevan al amor y la conexión con los otros, ya que lo diferente a eso fue lo que me sembraron. Honraría este momento. No me desgastaría más por ese mañana incierto. Abrazaría a todas las personas que pudiera. Y es ahí cuando entendemos que lo único que importa y que tiene valor es tu aquí y ahora. Porque ya no hay mañana seguro, porque caíste en conciencia de que, durante todos estos años, invertiste tus minutos y horas en complacer a los demás y dejarte de último todo el tiempo. Te desgastaste en ese mañana que no sabías si llegaría, pero que te programaron a que eras inmortal y que ibas a morir de viejo, a qué te acostaras en las noches con la seguridad que volverías a despertar la mañana siguiente y que tenías que seguir luchando por ese futuro el cual hoy ya desaparece. Y si no lo logras no serías NADA, cuando somos todo.

Trabajemos nuestras creencias. Verifiquemos aquello a lo que hoy le damos valor y preguntémonos: ¿Realmente esto es lo que define mi existencia? ¿Estos juicios y creencias me generan amor, plenitud, compasión, unidad con todo en la tierra? Evaluemos los juicios que tenemos hacia los demás, ya que esos juicios hablan más de nosotros que de ellos. Recuerda: somos espejos y vemos en el otro lo que debemos seguir trabajando para poder entender que somos uno con todo.

Recuerda que cada mañana decides quién quieres ser en este mundo.

"No insistas en el pasado, no sueñes en el futuro, concentra tu mente en el momento presente" (Buda Gautama).

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