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'Se fue el amor de mi vida', pierde batalla contra COVID-19

'Nos hacía mucha falta un abrazo', relata María de los Ángeles, esposa de Jesús Torres, quien a sus 46 años perdió la vida

El día de mañana se cumple un mes exactamente del fallecimiento de Jesús Torres. Su familia incineró el cuerpo y sus cenizas fueron llevadas a casa. (ÉRICK SOTOMAYOR)

El día de mañana se cumple un mes exactamente del fallecimiento de Jesús Torres. Su familia incineró el cuerpo y sus cenizas fueron llevadas a casa. (ÉRICK SOTOMAYOR)

ANGÉLICA SANDOVAL

El peor rostro del COVID-19 se asoma una vez que llega la muerte y las medidas sanitarias para contener el virus impiden a las personas realizar rituales funerarios en honor a sus familiares fallecidos.

En la fase 3 de la pandemia, que ha dejado más de 720 víctimas mortales en la Zona Metropolitana de La Laguna (ZML), las despedidas tienen que ser breves y en aislamiento, sin la posibilidad de decir adiós a la persona amada con un beso o un abrazo y sin velorios colectivos que permitan sobrellevar el duelo.

En una pequeña casa de la colonia La Cortina de Torreón, cuatro integrantes de la familia Torres García se contagiaron del nuevo coronavirus pero solo tres pudieron librar la enfermedad.

Mañana 7 de septiembre se cumple exactamente un mes de que María de los Ángeles perdió a Chuy, el amor de su vida, el padre y mejor amigo de sus dos jóvenes hijos y el héroe de su pequeña hija de crianza Dayana, que no para de llorar. "Mi papi es fuerte, para mí, un héroe, me da sin reservas todo su amor. Él es mi maestro, mi más grande ejemplo, me ha enseñado a amar a mi Dios", es la canción que la niña le canta al señor Chuy cada que se acerca a su altar, acondicionado al interior de la casa.

Hay un sombrero, flores, imágenes religiosas, la fotografía y las cenizas de Jesús Torres de 46 años de edad, que murió a las 12:40 horas del pasado 7 de agosto en el Hospital Regional de Gómez Palacio por complicaciones después de que contrajo el virus SARS-CoV-2. Él padecía de bronconeumonía asmática y además tenía obesidad.

Todo comenzó en julio. La familia Torres García vende barbacoa los domingos en un local y los viernes se dedica a la venta de carnitas, buche y chicharrones. María de los Ángeles fue la primera en quedarse en casa porque comenzó con síntomas similares al COVID-19. Tenía fiebre, dolor de cabeza insoportable, articulaciones y perdió el gusto y el olfato. Debido a que no estaban afiliados al Seguro Social y a que su marido se había quedado sin empleo formal desde hace más de un año, en un principio la mujer no pudo pagar por una prueba diagnóstica de COVID-19 pero asegura que a los días se recuperó. "Decía mi esposo que lo que vendíamos era un sueldo de maquila y pues teníamos que acoplarnos, él quería que los muchachos estudiaran y salieran adelante".

Después, en un domingo de venta, el señor Jesús dejó el puesto de barbacoa y se regresó a la casa porque se empezó a sentir mal. Por temor y para evitar que se enfermara, tomaron la decisión de mandar a Dayana a casa de Chayo, una familiar.

'A MÍ SE ME HACE QUE ESTO ES CORONAVIRUS'

A Jesús primero lo llevaron a un consultorio médico similar y les dijeron que el malestar que tenía era por sus bronquios y que no era COVID. Le dieron medicamentos pero su estado de salud no mejoraba por lo que decidieron pedir una segunda opinión donde les explicaron que el señor tenía una infección y que ya se había extendido a la tráquea. Otra vez volvieron a comprar medicinas más caras que tampoco lo beneficiaron. De nueva cuenta regresaron al médico y finalmente le midieron los niveles de oxigenación en la sangre y su rango fue de 66. Además ya tenía fiebre, había perdido el gusto y el olfato, le faltaba el aire, repetía mucho, ya casi no comía y no podía dormir. "Ahí me dijo el doctor: 'a mí se me hace que esto es coronavirus, llévatelo, muévete con él", cuenta la esposa de Jesús, que no solía quejarse para no angustiar a su familia.

