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¿Al son que nos toquen?

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
“Las leyes injustas son la telaraña a través de la cual pasan las moscas grandes y las más pequeñas quedan atrapadas”. — HONORÉ DE BALZAC

Lo que comenzó como un ejercicio de diálogo circular y rendición de cuentas rápidamente se fue convirtiendo en una suerte de posverdad a modo que se reinventa y acomoda todas las mañanas.

Las conferencias de prensa de Andrés Manuel López Obrador obedecen más a una narrativa de entretenimiento sui géneris que a menudo evade lo apremiante y recurre a cifras y datos que no siempre concuerdan con lo que está pasando. Además, como elemento adicional, hasta quienes no son afectos ni coinciden con el presidente de la república terminan cayendo en la trampa que supone acudir o ser mencionados en dichas conferencias porque ahí, aceptémoslo, todo puede ocurrirles a los convidados: desde regaños en público hasta quedarse dormidos ante los soliloquios de toda índole a los que es afecto el mandatario. Si bien Andrés Manuel López Obrador declaró que no prepara lo que va a decir en sus encuentros con la prensa, resulta evidente que pocos como él tienen la habilidad para mantener absorto al público durante casi dos horas.

Frente a un escenario muy complicado desde la irrupción del COVID, hasta ahora todo lleva a pensar que los grandes mítines y eventos multitudinarios a los que nos han acostumbrado los partidos políticos son cosa del pasado. De seguir las cosas así, las campañas de 2021 transcurrirán principalmente en medios tradicionales, internet y redes sociales. También, aunque no aparecerá en la boleta y ha dicho que no le interesa influir en el proceso electoral en ciernes, 2021 será comentado y debatido a placer por el propio presidente desde el púlpito de la Mañanera. Nadie como él gozará de reflectores y un espacio estelar para referirse a lo que le venga en gana. Además, es difícil que un político experimentado que ha sido tantas veces candidato y disfruta y se alimenta del juego electoral logre abstraerse y no comentar lo que acontece en la arena pública.

Antes de la irrupción del COVID en nuestras vidas, prácticamente ninguna voz había sido capaz de contrastar con la estridencia que es característica en el presidente y su Gobierno. Sin embargo, un desacertado manejo de la pandemia y los aires de superioridad moral de una Administración que concibe su verdad como la única válida, supuso la oportunidad de oro para que un bloque opositor de gobernadores inconformes con las políticas del Gobierno federal comenzara a manifestarse en público en contra de las medidas centralistas de la Administración. Fuera de ellos y a espera de un proceso que nos depara grandes sorpresas, el discurso de la oposición ha sido un tanto tímido e incapaz de convocar y capitalizar el desencanto que para algunos supone el actual Gobierno.

Con sus honrosas excepciones, la oposición sigue bailando al son que toca el primer mandatario y no ha conseguido posicionar una agenda mediática efectiva que contrarreste el discurso oficial.

¿O de qué otra manera se puede entender que un gobernador de oposición en ejercicio tenga que salir a defenderse en pleno horario estelar matutino? Con elecciones intermedias en vísperas, la oposición muerde el anzuelo y cae en el juego al que los orilla el propio presidente. En lugar de contrarrestar la narrativa oficial con propuestas y posturas que beneficien e interesen a la población, la mayoría de los opositores de la Cuarta Transformación insiste en enfocar sus baterías atacando al presidente y llevando la política al terreno de lo personal. Pese a un desacertado manejo de la pandemia del coronavirus y las consecuencias económicas y de seguridad que ello ha traído, aunado a una profunda desarticulación tanto en el Gobierno federal como en el propio partido en el poder, Andrés Manuel López Obrador todavía cuenta con el apoyo de la mayoría de la población, especialmente en temas como combate a la corrupción. Además, para efectos de contraste, el arresto de Emilio Lozoya supone una bocanada de oxígeno no solamente en términos de impartición de justicia, sino también mediáticos. Ello, sumado a la promesa de encontrar una vacuna para el COVID, quizá pueda darle al presidente el oxígeno necesario para sortear las elecciones intermedias sin mayores descalabros.

Y es que la escena que presenciamos ayer bien pudo haber salido de cualquier capítulo de una serie de Netflix. Ni siquiera los viejos y tristemente célebres videoescándalos de René Bejarano embolsándose billetes o Gustavo Ponce apostando en Las Vegas a la larga tuvieron el efecto mediático e inquisitorio de lo ocurrido en Querétaro. El pacto -porque eso essuscrito con Emilio Lozoya supone una tragicomedia de larga duración que, además de evidenciar la podredumbre institucional y los arreglos desde lo obscurito que carcomen al país desde siempre, refrendan la idea no del todo cierta de que la transición supuso un cambio de régimen, si bien no de hábitos, y que PRI y PAN representan más de lo mismo. Pancho Domínguez, quien hasta hace unos días era considerado como uno de los gobernadores mejor evaluados del país y ha hecho un buen papel, tuvo que salir a defenderse, nada más y nada menos que durante una conferencia de prensa a la que asistió el mismísimo presidente de la república. Nunca, salvo en los debates presidenciales, habíamos asistido a un espectáculo de tales tintes melodramáticos.

Domínguez, quien forma parte del bloque de gobernadores no afines al Gobierno federal, desencajado y mirando a un Andrés Manuel López Obrador al cual tenía a menos de dos metros de distancia, se defendió como pudo y lo que venga es de pronóstico reservado.

A 9 meses del proceso electoral, no pueden seguir siendo las conferencias de prensa ni la saga de Emilio Lozoya ni la rifa del avión ni mucho menos los dichos de Gatell los únicos temas de la agenda mediática. De acuerdo, que se persiga a los culpables de presuntos actos de corrupción y se haga justicia, pero no es solamente hurgando en el pasado como resolveremos el aquí y el ahora ni mucho menos un futuro plagado de incertidumbre.

Lo irresuelto y lo que está en juego y vale ser discutido en la mesa es mucho más apremiante que querer desentrañar con tal ahínco lo ocurrido durante un ayer que de poco nos sirve para efectos prácticos. Urge colocar temas ciudadanos en la agenda rumbo al 2021 y no solo hablar de lo que les interesa a los políticos y principalmente al presidente. Por ahí no va.

Twitter@patoloquasto

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