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Ante carencias de comunidad en Matamoros, recurre a enseñanza a domicilio

Debido a que muchos estudiantes no cuentan con acceso a internet o computadora, la maestra Érika se las ingenió para impartir clases a grupos reducidos

La docente Érika Velázquez se organizó con los padres de familia para conformar grupos de dos o tres estudiantes y programar visitas para darles clases. (EL SIGLO DE TORREÓN)

La docente Érika Velázquez se organizó con los padres de familia para conformar grupos de dos o tres estudiantes y programar visitas para darles clases. (EL SIGLO DE TORREÓN)

MARY VÁZQUEZ

"Con la televisión en realidad no se pudo hacer mucho porque como hay padres que trabajan, no pueden estar al pendiente de las clases y a veces las televisiones no agarran la señal. Por eso yo dije que no: 'si me voy con la tele, los niños no van a avanzar nada, aparte muchos no tienen internet, entonces yo no me puedo sentar y esperar a ver qué pasa", son las palabras de la maestra Érika Velázquez Esquivel, de la primaria Ignacio Zaragoza en el ejido Vizcaya de Matamoros, donde acude a la comunidad para trabajar en grupos pequeños con sus alumnos e incluso trabaja individualmente con algunos.

La escuela se encuentra aproximadamente a cinco kilómetros de la cabecera municipal de Matamoros y pese a que está relativamente cerca hay complicaciones con la recepción de telefonía celular. Debido a las difíciles condiciones económicas no todas las familias tienen acceso a una computadora o al servicio de internet para que sus hijos reciban sus clases en la nueva normalidad, por el COVID-19.

"Yo me preocupo mucho porque los niños tengan al alcance el material, si se los envío por WhatsApp o por correo electrónico, a veces no hay señal de teléfono y no tienen internet y luego dónde lo van a imprimir, por eso me ocupo de buscar los temas y los materiales", platicó.

ESCUELAS DE TIEMPO COMPLETO

La docente trabaja bajo el sistema multigrado, es decir, tiene a su cargo a alumnos de primero hasta sexto año y son 16 niños los que tiene, los cuales divide en tres grupos o bigrados. Además hace funciones de directora, por lo que representa mucho más esfuerzo, pues la planeación de sus clases y demás actividades ya que la primaria está dentro del Programa de Escuelas de Tiempo Completo, por lo que antes de la pandemia su jornada laboral era hasta las cuatro de la tarde

Además de atender sus labores profesionales también debe atender las de su hogar. Tiene dos hijos: uno que recién se graduó de la universidad y una hija que cursa la secundaria, a quien llevaba a cada escuela donde la designaban en la primaria, pero ahora la debe "soltar" para que se las arregle en otra institución, siempre al pendiente de que que cumpla con sus tareas escolares.

La maestra Érika cuenta que al inicio de este ciclo escolar decidió trabajar directamente con los niños, pues reconoce que al no tener alcance de las herramientas tecnológicas algunos alumnos se retrasaron, pues les dejaba trabajos por semana.

COMPROMISO DE LOS PADRES DE FAMILIA

Como generalmente ocurre, algunos padres de familia no se comprometieron a trabajar junto a sus hijos e incluso muchas veces ni siquiera contestan el teléfono cuando les llamaba para revisar los avances. Otros padres que sí tienen interés de apoyar a sus hijos cuentan con la escolaridad mínima y hay hogares donde ambos padres trabajan, por lo que los pequeños no tienen el apoyo total.

Érika dice que en en su casa las clases por televisión no les ayudan mucho a sus alumnos, ya que para ella representaría hacer seis planeaciones de clases, una para cada grupo, para complementar los programas que se imparten en cadena nacional. Al ser bigrados, ella tiene que buscar otro tipo de contenidos para que sus niños registren un verdadero avance, por lo que al verse en esa circunstancia decidió "aplicarse" para volver a "encarrilar" a sus alumnos del retroceso que tuvieron en el ciclo anterior, por la pandemia.

APRENDIZAJE EN GRUPO

En este ciclo escolar decidió replantear su forma de trabajo y se organizó con los padres de familia disponibles y programó visitas en los domicilios. Como la mayoría de la comunidad son familia o tienen una estrecha relación dice que se juntan dos o tres para la clase y así a diario les deja trabajos que al día siguiente revisa, aclara dudas o refuerza el aprendizaje.

Incluso dice que hay madres de familia que también tienen una libreta y toman apuntes para que a la hora de hacer los trabajos no se les olvide cómo deben hacerlo. Considera que esa forma de trabajo le ha funcionado mejor, pues hay una atención más personalizada y los niños no se distraen como cuando están clases normales.

