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A GALOPAR

Alejandro Tovar

En esta película de Stanley Kubrick (1928-1999) donde somos protagonistas todos, ya pocas cosas nos sorprenden e

impactan. Acostumbrados al miedo, brindando por el recuerdo y también por el olvido, no disfrutamos de la dulzura climática cuando pasaron los colores del verano y nos traen al gran Checo Pérez ganando en su Racing Point F1 en el Circuito Internacional de Baréin.

Los medios, que solo dan datos básicos, sin ofrecer cultura y conocimiento a sus seguidores, no dicen que Baréin se zafó del protectorado inglés en 1960 y es una pujante y rica nación que basa su fortaleza en el petróleo. Se trata de 30 pequeñas islas en el Golfo Pérsico, cuya capital es Manama y solo tienen 1, 250, 000 habitantes, de las cuales 50% son extranjeros. Están unidos a Arabia Saudita en un monumental puente de 26 kilómetros llamado Calzada Rey Fahd.

El gozo por Checo lo ahuyentó la furia del Puma, que hizo ver mal a Cruz Azul y a su técnico, quienes pasaron de la ilusión recalentada al ridículo. Hicieron recordar que una de las leyes que rigen al mundo de los vampiros, es que solo pueden entrar en una casa si alguien les llama desde el interior. Siboldi, con plan suicida, dejó que el felino asomara con delantera feroz e irresistible.

Del melancólico viento del desierto de Baréin a la debacle cementera, mejor pasar a los peligros de la ficción o la zaga de la nostalgia, que son temas apetecibles en tiempos de sobrevivencia. Como recordar al notable poeta español Rafael Alberti (1902-1999) parte de la generación del 27 y hombre de futbol, siempre. Decía que de niño, dibujaba porteros que se estiraban sobre el papel.

En 1928, era uno de los millares de fans que repletaron el estadio de El Sardinero en Santander, donde el FC Barcelona disputó y ganó 3-1, la final de Copa de España con la Real Sociedad, después de dos partidos de empate a uno (entonces no se jugaban tiempos extras ni lanzaban penales). Claro, el gran Alberti era seguidor azulgrana, que encabezaba el ídolo José Samitier. El arquero del Barsa era el húngaro Franz Platko (1898-1983).

El astro de la Real, Ignacio María Alcorta “Cholito” se plantó en el área y se sacudió la marca, Platko se lanzó a sus pies y se quedó con la pelota, pero también con el golpazo en su cabeza, que sangró demasiado. Con el público de pié ovacionándole, el arquero regresó a la cancha vendado como una momia y completó la victoria histórica. Con ello Alberti hizo un juego de palabras. “Lo que poseemos, de alguna forma, ¿hasta qué punto nos poseen las posesiones?”.

Ahí nació la Oda a Platko, dibujado e inmortalizado por el genio de Rafael Alberti, poema que sirva para endulzar estos días de ese encanto del juego y las palabras. “Nadie se olvida, Platko/ no, nadie, nadie, nadie/oso rubio de Hungría/ ni el mar que frente a ti saltaba, sin poder defenderte/ ni la lluvia, ni el viento, que era el que más regía/ ni el mar, ni el viento/ Platko rubio, Platko de sangre/ guardameta en el polvo/ pararrayos.

Alejandro Tovar//[email protected]

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