Con 800 pesos en su bolso y en medio de la lluvia, trasladaron al hombre a AR Médica donde su nivel de oxigenación cayó al 40 por ciento. De ahí, se movieron con Jesús en una camioneta rumbo al Hospital General de Torreón. "Y no nos lo aceptaron, me habló muy bien el personal pero me dijeron que no tenía caso que me lo aceptaran porque no había camas, el área COVID estaba llena y me mandaron a Gómez, él ya venía muy malo, iba acostado con los ojos cerrados".

En ese momento ya no había tiempo de recapitular ni de pensar en si actuaron a tiempo o tardíamente. Cuando llegaron al Hospital Regional de Gómez Palacio, la madrugada del 23 de julio, rápidamente e los militares le dieron el acceso al vehículo y salieron dos doctoras a recibir a Jesús en una silla de ruedas. Él tenía un semblante triste, con temor y no dejaba de mirarlos.

"Échale ganas, amor, todo va a estar bien", le dijo María de los Ángeles mientras que uno de sus hijos le tomaba su mano y lo motivaba a ser fuerte. "En medio de su miedo, mi esposo en tono de broma les decía: 'es que ahorita me echaron aire pero ya se me acabó'. Nosotros ya no le dijimos nada más y nos arrepentimos porque a lo mejor lo hubiéramos abrazado, lo hubiéramos besado pero nosotros lo hicimos por él, teníamos que ser fuertes", dice la mujer, con la voz entrecortada.

Así transcurrieron 15 días de agonía para la familia Torres García. La prueba diagnóstica de COVID-19 de Jesús dio positivo, siguió con dificultades para respirar y con pronóstico reservado. Se perdió el contacto físico y vinieron las llamadas telefónicas y los informes médicos diarios de las 11 de la mañana donde les decían que el señor estaba grave pero estable. En este periodo también se confirmó el contagio de sus hijos, José de Jesús y Luis Alejandro, de 23 y 20 años de edad, respectivamente.

PERDIÓ LA BATALLA CONTRA EL VIRUS

La última vez que María de los Ángeles vio a su esposo con vida fue a través de una videollamada. Él estaba en una cama de la zona de aislados y con oxígeno. "Esta enfermedad es de 'huevos' y tú los tienes, échale muchas ganas, primeramente Dios todo va a estar bien", fueron las palabras que le dijo en esa ocasión a su marido.

Aunque la mujer lo veía con ánimos y tenía esperanzas de que reaccionara, jamás imaginó que en un tiempo tan corto, Jesús ya no respondiera a la oxigenación y tuviera que ser intubado.

"Esos 15 días para nosotros fueron una agonía porque nosotros no salíamos, no recibíamos a nadie por lo mismo. Mi familia nos quería venir a consolar porque había noticias muy fuertes pero no queríamos que ellos se infectaran, nos hacía mucha falta un abrazo, no comíamos, no teníamos ánimos, en la madrugada estábamos con los ojos pelones esperando una llamada". En sus últimos días, Jesús recibió una carta de su esposa e hijos que fue leída por el personal de salud que estaba a su cuidado.

La madrugada del 7 de agosto, después de que terminaron de hacer oración y de que se habían ido a acostar, sonó el teléfono en casa de María de los Ángeles para pedirles que fueran al hospital. Presentía que no eran buenas noticias pero trató de controlarse por sus hijos y porque padece de la presión y tiene diabetes.

Al llegar a la clínica les informaron que Chuy no pudo reponerse y desafortunadamente murió. Le dio un paro respiratorio y su corazón no resistió.

