Cultura

César Secundino

El arpa lagunera que conquistó el mundo

El lagunero César Secundino es considerado uno de los mejores arpistas del orbe

Orgullo. El arpista nacido en Torreón y criado en San Pedro de las Colonias, ha puesto en alto a La Laguna a nivel mundial.

Orgullo. El arpista nacido en Torreón y criado en San Pedro de las Colonias, ha puesto en alto a La Laguna a nivel mundial.

SAÚL RODRÍGUEZ

Nacido en Torreón, en 1985, pero criado en la colonia Zapata de San Pedro de las Colonias, César Secundino se ha convertido en uno de los principales referentes del arpa a nivel internacional. Su sonoridad engloba una educación en instituciones españolas como el Conservatorio de Aragón o el Colegio Berklee en Valencia. A esto se añade su esencia latinoamericana, su interés en la improvisación y una búsqueda más allá de las fronteras del lenguaje musical.  

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César Secundino descubrió su pasión musical mientras se ejecutaba la partitura de su infancia, en la Casa de la Cultura de San Pedro de las Colonias. Allí, paralelo a sus intereses natos sobre teatro, comenzó a rasgar su guitarra. Desde entonces la vibración de las cuerdas llamaba su atención.

Pero el momento clave de su aventura se presentó al conocer al maestro Martín Madrigal, quien acudió a ofrecer un pequeño concierto en la Casa de la Cultura sampetrina. Aquella sonoridad maravilló a un César Secundino de doce años.

"Me emocioné bastante, porque, como en ese tiempo ya tenía la pasión por la guitarra. Primero dio un concierto, unas pláticas, ahí mismo en la Casa de la Cultura. La verdad me inspiró bastante escucharlo. Era algo diferente a lo que yo hacía. Él ya tocaba música clásica, tenía muchísima más técnica y fue cómo se expandió todo mi mundo, todo mi universo de la música".

Ante ese detonante, una conversación posterior con un vecino, le dejó clara la instrucción que debía seguir su vida. El futuro arpista decidió entonces que acabaría la secundaría y se mudaría a Saltillo para estudiar en la Escuela Superior de Música.

La ciudad coahuilense le deparaba otra sorpresa musical. Si bien César Secundino comenzó a estudiar guitarra, una interpretación de La Catedral, obra de Agustín Pío Barrios, provocaría en su maestro la frase que lo cambiaría todo: "Tienes que hacer que tu instrumento suene como un arpa".

"Me quede pensando que en realidad nunca había escuchado un arpa. La única arpa que conocía era la de la lotería".

Así que el lagunero acudió a una tienda para comprarse un disco con música de arpa. Regresó a su hogar saltillense y con la primera pieza del disco, una sonata de Domenico Scarlatti, firmó el acta de matrimonio con este nuevo instrumento.

Con el surgimiento de esta nueva pasión sonora, Secundino se trasladó a Monterrey para dejar la guitarra y estudiar arpa con el maestro Enrique Guzmán en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Al terminar la licenciatura, decidió cruzar el Atlántico y aterrizar en la ciudad de Zaragoza, España. Allí aprendería otra de las lecciones más valiosas de su vida: ejecutar el arpa sin descartar la esencia latinoamericana que en él mismo se presenta.

ALCANZAR LA CÚSPIDE

En España, a César Secundino le invadían las inseguridades. Comenzar a tocar el arpa a los 19 años le había generado dudas sobre su técnica, mismas que se escribía en crescendo al apreciar el talento de los arpistas europeos durante las competencias. Pero otra vez la guía sabia de un maestro le mostró el camino a seguir.

"Conocí a un maestro que daba clases de improvisación. Ya con él me conecté más hacia lo que hago ahora, que es el jazz y la cuestión de la improvisación".

Con las cuerdas de su futuro bien tensas para poder tocarse, César Secundino vio otra oportunidad para perfeccionar sus conocimientos musicales en el Colegio Berklee en Valencia, donde realizó su tesis sobre la improvisación.

Entonces el ahora arpista, quien había participado en distintas competencias de su instrumento en Europa, logró adjudicarse el premio del jurado y el premio del público en el Concurso Mundial de Arpa (WHC) en 2018, donde compitió contra 180 arpistas de todo el mundo.

"Me tocó ir a Nueva York. Estuve ahí tocando y luego escogieron a los semifinalistas que nos tocó ir a Holanda a un festival, donde escogieron a los tres primeros lugares, y me quedé con el premio del público y el del jurado".

Pese a estar consciente de su talento y la frescura de su propuesta, el resultado fue inesperado, una completa graduación a nivel internacional.

Desde entonces ha intentado estar vigente con proyectos. Ahora porta un sonido propio: se amarra cascabeles en los pies y combina la percusión con los arpegios. Su presencia en el escenario es la de alguien que no teme experimentar ni explorar, la de un latinoamericano, un lagunero que disfruta el sonido.

Últimamente ha colaborado con instituciones como la Orquesta Nacional de Jazz de México y se ha sumergido en la composición musical, creando piezas como la reciente Dèjá Vu.

"Con la música encontré una manera de expresión, se volvió mi manera de hablar. Es la magia de la improvisación también, que depende de un estado de ánimo".

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