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AMLO, derecho de réplica

JOSÉ ANTONIO CRESPO

Respondió López Obrador a los 650 abajo-firmantes de un desplegado sobre la libertad de expresión que más bien debían pedir disculpas por haber apoyado el neoliberalismo y haber callado ante el despojo de esa oscura noche. Bueno, muchos de esos firmantes quizá no pudieron expresar públicamente lo que sobre ello pensaban pues no tienen presencia en los medios, sino en la academia o el arte, pero es probable que no hayan visto con buenos ojos esos actos de corrupción. Como la mayoría de los mexicanos, seguramente piensan que debe aplicarse la ley a quienes hayan incurrido en esos despojos en los recientes gobiernos.

Y de los firmantes que sí tienen acceso a los medios, la gran mayoría denunció y criticó los actos de corrupción y abuso que iban siendo conocidos; lo mismo Ayotzinapa que la Casa Blanca, Odebrecht, la Estafa Maestra o la censura contra Carmen Aristegui. Y también denunciaron múltiples abusos de los gobiernos anteriores. Bastaría con revisar sus escritos o comentarios para confirmarlo. Pero a López Obrador le conviene aplicar una memoria selectiva para continuar con su discurso maniqueo de buenos contra malos que tanto gusta a sus feligreses. De esa forma mantiene su lealtad incondicional. Es parte de su gran habilidad para manipularlos.

Los firmantes del desplegado alertan sobre las señales de intimidación, restricciones o represalias veladas a medios y personas que expresan críticas e ideas contrarias a las del presidente. Y justo cuando AMLO niega eso, viene la limitación al derecho de manifestación de Frenaaa el sábado. Todo lo cual implica un retroceso en tan importante tema en lugar de un avance que ofreció el propio AMLO. Dice el presidente, con razón, que tiene derecho de réplica ante las numerosas críticas que recibe de múltiples grupos y sobre temas muy diversos. Sin duda el gobierno puede y debe informar y aclarar lo que está haciendo. Pero de un estadista se esperan respuestas puntuales, informadas, razonadas e incluso civilizadas. En cambio, lo que prevalece son descalificaciones ad hominem. A falta de argumentos, epítetos. Y no, no es lo mismo el impacto de las palabras de un jefe de Estado que las de cualquier científico, comunicador o líder social, por más influencia que éste tenga. Algo elemental, pero que muchos no terminan por entender.

Contrasta la postura de AMLO (o de Trump, que es la misma) con la de Angela Merkel al referirse a la prensa: "Los periodistas deben poder confrontar a un gobierno y a todos los actores políticos con una perspectiva crítica". La democracia necesita "proyectar distintas perspectivas de la realidad y diversidad de opiniones" (17/V/20). En cambio, aquí se reparten agresiones y descalificaciones a sectores y grupos que en algo no coinciden con las decisiones del gobierno (mujeres violentadas, médicos, padres de niños con cáncer, empresarios, científicos, organismos cívicos, etcétera). Lo que vuelve a quedar claro es que los polos políticos, como universos alternos que son, se siguen alejando uno de otro, por lo que cualquier diálogo civilizado es cada vez más difícil. Y apenas van dos años. A ver en qué acaba esto.

Profesor afiliado del CIDE

@JACrespo1

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Escrito en: Editorial José Antonio Crespo

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