Columnas la Laguna

ANÉCDOTAS

LA NIEVE DE CHEPO, 124 AÑOS DE HISTORIA Y TRADICIÓN

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

La primera dama de México, Carmen Romano de López Portillo, la saboreó de manos del jefe del estado mayor presidencial en 1978, durante la inauguración del pabellón del Parque Nacional de Raymundo. Ella la pidió por conducto de sus ayudantes y le gustó el producto nevero elaborado en Lerdo por la familia Morales. Me consta porque fui testigo: le llevaron dos vasitos de nieve de coco y de mango y con delicadeza el militar y jefe de sus custodios, se la dio en la boca con una cucharita de plástico como si fueran novios, ambos de pie y flotando en una nube, una escena que nos maravilló a reporteros, invitados y curiosos que la rodeaban. Acabó con medio contenido o más de cada vaso y enseguida reanudó la gira, más relajada y desenvuelta.

Personajes de la política mexicana han degustado la nieve de garrafa generacional lerdense, además de la guapa esposa de José López Portillo, presidente de la República: Miguel de la Madrid en su gira por Durango como candidato a la presidencia del país y Alfonso Martínez Domínguez, líder nacional del PRI, entre otros. A este último el alcalde de Lerdo, Diego Martínez, lo invitó a probar la famosa nieve al concluir una asamblea política en el desaparecido cine López, frente a la plaza principal y alrededor de 200 asistentes al evento se colaron y acabaron con las existencias de nieve del día. Pagó el Ayuntamiento, afirman los enterados.

Para esa época, la nieve de Chepo preparada en sus inicios en garrafas manuales -ahora son eléctricas- ya se había consolidado como un producto netamente lagunero surgido en Lerdo en 1896, con un carrito de mano de dos tinas o envases empujado por don Trinidad Morales, pionero del negocio y abuelo de Juan José Manuel Morales, el actual dueño y manejador del establecimiento. A 124 años de distancia y de dura pero visionaria tarea artesanal, la empresa acrecentó su popularidad y se extendió al parque Guadalupe Victoria, Cuenta en la actualidad con veinte sucursales en la región lagunera: ocho en Torreón, dos en Gómez Palacio, dos en Lerdo, la Ciudad Jardín, -tierra natal de iconos, personajes (dixi Chepo) y monumentos, destaca en sus memorias el catedrático Ramón María Nava González-, y el resto en la ciudad de Durango y Parras de la Fuente.

Con la nieve de Chepo, fabricada con hielo, sal y concentrados saborizantes de mango, limón, tamarindo, durazno, vainilla, guayaba, cajeta, durazno y chamoy, la más reciente, se han deleitado y refrescado artistas, deportistas, intelectuales y familias enteras de las ciudades conurbadas. Juan Gabriel, el inolvidable compositor y cantante de “Amor Eterno”, fue otra de las figuras que tuvieron esa satisfacción, lo mismo que los actores Carlos López Moctezuma, Julio Alemán y el profesor Jirafales; Alberto Vázquez, el de la voz y fina nariz, dueño de un rancho en Matamoros, Coahuila, también figuró en el libro virtual de las visitas que derretían a los demás con su presencia. Raúl Velasco, el polémico conductor del programa televisivo “Siempre en Domingo”, ahí estuvo, impresionante por su fama y carisma, al igual que los jugadores del equipo de futbol Santos Laguna, cómicos de la talla de Lalo España, alias “Doña Márgara, y los caminantes, andarines, corredores, paseantes, parejas en vías de formalizar noviazgos y matrimonios y naturalistas que frecuentan domingo a domingo el parque y la plaza principal, sitios exponentes de la icónica nevería lerdense. Políticos e ideólogos aparecen en ese listado de celebridades, pero son los laguneros los principales consumidores y promotores del solidificado refresco devenido a nieve de garrafa, un proceso emparentado con el raspado a mano utilizando un cepillo parecido a una garlopa de carpintero. En Torreón una nevería de la calle Ramón Corona, frente a la Plaza Mayor, mantiene esta práctica manual donde el despachador cepilla la barra de hielo, vacía con los dedos el contenido del cepillo en un vaso alto, lo copetea, oprime con la palma de la mano y enseguida aplica la sustancia que da sabor al gusto del cliente. Laguneros que ya se volvieron chilangos, la procuran cada vez que regresan a su tierra natal. Pero a mí me gusta más la nieve de Chepo, lo digo sin ningún afán publicitario. Reportajes en El Siglo de Torreón cumplieron ya con esa misión, confirmando la fama nevera de la Ciudad Jardín. Aparte, hay gente que llega de toda la República Mexicana exclusivamente a surtirse del helado que identifica a la ciudad de los viveros y las higueras en el ámbito nacional.

Don José Trinidad Morales fue el fundador; a su muerte lo sucedió su hijo José Morales Cervantes y este, a su vez, fue el antecesor de Juan José Morales Martínez, una cadena filial que va de hermanos a hijos, nietos y nietas. Antonio y José Luis Morales, Gabriela y Juan Manuel. Con estos últimos dos, los nietos, suman ya cuatro generaciones, nos confió por teléfono Gabriela Morales, nieta que ya también ayuda y participa en la administración y manejo de la elaboración, ventas y distribución del producto bajo la tutela de su padre Juan José, y aparece, por lo tanto, como potencial heredera, en una curiosa coincidencia con Georgina Solorio, nieta y beneficiaria directa de Conchita, la fundadora del restaurante que lleva su nombre, el prestigiado negocio de comida casera, o sea que son las nietas las que le están dando continuidad al legado de los abuelos y padres . (La nieve de garrafa es ancestral. Hecha de la nieve del Popo y el Iztaccihuátl por los mexicas, la paladeaba el emperador Moctezuma con miel adornada de flores. En la cultura teotihuacana y su pirámide del sol, circularon las nieves de agua y de mieles, de cacao, capulín, mamey y guanábana; de hierbabuena, queso, arroz y ajo; de canela, calabaza, aguacate, nuez y pétalos de rosa. Marco Polo, el viajero veneciano, trajo a Italia recetas de la nieve recogidas en sus aventuras por Europa)

Los políticos locales con cargos públicos llevaban a los comunicadores de libreta y fotógrafos a la nieve de Chepo. Unos de pie y otros sentados en la banqueta porque aquellos y sus achichinques ya habían acaparado -fieles a su costumbre- mesas y sillas . Y también nosotros le hacíamos al cuento, simulando el papel de foráneos que incursionaban en el folklore local como si no lo conociéramos. Paleros, diría yo, pero le entrábamos con ganas a la nieve de garrafón made in Chepo. Y gratis, como si fuera poco.

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