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SIGLOS DE HISTORIA

Don Santiago Lavín, un cántabro progresista (PARTE II)

SANTIAGO LAVÍN, 1869

SANTIAGO LAVÍN, 1869

ROBERTO MARTÍNEZ GARCÍA

En 1876 don Santiago Lavín ya estaba en posesión material, más no judicial, de las tierras con que los herederos de Juan Ygnacio Jiménez le liquidaron el adeudo que su padre había contraído. La década de los años ochenta lo encontró ya establecido en su nueva propiedad cuya cabecera estableció en la finca Noé, la que eran regada por la presita de Santa Rosa. Muchas de esas tierras eran tierras baldías que Santiago abrió al cultivo, para ello tuvo que trazar un canal y acequias, iniciando trabajos hidráulicos con ese fin.

Después del triunfo de Juárez y la República, la figura de don Francisco Gómez Palacio se acrecentó, tanto que llegó a ocupar cargos importantísimos como Procurador de la Nación y embajador juarista; en septiembre de 1880 asumió la gubernatura del Estado de Durango, la que ganó en las elecciones del 1 de julio anterior. Pareciera que el futuro de Lavín se iluminaba. Pero, siempre el maldito pero, la casta militar surgida de la lucha armada reclamaba espacios políticos, así fue como surgieron las revoluciones de La Noria y Tuxtepec en donde la figura principal fue la del general Porfirio Díaz. Las del general Díaz y el licenciado Francisco Gómez Palacio eran prácticamente distintas.

La principal aversión del caudillo de la triunfante revolución de Tuxtepec por el licenciado Gómez Palacio era la pasada posición política relacionada con el juarismo e iglesismo. Díaz era el representante de una casta militar surgida de las luchas armadas entre liberales y conservadores, estaba acostumbrado a que los conflictos se resolvieran con las armas en la mano. Gómez Palacio, por el contrario, seguía al pie de la letra muchas de las consignas de Juárez como la que afirmaba "Nada con la fuerza, todo con el derecho y la razón", o su máximo apotegma: "Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz". Su posición civilista y como letrado en leyes lo llevó a apoyar la idea de que Sebastián Lerdo de Tejada, después del triunfo de los tuxtepecanos, en 1876, debía ser sucedido por el civilista José María Iglesias.

Con Manuel González como presidente y compadre del caudillo Díaz, los conflictos se presentaron. Lavín necesitaba agua para los nuevos terrenos abiertos a la agricultura por lo que decidió, primero, desazolvar y ensanchar el canal que había construido Jiménez en 1850. Las protestas de los agricultores de río abajo no se hicieron esperar. Muy pronto, entre los habitantes de Coahuila empezó a correr el rumor de que las obras iniciadas por Lavín cambiarían el curso del río rumbo a la hacienda de Noé

La petición coahuilense era justa, pues ensanchar un canal río arriba significaba mermar la cantidad de agua que llegaría río abajo. Lavín consideraba que lo único que buscaban los reclamos era favorecer a la familia González Treviño, dueños de las tierras que también compraron a los herederos de Jiménez, y vinculados por parentesco con el gobernador coahuilense Evaristo Madero. Además, en aquellos lejanos tiempos los agricultores podían tomar el agua de los ríos sin restricción alguna. Los González Treviño eran propietarios de la presa de Calabazas que se encontraba aguas abajo del canal de Lavín y contaban también con el apoyo de los caudillos, ahora grandes funcionarios federales, Gerónimo Treviño como Ministro de Guerra y Francisco Naranjo como jefe del DF. El conflicto por el agua provocó que se invadiera territorio duranguense, que se destruyeran canales, que Coahuila buscara apoderarse de territorio de Durango, que ocurrieran hechos sangrientos como la muerte del comandante de rurales de Coahuila Doroteo Rosales en Lerdo, Durango. Y en medio del conflicto, el gobernador Gómez Palacio y su amigo Santiago Lavín, contra la maquinaria de Porfirio Díaz y sus protegidos.

La política de Díaz para eliminar la influencia del cultísimo duranguense Gómez Palacio se hizo presente en casi todos los ámbitos de la vida política y económica; aunque la compañía ferroviaria había determinado, en principio, que la línea tocara a la capital duranguense, finalmente, con argumentos económicos fue eliminada esa propuesta y la capital de Durango siguió incomunicada; al llegar las nuevas elecciones para gobernador se escogió, sin escrúpulo alguno, a los que habían sido simpatizantes del imperio de Maximiliano para suplir a los juaristas, así llegó al poder Juan Manuel Flores. Mientras tanto, Lavín seguía luchando para que su empresa sobreviviera, en eso andaba cuando su gran amigo don Francisco Gómez Palacio falleció el 27 de febrero de 1886 que en el momento de su deceso tenía 62 años de edad.

Para Lavín, era el momento para analizar nuevas estrategias y conseguir la paz que lo llevara a ejercer sus aptitudes como empresario con gran iniciativa.

FUENTE: Roberto Martínez García, Vida y obra de Santiago Lavín. Los renuevos de la vieja encina de Cantabria, UIA-Laguna/Ayuntamiento de Gómez Palacio, 2004-2007/Patronato del Primer Centenario de Gómez Palacio, Gráfica Impreza, 2005.

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HACIENDA NOÉ
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