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SIGLOS DE HISTORIA

Manuel José Othón en La Laguna (SEGUNDA DE TRES PARTES)

¿Qué les parece la Plaza de Lerdo con su avenidaMadero viendo al sur? ¿Y qué impresión tienen del tranvía de mulita y los vendedores ambulantes de frutas? Es el arbolado y romántico Lerdo a finales del siglo XIX, donde vivió como uno más de sus habitantes el poetaManuel José Othón, en pleno Porfiriato.

¿Qué les parece la Plaza de Lerdo con su avenidaMadero viendo al sur? ¿Y qué impresión tienen del tranvía de mulita y los vendedores ambulantes de frutas? Es el arbolado y romántico Lerdo a finales del siglo XIX, donde vivió como uno más de sus habitantes el poetaManuel José Othón, en pleno Porfiriato.

DOMINGO DERAS TORRES

Cuando Manuel José Othón conoció Ciudad Lerdo, lo deslumbraron las bellezas de su exuberante y umbrosa vegetación, sus plazas, sus estrechas calles, sus huertas, sus acequias callejeras y la cordialidad de sus habitantes. El vate de San Luis Potosí tenía apenas tres meses de haber instalado su domicilio en Torreón, pero decidió mudarse a la población duranguense cercana a las riberas del Nazas, poseedoras de encantadores y bellos paisajes que sedujeron su mirada de esteta. Sus cantares poéticos al desierto de la Comarca Lagunera, nos revelan, el impactante encuentro que se suscitó entre su espíritu de bardo sensible con la naturaleza yerma. Alfonso Reyes, de él, escribió: "En la paz de las aldeas gustaba Othón pasar la vida, donde es más fácil salir al campo y descuidarse de todo aquello que sólo accesoriamente nos ocupa." Disfrutó del apacible y silente Lerdo, era una ciudad, pero tenía sabor aldeano, de ahí se escapaba a excursionar por la agreste campiña lagunera.

FIJA SU RESIDENCIA EN CIUDAD LERDO

Jesús Zavala, ya mencionado como uno de sus biógrafos, anotó que Manuel José Othón llegó a Ciudad Lerdo a principios de 1898. Pero es válido enfatizar que cuando los lerdenses solicitaron al entonces gobernador de Durango, general Juan Manuel Flores, la elevación de su villa al rango de ciudad, entre los firmantes aparece el nombre y firma del poeta potosino. El documento está fechado el 1º. de agosto de 1894, fue rubricado por 1,154 ciudadanos, a continuación cito los nombres de algunos de ellos:

"Licenciado Manuel Puente, licenciado José Zurita, licenciado Manuel José Othón, doctor Francisco Vera, doctor Francisco A. Herrera, doctor Julio Castrillón, doctor Jesús Quiroz, doctor Agustín Vergara, doctor Benjamín Rossano, ingeniero José C. Castrillón, ingeniero Francisco A. Echevarría, Doroteo Ramírez, Félix Ramírez, Jesús Pámanes, Adolfo Pámanes, Manuel Díaz Couder, Benjamín Lavín, Gonzalo Siller, Canuto Gamboa, Juan Antonio Bracho y Aurelio Palomino." (Apuntes Históricos de Ciudad Lerdo, Durango. 1594-1910. Autor: Jaime Soto Castro. Segunda edición. HERFA Impresores, S.A. de C.V. Gómez Palacio, Durango. 1994)

Posiblemente, Manuel José, si para esa fecha no tenía fijada su residencia en Lerdo, ya venía a esta población a gestionar negocios y tendría algunos amigos, de cualquier manera lo invitaron a firmar el documento que promovía elevar a la categoría de ciudad a la población. La petición tuvo respuesta, el Congreso del Estado de Durango expidió un decreto el día 16 de noviembre de 1894, donde se erige en ciudad a la villa, el texto expresaba que en lo sucesivo dicha comunidad llevaría el nombre de "Ciudad Lerdo".

En definitiva, Othón se mudó de Torreón a Lerdo, arrendó una casa al matrimonio formado por José Antonio Estens y Felícitas Cuevas; la finca estaba localizada en la esquina sureste del crucero que forman las calles de Allende y Belisario Domínguez. El porfiriano inmueble fue demolido a principios de la década de los noventa del siglo pasado, en su lugar fue ampliada la construcción del "Hospital de la Divina Providencia", en la primera sección de la clínica estuvo la casa de la familia Estens Cuevas; toda la manzana fue de su propiedad y tiene aceras que dan su frente a las calles Aldama y Aquiles Serdán, por sus linderos sur y oriente. Ahí fincaron, en tiempo posterior, unas viviendas que arrendaban y eran conocidas popularmente como "Cuartos de los Estens", fueron derruidas en la segunda mitad del siglo XX.

La casa que habitó el autor del "Idilio Salvaje", era una edificación austera de medianas proporciones, tenía unos grandes ventanales -típicos de las antiguas fincas de Lerdo- con enrejado de hierro forjado, sus puertas eran de madera y su banqueta de ladrillo; equivalía al retrato de su modesta personalidad. Para el año de 1958, al cumplirse los cien años de su natalicio, las autoridades municipales y estatales le rindieron un homenaje. Como testimonio del conmemorativo evento develaron una sencilla placa de cantera, grabada tiene la siguiente frase: "En esta casa vivió el poeta mexicano Manuel José Othón (1858-1906). Noviembre 23 de 1958. Gobierno del Estado. Ayuntamiento de Lerdo"; dicha placa sigue ahí, se conservó y fue colocada sobre la fachada del hospital.

