LA REBELIÓN CONTRA LA MUERTE
La muerte nos acecha paso a paso. Los medios de comunicación quieren hacer la muerte cotidiana, hablando de fallecidos como simples cifras que aumentan día a día, cual marcador de un encuentro deportivo, compitiendo entre países, estados y ciudades, ente clases sociales o profesiones. Se comparan datos con otras categorías de decesos, y con cifras por edad, sexo o estudios. Cotidianamente amarillistas, los medios confrontan datos de fallecidos por la violencia, por el hambre, por el aborto. Pareciera que, a fuerza de repetir una y otra vez, en vivo y a todo color, quisiesen maquillar el rostro de la muerte y quitarle el misterio cruel que encierra. Con cifras inciertas, manipuladas y falsas, rechazan los estudios serios basadas en la realidad.
Pero la muerte, aunque ineludible como el acontecimiento más seguro del vivir, no debe jamás trivializarse. Ser indiferentes ante esta realidad es contradictorio con la naturaleza humana, que ya desde el hombre de Neanderthal, ha dejado en las sepulturas acompañadas de rituales, su inconformidad ante el hecho de morir.
¿Será que, trivializándolos, los que no han sabido enfrentar la pandemia quieren aminorar la culpa, haciendo de los muertos sólo datos? ¿Será que la cotidianidad de la muerte, podrá diluir el dolor por el amado que ha partido? ¿Será que un dato frío podrá llenar el inmenso vacío del que muere?
Es cierto que la muerte es ineludible, pero es sin sentido para quien con inteligencia, voluntad y libertad ama, elige, hace arte, se solidariza, forma familia y sociedad. ¿Para qué amar si la vida humana se convierte en sólo un ensayo para la muerte? ¿Qué sentido tiene vivir humanamente si todo termina en la tumba?
Ante esta crueldad de la muerte, no falta quien busca consuelo en la "resignación" considerada ésta común "rendirse". Negada la continuidad de la existencia después de la muerte, la persona humana es más fácilmente manipulable y explotable. Temerosa de morir, se consuela con "sobrevivir", renunciando a lo propio del ser humano, perdiendo con ello también su capacidad de trascender. Ante la muerte no hay nada que se pueda hacer.
Pero hay una vida después de la muerte. Toda la historia de la humanidad está marcada por esta rebeldía. El creyente en la resurrección se revela contra la vida sin sentido, contra la muerte como el final. Vivir para amar es la prueba de que el amor vence las tinieblas del odio y la experiencia de comunión con el Dios en quien confía, lo lanza a una vida que construye humanidad y protege la vida humana como misterio divino encarnado en la realidad. Es por ello que los que pretenden manipular, lo primero que hacen es quitar toda espiritualidad autentica, toda religiosidad y toda esperanza de eternidad.
La rebeldía en el tiempo se alimenta de trascendencia; crecer en humanidad implica la firme convicción de ir más allá de los límites de este espacio y este tiempo. No en vano muchos de los movimientos rebeldes, incluyen una mística y una convicción que se alimenta de esperanza en la vida después de la muerte. El que se revela contra la muerte lucha sin el miedo de perder la vida; el rebelde contra lo intrascendente, combate las amenazas contra la vida verdaderamente humana y no sólo "sobrevive"; constructor de esperanza, la expresa con signos de eternidad y trascendencia, concretadas en cada historia, como historia de salvación.
La muerte no es para acostumbrarse a ella ni para quitarle su importancia, sino para revelarse contra ella. La vida humana se vive en el aquí y ahora del tiempo presente, pero se perfecciona en la eternidad. La grandeza del destino del hombre se funda en el tiempo cuando él defiende la dignidad de la vocación del hombre y hace esperar a aquellos que no se atreven a creer en la grandeza de su destino. Lejos de disminuir al hombre, este mensaje le sirve para su progreso dándole luz, vida y libertad y, lejos de él, nada puede llenar el corazón humano.
