Cultura

Marcela Zapiain

Los secretos de la restauración

Marcela Zapiain comparte las técnicas de conservación empleadas en Museo Arocena

Oficio. La restauración de obras artísticas debe ser un proceso invisible que respete la creación.

Oficio. La restauración de obras artísticas debe ser un proceso invisible que respete la creación.

SAÚL RODRÍGUEZ

Debajo del Museo Arocena, un taller es el lugar donde las obras del recinto son restauradas. En el ambiente levita el aroma a pintura y solvente, mientras algunas piezas pictóricas se muestran oscurecidas debido a un oxidado barniz antiguo. La restauradora Marcela Zapiain es la encargada del sitio perteneciente al área de conservación y catalogación. Aquí se trabaja con toda la colección dependiente de la curaduría. 

"Se atiende toda la colección. Es decir, de manera preventiva, todo. Tenemos que ver las condiciones de humedad, temperatura, ataque de insectos, cualquier cosa que afecte a la colección que esté en cualquier lugar: en los depósitos, en exhibición o donde esté, en préstamo, incluso. En cuanto a intervención directa, depende del número de exposiciones que tenemos. Estamos hablando de unas 10 piezas al año, de manera preventiva en cuestiones muy puntuales: limpiezas, consolidaciones, corrección de montaje".

En este cuarto subterráneo, las manos de Zapiain han sido capaces de descifrar siglos de arte. Cada obra se ve afectada por las condiciones del entorno. En ocasiones una pieza puede preservarse en perfecto estado a pesar de su antigüedad, pues no fue expuesta al sol o a la humedad y el único trabajo del restaurador es mantener estas condiciones.

En contraparte, otra pieza pudo haber pasado por diferentes dueños y expuesta a humedades o cambios de clima. También se habla de un deterioro antropogénico, es decir, causado por el propio ser humano. La restauradora expresa que es complicado vaticinar qué le sucederá a una pieza con el paso del tiempo.

"Es como nosotros mismos. Todos nos envejecemos naturalmente, todos tenemos un envejecimiento natural, pero también depende de cómo nos alimentamos, de cómo nos cuidamos, si hacemos o no ejercicio. Son las condiciones ambientales las que permiten. Entonces, no se puede decir cuál es el proceso específico de un deterioro".

Sobre un caballete posa una pintura del siglo XIX. Se trata del retrato de una monja. Su autor ha firmado con la tinta invisible del anonimato, pero se puede apreciar un texto que menciona la identidad del personaje: Sor María Agustina de la Santísima Trinidad. La pieza arribó al museo sin bastidor, sin ese soporte de madera que la nutre de tensión. La tela presentaba un estado amarillento causado por una espesa capa de barniz, colocada años después de su realización. También estaba cubierta de repintes.

"Tenía una pequeñísima lesión en la mejilla del personaje y en vez de ignorarla, decidieron hacerle un repinte y este había virado de color. Tenía una mancha en la mejilla y una capa espesa de barniz. Al momento de eliminar el barniz, descubrimos que había sucedido algo que es frecuente en la pintura virreinal, que es la reutilización de lienzos. El pintor decidió reutilizar un lienzo para hacer la obra. Eso se ve en la orilla donde hicimos una cala de limpieza para ver qué había debajo."

En las pinturas de caballete, el deterioro generalmente está determinado por el soporte de madera. Este experimenta cierto movimiento a lo largo del tiempo y provoca craqueladuras. "Esas fisuras son como nuestras arrugas en la piel, es algo inevitable, pero que va a salir. Por otro lado, a veces le da buena apariencia esa pátina que nos permite saber que algo es antiguo. A veces el deterioro nos puede decir si una pieza es original".

Zapiain acentúa que el restaurador considera de suma importancia analizar el proceso de creación, para a su vez respetarlo. Necesita saber qué materiales empleó el pintor y cuántas manos intervinieron después. También indica que es muy difícil encontrar una obra que esté intocada. En ocasiones, las intervenciones son oportunas, pero en otras deterioran al objeto.

El equipo del Museo Arocena no sólo restaura obras pictóricas, también devuelven la vida a esculturas y objetos de madera, como un baúl español cuya madera dañado por insectos cruje al ser abierto. El cuero que lo cubre está cuarteado y se necesita lograr que la madera pueda consolidarse y recuperar firmeza para colocar algún resane que permita mejorar la estructura.

Zapiain es apoyada por el equipo de montaje y museografía del museo. Además, también se maneja un programa de residencias para estudiantes de la Escuela Nacional de Conservación y de la Escuela de Conservación de Occidente.

"La verdad es que la restauración tiene mucho de invisible. La cosa es precisamente que no se vea, porque sería invasivo. Es bonito experimentar los procesos de limpieza, sobre todo una pieza que está muy sucia y de pronto tiene otro colorido, eso suele ser muy sorprendente (…) La restauración tiene que respetar la concepción del autor".

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