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No sería fortuito

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Todo indica que como sociedad nos lo merecíamos. Desde semanas atrás los países europeos occidentales estaban ya dando cuenta de que se estaba produciendo un disparo en los contagios del maldito COVID-19, que ha trastornado la vida de miles de millones de personas en el mundo y que desgraciadamente aún no se ven trazas claras de cuándo se tendrá la vacuna o tratamiento eficiente para afrontar este mal.

El también conocido como coronavirus se reportó en diciembre pasado en la ciudad china de Wuhan, un centro poblacional del gigante asiático de más de 9 millones de personas. Las imágenes que desde allá se transmitían daban cuenta de cómo el Gobierno chino tenía la capacidad de confinar a los millones de habitantes de esa población y era asombroso mirar cómo una urbe de esas dimensiones, con rascacielos incluidos, podía quedar en sus calles totalmente desoladas.

Apenas unos meses después, febrero para ser preciso, el virus había llegado a Italia con fuerza y rápidamente se desató la epidemia que la Organización Mundial de la Salud atinadamente clasificó en su momento como la pandemia que ahora y quizá con mayor fuerza nos sigue azotando.

Junto con Italia la enfermedad se propagó hacia Francia, España, Reino Unido, Alemania y en general a toda la comunidad europea. Los italianos y españoles con sus respectivas autoridades ordenaron también el confinamiento forzoso de sus habitantes. Ha sido impactante ser testigos a distancia de cómo ciudades tan vibrantes como Roma, Madrid o Barcelona con sus paseos míticos lucieron por semanas vacías.

Francia, aunque también confinó, no lo hizo de la manera tan severa como la española o italiana; tampoco de esa forma Alemania. Desafortunadamente lo que sí fue un factor común fue la ola de infectados y, peor aun, de muertos que ha causado en el Viejo Continente, particularmente en el segmento de población de mayor edad, que es muy amplio por aquellos lares y que es uno de los factores en los que se agrava la letalidad de este virus, la edad avanzada.

A la par de Europa, el virus llegó a América y por supuesto la primera potencia del orbe, que tiene como líder a un tipo como el señor Trump, por lo que las autoridades norteamericanas desdeñaron el poder destructivo de la pandemia. Hoy los Estados Unidos tienen reportes de 9 millones 650 mil personas que ya han sido infectadas y doscientos treinta y cinco mil muertos.

El caso mexicano se asemeja al de nuestro vecino del norte y aunque el Gobierno de la república está planteando una estrategia de pocas pruebas y con ello se diga que en la patria mexicana el problema no es tan grande, ya por COVID directos han fallecido más de 93 mil 772 compatriotas. No se incluyen aquellos que el Gobierno clasifica como sospechosos.

Con este breve recuento en términos de infectados y muertos por el COVID, así como su avance en el mundo, y luego de ser advertidos de que aparecería un segundo brote provocado por la entrada del otoño y por el mismo relajamiento de las medidas de contención, en México y en nuestra región el disparo ha sido más violento.

Como ya los datos lo indicaban, el número de casos confirmados aumentaba exponencialmente. Tan es así que apenas unos días atrás el vecino estado de Chihuahua decretaba volver a semáforo rojo, en cuanto a estado con respecto a la pandemia. Esto significa restricciones mucho más severas que trastocan incluso a la nueva normalidad, a la que de a poco nos íbamos acostumbrando.

Desafortunadamente poco caso hicimos. Tanto en Coahuila como en Durango el fenómeno chihuahuense se replicó de tal forma que rápidamente nos acercamos a la temida saturación hospitalaria, esa que incluso se había logrado evitar con todo y sus asegunes en todo el país.

Chihuahua ya lo ha declarado, están llenos para atender a pacientes de COVID, lo que quiere decir que se corre el riesgo de que personas mueran sencillamente porque no pueden ser atendidas.

El gobernador de Durango se ha apresurado a declarar su entidad también en semáforo rojo. Su precipitación ha hecho generar condiciones que causarán caos en la Comarca Lagunera, donde viven alrededor de 500 mil habitantes, casi un tercio de su población total.

La Ley Seca total ordenada para los 39 municipios duranguenses, incluidos obviamente Gómez Palacio y Lerdo, generará mayor movilidad de sus ciudadanos, que acudirán a Torreón a proveerse o consumir, in situ, bebidas espirituosas, por más obstáculos que se pongan en los puentes que nos unen.

Coahuila también se ha endurecido en las medidas y eso nos afectará de nueva a cuenta a todos. Más allá de si el Gobierno de Durango se apresuró o no o si la decisión hasta de Coahuila es la adecuada, lo cierto es que el exagerado relajamiento y la indolencia de nuestra población, incluyendo el segmento de los que más tienen (por aquello de la boda de más de 700 personas en una colonia exclusiva de Torreón), nos tienen en vilo de una nueva y amarga contingencia. Quizá sea ya irremediable volver también Coahuila a rojo, pero si eso ocurre, sin duda nos los merecíamos. No sería fortuito.

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