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Llama Biden a la unidad en EUA

El primer discurso como presidente no fue brillante ni con oratoria redonda

Biden (i) hereda un país en pedazos. Además de la tragedia del Congreso, el país está polarizado y se mantiene la crisis del coronavirus. (AP)

Biden (i) hereda un país en pedazos. Además de la tragedia del Congreso, el país está polarizado y se mantiene la crisis del coronavirus. (AP)

AGENCIAS

Joseph Robinette Biden llevaba tres décadas esperando un momento que llegó este miércoles, poco antes del mediodía de Washington: ese instante en el que, con la mano izquierda sobre una Biblia familiar del siglo XIX y con la mano derecha en alto, juraba el cargo que siempre soñó: presidente de Estados Unidos.

Lo hizo en uno de los momentos más crudos de la historia del país: dos miércoles antes, miles de trumpistas enloquecidos asaltaban y vandalizaban la escalinata en la que él, ayer a sus 78 años, juró como mandatario número 46 del país. Dos semanas después del asalto al Congreso y el intento de insurrección, Biden no pudo hacer otra cosa que un llamado contundente a la unidad y confirmar que, a pesar de todo, la democracia estadounidense sigue más viva que nunca.

El primer discurso como presidente no fue extremadamente brillante ni con una oratoria redonda; pero fue el discurso perfecto para el momento adecuado. "Seré presidente de todos los estadounidenses" fue un mensaje que tuvo un sentido diferente, casi reparador. "Es nuestro momento histórico de crisis y desafíos. Y la unidad es el camino", dijo Biden, advirtiendo que, en caso de no hacer seguir esa senda y "no estar a la altura", el destino no es otro que el fracaso como país.

Biden hereda un país en pedazos. Además de la tragedia del Congreso, el país está polarizado, se mantiene la crisis del coronavirus y los efectos en la economía, las instituciones todavía están temblando horrorizadas y las consecuencias de los últimos cuatro años han dejado cicatrices imborrables. Algo que Biden quiere intentar reparar cuanto antes, y su receta es clara: unidad.

"No hagamos que los desencuentros nos lleven a la desunión", reclamó, con un llamado rotundo a terminar la "guerra entre liberales y conservadores", "demócratas y republicanos": la "guerra incivil" que está viviendo Estados Unidos, profundamente metidos en una espiral de decepción, desconfianza, descrédito y desapego. Es a eso a lo que se refería Biden cuando decía, en campaña electoral, que quería "reparar el alma" del país.

"Hoy celebramos el triunfo no de un candidato, sino de una causa: la causa de la democracia", celebró. Con el asalto al Congreso a flor de piel y el trumpismo todavía presente, el nuevo presidente afirmó que "hemos aprendido que la democracia es valiosa, que la democracia es frágil", para añadir que Estados Unidos, cuando se ha visto en el precipicio y ha tenido que ponerse a prueba, "ha salido reforzado". La joven poeta Amanda Gorman, una de las sensaciones de una ceremonia sobria a pesar de la pomposidad característica, lo resumió en su poema para la ocasión: "La democracia puede ser retrasada, pero no puede ser permanentemente derrotada".

Biden considera que su llegada al poder es simplemente el triunfo de la democracia sobre la insurrección, de la verdad sobre la mentira, del deseo de unidad sobre la división. Se respira en Washington un viso de pasar la página cuanto antes.

Los signos son claros. El vicepresidente saliente, Mike Pence, prefirió asistir al acto de investidura y dar señales del traspaso de poderes pacífico que asistir al mitin electoral que se organizó el presidente saliente antes de huir hacia Florida. La cordialidad fue la tónica predominante de unos actos de investidura que no se salieron del guion, más allá de la falta de público asistente y las extremas medidas de seguridad, nunca antes vistas, debido a la pandemia y al temor del resurgimiento de actos violentos que fueron inexistentes.

Nadie duda que fue un día histórico. El color púrpura de Kamala Harris, guiño indiscutible con las sufragistas y a la igualdad de género, recordaba la ruptura de un nuevo techo de cristal de raza y género: se convertía en la primera mujer negra en el cargo de vicepresidenta en los más de dos siglos de historia de Estados Unidos.

La administración Biden es consciente que un primer paso para restaurar la unidad del país y la confianza en las instituciones es que la verdad tenga otra vez preponderancia en el discurso. "Las últimas semanas y meses nos han enseñado una lección dolorosa: hay mentiras y hay mentiras; mentiras dichas por poder y por beneficio propio […] y tenemos la responsabilidad de defender la verdad y derrotar las mentiras", dijo Biden en un momento del discurso.

No fue baladí que, por esa razón, la nueva portavoz del gobierno, Jen Psaki, empezara su primera conferencia de prensa de la administración prometiendo "verdad y transparencia" en la sala de prensa. La gran ausencia fue el presidente saliente, Donald Trump, quien huyó de Washington a primera hora de la mañana, organizándose una fiesta de despedida bajo mínimos, sin casi asistentes, en la que prometió "volver de alguna manera" antes de subir al Air Force One y desaparecer hacia Florida.

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