Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Perineo llegó a su casa al término de un viaje. Se dirigió a la alcoba y halló a su esposa en el revuelto lecho in puris naturalibus, o sea sin ropa - eran apenas las 5 de la tarde-, y en estado de inusual agitación. Simultáneamente con esa experiencia de carácter visual el señor tuvo otra de orden auditivo: escuchó ruidos en el clóset. Lo abrió, y ahí estaba su compadre Pitorrón. "¿Usted, compadre?" -exclamó don Perineo con acento dolorido. Replicó el otro: "¿Y a quién esperaba ver? ¿A Brad Pitt o Leonardo di Caprio?". Dos antiguas amigas que provenían del mismo pueblo se toparon en un centro comercial de la ciudad. "Mira nomás qué elegante -le dijo con veneno una a la otra-. Y yo te conocí cuando tenías solamente un par de zapatos". "Sí -admitió la otra, no menos venenosa-. Y tú me preguntaste para qué servían". El abuelo dormitaba en un sillón. A sus pies estaba Pepito, su nieto menor. Entró la mamá del chiquillo y le dijo con ternura: "¡Qué lindo eres! Estás cuidándole el sueño a tu abuelito". "No -aclaró Pepito-. Lo que pasa es que se durmió con el cigarro encendido, y estoy esperando que la lumbre le llegue a los dedos para ver cómo salta". En el Bar Ahúnda un individuo jaque y baladrón empezó a meterse con don Cucurulo. Los insultos que sin razón alguna le espetó no son para consignarse aquí. Se puso en pie el agraviado y enfrentó al rijoso sujeto: "Tenga usted cuidado, amigo. Soy hombre que aguanta poco". Se levantó a su vez el otro y sin más le propinó a don Cucurulo un formidable puñetazo que lo hizo caer al suelo echando sangre por tres de los nueve orificios naturales de su cuerpo. Desde abajo le dijo el lacerado a su ofensor: "¿Lo ve? Aguanto poco". Babalucas, me da pena decirlo, es tonto de capirote. A ese propósito recuerdo a un loquito de mi ciudad, Saltillo. La gente se divertía dándole a escoger entre un reluciente peso de plata y una grisácea moneda de zinc de 10 centavos. Tonilito -así se llamaba el susodicho- miraba fijamente las dos monedas y al final escogía siempre la de 10 centavos entre el regocijo y la risa de los oferentes. Alguien le preguntó una vez a Tonilito por qué hacía eso. Respondió él: "Si una sola vez escogiera el peso, nadie me volvería a ofrecer las dos monedas. Haciendo lo que hago llegó a juntar a veces hasta veinte monedas de 10 centavos en un día. Soy loco, pero no pendejo". Babalucas no era loco, pero sí lo otro. Prueba de eso es el siguiente sucedido. Tenía el badulaque un cierto amigo que gozaba de favor entre las damas por su carácter audaz y extrovertido. El tipo era un tenorio, un casanova. Una noche los dos fueron a un antro, y vieron a una hermosa mujer que bebía su copa en un extremo de la barra. Le indicó el seductor a Babalucas: "Fíjate cómo hago para conquistarla". Fue con airoso paso  hacia la fémina y le dijo: "Estoy haciendo una rifa gratuita. Di un número, cualquiera, del uno al nueve". Divertida respondió la dama: "Siete". "Acertaste -le informó el conquistador-. El premio de la rifa soy yo". Rio ella; el afortunado galán le dio el brazo y salieron los dos del antro muy acaramelados. En el extremo opuesto de la barra estaba otra mujer, igualmente hermosa y solitaria. Babalucas fue hacia ella y le dijo: "Estoy haciendo una rifa gratuita. Di un número, cualquiera, del uno al nueve. "Cinco" -sonrió ella, bien dispuesta. "Lástima -se condolió el pavitonto-. El número premiado era el siete. Perdiste". (Nota: Babalucas debería decir todos los días la oración siguiente: "Santo Señor San Alejo: / te pido con devoción / que me quites lo pendejo / y me aumentes lo cabrón"). FIN.

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