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Viesca: de manantial a páramo (II)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

En la colaboración anterior hablamos de cómo la vida en los ambientes áridos resulta más exigente para las poblaciones humanas, y en casos como nuestra cuenca y, sobre todo, en la Región Laguna, la disponibilidad de agua de los escurrimientos superficiales y los depósitos subterráneos que originados por los ríos Nazas y Aguanaval, permitió la creación de un emporio agropecuario y agroindustrial.

Pero también mencionamos como la intervención humana sobre estos cuerpos de agua ha generado beneficios económicos y costos sociales y ambientales. En el primero de los casos La Laguna llegó a ser, en la primera mitad del Siglo XX, la principal zona productora de fibra de algodón y ahora de leche y lácteos, acumulando capitales invertidos en infraestructura productiva y que dieron origen a fortunas empresariales y empleos entre la población lagunera.

En el segundo caso, al ser una intervención no planeada, primero sobre los ríos y después sobre los acuíferos, o quizás los medios de planeación no alcanzaban a ver horizontes más allá de los beneficios anteriores, no les permitió dimensionar los impactos socio-ambientales que derivarían de la forma en que se gestionó el agua, como la alteración de los hábitat naturales y la vida silvestre, la disminución en la recarga de los acuíferos y su consecuente sobreexplotación y contaminación, las afectaciones en la salud pública derivadas de esto y, en casos como Viesca, la desecación de sus manantiales que hoy son páramos cuyos pobladores viven del turismo que atrae su condición de pueblo mágico y de la agricultura principalmente de bombeo.

Viesca tiene rasgos históricos sobresalientes, es una de las poblaciones más antiguas de la región, fundada con el nombre de San José y Santiago del Álamo a inicios del Siglo XVIII por descendientes de familias indígenas provenientes de Parras, se ubicaba en la desembocadura del río Aguanaval que antes de ser represado alimentaba veneros que dieron origen a manantiales. La vida de aquellas generaciones de los habitantes de este municipio estuvo asociada al disfrute de esos cuerpos de agua, de los que hoy solo quedan recuerdos.

En el territorio que hoy forma este municipio se fundó una de las primeras misiones jesuitas de la región, la de Santa Ana de los Hornos, y uno de los más importantes latifundios creados en los orígenes de La Laguna, La Hacienda de Santa de Hornos, que entre sus propietarios tuvo a Leonardo de Zuloaga, con el tiempo un terrateniente local, de origen vasco y pionero en la introducción del cultivo de algodonero, cuyas construcciones históricas hoy se ubican en el ejido Venustiano Carranza. Durante un tiempo considerable, en estos lugares floreció un emporio agrícola local del cual aún persisten rasgos como el propio casco y la iglesia de la hacienda, así como algunas edificaciones del área urbana.

Aunado a sus construcciones esta población también presenta otros rasgos históricos que involucraron a sus pobladores en hechos como el movimiento de Independencia con el paso de Miguel Hidalgo por ella, en la Reforma con la estancia temporal de Benito Juárez, período en que emerge una figura importante en la historia de este municipio, el General Jesús González Herrera, custodio del presidente liberal.

Viesca también presenta valores ambientales relevantes, en este hábitat árido dos ejidos, Villa de Bilbao y Tomás Garrido, declararon sus terrenos como áreas naturales protegidas voluntarias estatales, en el primero se encuentran las dunas que se originaron asociadas a los escurrimientos finales del río Aguanaval, donde reside una especie simbólica de lagartija endémica (Uma esxul). Hoy en día Viesca es sede de un centro de investigación que en este municipio construye la Universidad Autónoma de Coahuila con el fin de estudiar la riqueza biótica de estos ambientes áridos.

Al visitar esta población no se imagina uno lo que fue en otros tiempos, aquel emporio agrícola y la belleza escénica que le proveían los manantiales. Los laguneros que hoy en día vivimos en la parte del valle agropecuario, donde se ubica la zona metropolitana y el área agrícola irrigada, que continúa beneficiándose de la disponibilidad de agua que sostiene nuestra economía y población regional, debemos ver en retrospectiva a Viesca como una población de afectados ambientales, resultado de la forma en que gestionamos el agua que nos proveen los ríos Nazas y Aguanaval, que esos beneficios de los cuales continuamos disfrutando se han obtenido a costa de la desertificación de municipios como este.

Por ello Viesca debería plantearnos una reflexión seria y un proceder necesario de considerar a este municipio como una población que debe recibir una compensación ambiental que resarza el daño creado por nosotros en aras de utilizar los recursos naturales solo con fines económicos, de explotarlos para generar riqueza, de promover un crecimiento económico que hace oídos sordos a los impactos ambientales y sociales que provoca.

Viesca nos muestra que en ocasiones tomamos decisiones sobre el uso de nuestros recursos naturales sobre las cuales debemos reflexionar para no repetirlas, el ciclo de intervención arbitraria de nuestros ríos, de sus flujos superficiales y de los depósitos subterráneos, debe concluir, e iniciar otro que imponga la racionalidad imperativa del desarrollo sostenible, de recuperar nuestros ríos y acuíferos, ya que estos últimos son nuestras reservas futuras de agua.

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