Jesús pudo ser identificado por su familia ese mismo día. María de los Ángeles y sus hijos tuvieron la fortuna de ver su cuerpo a través de un cristal mientras que una enfermera lloraba desconsoladamente. Aunque sin contacto físico, la mujer del sector salud colocó sus manos en el vidrio y las unió con las de la familia Torres García, en señal de consuelo. Al fondo, se observa a Chuy, envuelto con plástico en color blanco, con una cinta con su nombre y el rostro descubierto. Estaba en paz y tranquilo, dice su primogénito. El hombre fue incinerado y sus cenizas llevadas a casa donde se le rindió un pequeño homenaje y novenario con sus familiares más cercanos quienes estaban impactados y acongojados por su muerte tan repentina.

En diciembre de este 2020, Jesús y María de los Ángeles cumplen 25 años de matrimonio. "Se fue el amor de mi vida y sinceramente pocos hombres como él, bien responsable, nunca nos faltó nada, todavía estando malo él se preocupaba por mí. Siempre fui su prioridad, no me hago a la idea, todavía no me cae el veinte, todos los días me levanto y sigo diciéndole '¿por qué me dejaste?, nos haces mucha falta", dijo la mujer y rompió en llanto. En medio de su dolor y del proceso de duelo, la familia Torres García agradece al personal de salud que atendió a Jesús durante 15 días.

"Dios los bendiga, nosotros nos venimos con el gran dolor pero con la satisfacción de que a mi esposo siempre lo trataron muy bien, les mandamos muchas bendiciones y siempre estarán en nuestras oraciones".

SU VIDA CAMBIÓ Y AHORA VIVEN AL DÍA

Con la muerte de Jesús, la vida de esta familia cambió totalmente. Hoy hay una silla vacía. Les falta el hombre que siempre les demostraba que los amaba, que quería todo lo mejor para sus hijos y que sacaba escondites de su cartera para que no les faltara nada.

Luis recién terminó la preparatoria y quiere estudiar para mecánico aunque con lo que pasó con su papá, se puso a buscar trabajo en un supermercado y espera que haya oportunidad para ir a la escuela los sábados pero primero tiene que juntar dinero para la inscripción.

A José de Jesús, el mayor, le falta un año y medio para terminar su carrera universitaria, de Ingeniería Industrial. Ya pidió a la universidad estudiar por las noches para trabajar de día, pues ahora tendrá que ser el soporte de su madre que además de que tendrá que retomar la venta de comida, seguirá limpiando casas y ocasionalmente haciendo banquetes. Debido a que ahora viven prácticamente al día, el joven hizo un llamado a la comunidad para que le den una oportunidad de trabajo. Las personas que deseen ayudarlo con algún empleo se pueden comunicar al teléfono: 871-570-5268 y 871-788-9712.

INGRESAN A HOSPITALES Y MUEREN SIN DESPEDIDA

Según datos del Gobierno federal, en Coahuila el 84.25% de las personas que fallecieron por COVID-19 perdieron la vida en los hospitales mientras que en Durango fue un 81.50%. Muchos de los fallecidos tuvieron complicaciones dado que tenían comorbilidades como la hipertensión, diabetes y obesidad.

En la Comarca Lagunera y más allá de las estadísticas que diariamente reportan las autoridades, ha sido muy difícil para las familias aliviar el dolor y asimilar la ausencia de las víctimas mortales que ha dejado el coronavirus, sobre todo porque en esta crisis sanitaria sin precedentes, no pudieron despedirse de padres de familia, hijos, hermanos y amigos ni mucho menos acompañarlos durante su estancia en un hospital.

La familia vivió en agonía los 15 días en que estuvo hospitalizado el señor Jesús Torres. (ÉRICK SOTOMAYOR)
La familia vivió en agonía los 15 días en que estuvo hospitalizado el señor Jesús Torres. (ÉRICK SOTOMAYOR)
El día de la muerte de Chuy, su esposa e hijos pudieron ver su cuerpo por última vez, mientras una enfermera rompía en llanto y ponía sus manos a través del cristal, en señal de consuelo. (CORTESÍA)
El día de la muerte de Chuy, su esposa e hijos pudieron ver su cuerpo por última vez, mientras una enfermera rompía en llanto y ponía sus manos a través del cristal, en señal de consuelo. (CORTESÍA)

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