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SIGLOS DE HISTORIA

EL HIERRO EN LA ESTEPA: FRANCISCO DE URDIÑOLA

Francisco de Urdiñola: comúnmente retratado como “hombre
fuerte”, más que como pacificador.

Francisco de Urdiñola: comúnmente retratado como “hombre fuerte”, más que como pacificador.

PRIMERA PARTE

La historia de la forja y civilización del Norte de México y de lo que a la postre sería el sur de los Estados Unidos bien puede definirse como la historia de los grandes esfuerzos. Y la épica de los grandes esfuerzos corresponde por igual al arrojo individual de algunos hombres a quienes tocó la tarea de encabezar a muchos. Entre los muchos, hubo un hombre que por su carácter y arrojo logró encumbrarse pasando de ser un pequeño terrateniente y un simple soldado hasta llegar a detentar para sí una de las extensiones de territorio más grandes en la historia de América, por su propia mano: Francisco de Urdiñola y Larrunbide.

Nacido en el año 1552, en las cercanías del valle de Oyarzun, en el poblado próximo a Santiago de Guipúzcoa, en el País Vasco, Urdiñola perteneció a aquella generación de hombres que desafiando los peligros de su tiempo y el natural temor a lo desconocido, dejó la placidez de los campos verdes y las nieves para lanzarse a lo que en sus propios términos, ellos y muchas generaciones de compatriotas suyos, llamarían simplemente “ir a hacer la América”. Durante muchos años en México se sostuvo erróneamente que el significado del apellido Urdiñola no era otro sino el de “herrería azul”. Sin embargo, cabe precisar que la grafía original peninsular no era otra que Urdinola sin la “ñ”, y su significado real es el de herrería a secas. Así pues, emulando la hégira propia de los peninsulares al Nuevo Mundo tanto como el ánimo emprendedor que desde entonces caracterizara a todos los oriundos de su región, Urdiñola llegó a la Nueva España en la década de 1570, contando con escasos 20 años de edad y en el momento justo en que se daba por inaugurada una época de promesas para el naciente Imperio Español tanto como para sus súbditos de Ultramar: tras la ocupación de la Ciudad MéxicoTenochtitlan por parte de Hernán Cortés y miles de indígenas de distintas tribus, los años de sangre y opresión de los mexicas habían llegado a su fin.

Con el mestizaje, producto de la mutua convivencia entre los peninsulares y los naturales, nació un Nuevo Mundo; y tras la instauración formal del Virreinato se abrió la pauta para establecer nuevos fundos en tierras agrestes así como para extender por igual tanto la imaginación como la civilización más allá de las llanuras semiáridas que se extendían hacia el norte.

Alentado seguramente por el ejemplo aventurero de Francisco Vázquez de Coronado y su épica exploradora en NuevoMéxico fue que el joven vasco tomó la iniciativa de partir de las tranquilas y ricas tierras del centro del Virreinato, internándose en el norte semiárido a la bsqueda de mejores horizontes.

Aunque su desembarco en el Nuevo Mundo se ubica ya en la segunda mitad del Siglo XVI, no será sino hasta el año de 1578 cuando la historia registrara las andanzas del futuro hombre fuerte en las cercanías del mineral de Avino, ubicado en una de las estribaciones montañosas al sur de la provincia de la Nueva Vizcaya. En este mismo año, Urdiñola adquiere una pequeña propiedad por medio de compra a don Juan de Gamón, terrateniente español avecindado en la región y muy relacionado con el gobernador Francisco de Ibarra. Dadas las grandes posesiones de este último es que tomarán posteriormente su nombre y apellido varios sitios y poblados tales como el antiguo San Juan del Río y la Sierra de Gamón en el Estado de Durango, tan sólo por citar algunos casos. No extrañará entonces el que al poco tiempo y siguiendo el ejemplo de su predecesor en estas tierras, ya investido con grado militar, Urdiñola volverá a su pequeña propiedad nada menos que para fundar el pueblo correspondiente al próspero y legendario mineral de Peñón Blanco en 1585.

Según su parecer y aún no conforme con lo logrado, Francisco de Urdiñola emprende nuevamente marcha al sur, rumbo a tierras zacatecanas, para avecindarse en el mineral de Mazapil, poniéndose bajo las órdenes del capitán don Alonso López de Lois. Y a la sombra benéfica de López de Lois llegará a obtener también el grado de capitán debido al valor y mérito demostrado en muy distintas batallas contra los indios bárbaros que desde entonces ya asolaban por lo general los fundos y villas recién fundadas, saqueando y masacrando a peninsulares e indios por igual. Debido a su experiencia militar y a sus prontos conocimientos, para el año de 1580, Urdiñola fue requerido a presentarse urgentemente junto a sus soldados en defensa del poblado de Santiago del Saltillo (en ese entonces bajo la jurisdicción de la Nueva Vizcaya) que se veía constantemente amenazada por las incursiones de indios bárbaros en perjuicio de los esfuerzos civilizadores que pretendían establecerse en las estribaciones del Nuevo Reino de León tras la iniciativa de hombres como don Diego de Montemayor y Alberto del Canto. Las labores de demarcación territorial iban de la mano con las labores de abastecimiento de bienes así como el acopio de armamento para el desarrollo de estrategias de defensa, organizándose estas gracias al esfuerzo en conjunto con los habitantes hasta lograrse la pacificación absoluta de esta nueva villa después de seis largos años. Sin embargo, cabe señalar que los años de resistencia por parte del capitán Urdiñola y de los pocos habitantes fueron interrumpidos en su autonomía y sus esfuerzos de supervivencia tras la llegada de don Luis de Carvajal en 1582, fecha en que por así convenir a los intereses de este último pasó a quedar la villa bajo la jurisdicción inmediata de la Provincia del Nuevo Reino de León. La llegada de Carvajal y de la gente poco escrupulosa que trajo consigo sólo vino a aumentar el cúmulo de problemas que se enfrentaban, ahondando aún más las grandes diferencias ya existentes debido a su afán por intentar esclavizar a los indios y a sus niños para explotarlos en las minas de Zacatecas, hecho que sólo cesará hasta la captura y juicio de Carvajal en 1589. Así, tras la borrasca política, social y militar (producto de la discordia tanto como de la amenaza exterior) llegará la calma, y con ella una justa recompensa para todos: a los tres años de ser pacificada, la villa volvió a pertenecer a la Nueva Vizcaya, y don Francisco de Urdiñola fue nombrado Alcalde Mayor de Santiago del Saltillo.

Tras seis largos años como defensor, el capitán Urdiñola salvó a la villa de Santiago del Saltillo en 1586.
Tras seis largos años como defensor, el capitán Urdiñola salvó a la villa de Santiago del Saltillo en 1586.

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