"Se podría decir que estoy trabajando como si estuviéramos normal en la escuela, yo veo que sí está funcionando porque la mayoría de los niños sí están reteniendo los aprendizajes porque es como si estuviéramos en clase normal. Incluso me atrevo a decir que es mejor porque los grupos son muy reducidos y se les pone mayor atención, porque si tienen dificultad con algo, se les vuelve a explicar, además de que no hay ningún distractor", expone.

La maestra comparte que trabajar de esa forma es como si tuviera su jornada laboral antes de la pandemia. Llega al ejido Vizcaya a las nueve de la mañana y se retira a las dos, en promedio trabaja dos horas con los niños. Así es prácticamente todos los días, pues hay ocasiones que tiene ocupaciones por su función de directora o reuniones con su supervisión escolar.

Érika dice que los materiales que lleva para la clase no tienen ningún costo pues debido al Programa de Escuelas de Tiempo Completo reciben un recurso y durante los cinco años que lleva en la escuela se ha preocupado por proveer de copiadora, materiales didácticos y demás artículos que necesita y si no cuenta con lo que necesite, hay el recurso para adquirirlo.

PARTE DE LA COMUNIDAD

La maestra es originaria de Matamoros pero hace poco tiempo que adquirió vivienda en Torreón, al oriente de la ciudad, por lo que dice que le toma algunos 20 minutos llegar el ejido Vizcaya, incluso menciona que llegó hace cinco años y ya está familiarizada con todos en la comunidad, ya la ven parte de ellos, pues durante todos estos años ha logrado integrarlos a la actividades escolares. Recuerda que en una ocasión para los festejos de aniversario del reparto agrario la escolta estuvo conformada por madres de familia, ya que al ser pocos alumnos era imposible que los niños participaran en el desfile, bailes y demás actividades programadas para la celebración.

Los padres dicen que antes de que llegara Érika, algunos decidieron llevar a sus hijos a las escuelas de la ciudad, pues no veían el mismo compromiso y avance con los anteriores maestros. Cuando vieron las "ganas que le echaba la maestra" regresaron a sus hijos y dicen que agradecen que la maestra se aplique con los niños porque la mayoría no tiene la forma de estar tan al pendiente de ellos. "Muchos maestros no le ponen el mismo empeño que todos, trabajan diferente" dice una de las madres.

Érika tiene 39 años y 16 de servicio, al preguntarle si siempre estuvo en su mente ser maestra, sin pensarlo responde que sí, pues su madre también lo fue. Sonríe al recordar que como ella con su hija, su madre también la llevaba a las escuelas en donde trabajaba y recuerda que lo único que no le gustaba de su mamá es que era muy estricta, pero dice que así eran los maestros de antes, aplicaban la disciplina con rigor.

Platica que aunque es muy pesado trabajar en el sistema multigrado, terminó acostumbrándose a la gran carga de trabajo, prácticamente toda su carrera profesional ha trabajado en comunidades alejadas o que tienen pocos niños y solo asignan a un maestro. Al salir de la Normal Superior de Torreón, su primer trabajo fue en un ejido cercano a Velardeña, Durango, donde había tres maestros y cada uno se hacía cargo de dos grupos, pero no duró mucho tiempo porque luego la mandaron a una escuela de la ciudad de Matamoros, pero solo fue un interinato; luego fue al ejido Andalucía del mismo municipio donde la escuela también era unitaria, de ahí la asignaron al ejido Corona y fue donde más tiempo permaneció y tenía solo un grupo, hasta que llegó a Vizcaya donde retomó sus conocimiento para trabajar sola.

"Para mí al principio fue muy difícil porque sí batallaba mucho pero terminas acostumbrándote. Es que la convivencia multigrado es mucho muy diferente, porque la convivencia de los niños es como más sana y los amoldas, los grandes se vuelven muy tolerantes con los más chiquitos, los enseñas mucho a convivir, se promueve mucho la integración. Claro que tiene mucha dificultad porque presenta el doble de trabajo, planear las actividades y luego encargarte de lo administrativo, mientras un maestro unigrado se encarga de un solo grupo", indicó.

La maestra dice que si bien para ella su trabajo es un reto muy grande, pues tiene un doble esfuerzo, con la pandemia lo es mucho más. Asegura realizar su labor con mucho cariño, pues ama su trabajo y dice que el aprendizaje es recíproco porque durante todos estos años de servicio sus alumnos, sus familiares le han enseñado mucho.

No todos los padres de familia pueden estar al pendiente de sus hijos durante las clases en televisión. (EL SIGLO DE TORREÓN)
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Érika relató que siempre quiso ser maestra, desde que era pequeña. Lleva 16 años en esta profesión. (ARCHIVO)
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