Cuando Othón fijó su residencia en Lerdo, ya se hablaba de la decadencia de esta ciudad que se veía rebasada por el asombroso crecimiento de la Villa de Torreón, donde el intenso tráfico ferroviario y el éxito comercial del algodón dispararon su progreso. El periódico bisemanal "La Evolución", de la ciudad de Durango, con fecha 16 de enero de 1898, publicó un artículo con el encabezado "Ciudad Lerdo y el Torreón. Causas de la decadencia de la primera y engrandecimiento de la segunda". La nota -remitida desde Lerdo- hacía un análisis y crítica de la situación, denotaba el malestar prevaleciente entre la comunidad que ya sentía los efectos de su estancamiento económico, en uno de sus párrafos decía:

"Nuestro comercio languideció, muchos capitales y casas respetables se trasladaron a la vecina villa (Torreón); la propiedad urbana fue disminuyendo de su primitivo valor, y escasez al trabajo, en tanto que, en el Torreón, floreció el consumo y aumentó el precio de los terrenos y de las fincas, representando al presente un valor considerable…"

Una de las prestigiadas firmas comerciales que tuvo Ciudad Lerdo y emigró hacia Torreón, fue "La Ciudad de París", fundada a finales del siglo XIX; era una tienda donde se vendían ropa y telas de fina calidad, establecida por la sociedad "Chabot y Arnaud". Feliciano Chabot liquidó a su socio y adquirió, en los primeros años del siglo XX, un gran terreno por la avenida Hidalgo de Torreón, ahí edificó un elegante edificio estilo europeo ubicado frente a la acera donde se levanta la antigua construcción del "Hotel Salvador"; la tienda tuvo sucesivos propietarios y desapareció en años recientes.

Pero esta desfavorecedora situación que aquejaba a los lerdenses no le importó a Manuel José Othón, si los comercios y los adinerados emigraban a Torreón, él se enamoró de los encantos de Ciudad Lerdo. Y ahí se quedó. Le impresionaron sus espectaculares y umbrátiles arboledas de álamos, fresnos, eucaliptos, lilas, pinabetes y sauces llorones. Le fascinó el intenso verdor de sus huertas que en el estío derrochaban abundante producción de frutos en ciruelos, chabacanos, duraznos, granados, higos, mísperos, membrillos y uvas. Y si como dicen que cada bardo necesita ser seducido por las maravillas de un lugar para desarrollar las magnificencias de su arte, Lerdo fue, para Othón, la ínsula que sus sueños idealizaban para vivir, leer, tener amigos y sobre todo para tocar las cuerdas de su lira de poeta.

ALGUNOS DE SUS AMIGOS LERDENSES

Hombre educado, abogado honesto y de carácter afable, entabló estrecha amistad con algunos vecinos de Lerdo como el licenciado Manuel Puente, el ingeniero Reynaldo Hijar y el historiador Alfonso Toro. Fechó en esta ciudad, el 21 de abril de 1902, un breve poema en cuarteta endecasilábica al que llamó "Hoja de Álbum", dedicado a su amiga Carmen Gómez Palacio. Y compuso otra poesía titulada "Canto Nupcial", la dedicó a sus amigos Ladislao Gómez Palacio y Guadalupe Díaz Couder, el día que celebraron su matrimonio ecleciástico.

De igual manera con las familias Estens Cuevas (sus arrendadores) y Lavín Veloz, lo ligaron los lazos de la estimación; a esta última le manejó asuntos legales y pasó días de recreo en la casa grande de su "Hacienda de Noé", cercana a Bermejillo. (Manuel José Othón. Obras Completas. Autor Jesús Zavala. Editorial Nueva España, S.A. México, 1945).

LA CANTINA "LA NUMANCIA"

En el Lerdo de Manuel José Othón, existió un famoso merendero y cantina llamado "La Numancia", esta negociación tuvo varios propietarios a través del tiempo, en sus últimos años funcionó solamente como bar; cerró sus puertas en las década de los ochenta del siglo XX. Este centro social se localizaba en la esquina suroeste del crucero que forman las calles Allende y Madero, a un costado del desaparecido "Cine López" (actualmente mueblería), frente a la plaza principal.

Su propietario era el lerdense Sebastián Vera Ortega, quien fue padre del abogado Sebastián Vera Olivas, distinguido notario público que tuvo su oficina en la ciudad de Torreón durante la primera década del siglo pasado. "La Numancia", su negociación, era el más importante centro social de los habitantes de la comunidad. Tenía una pequeña orquesta que recreaba musicalmente a su clientela con polkas y los valses de moda como "El Faisán", "Club Verde", "Olímpica", "Alejandra", "Sobre las Olas", "Tristes Jardines", "Poético" y "Recuerdo"; eran los días del pacífico Lerdo, arrullado por los brazos de la paz porfiriana.

En la taberna "La Numancia", Manuel José Othón libó copas de vino a placer, fue bebedor como su colega el grandioso Rubén Darío, creador y patriarca del Modernismo. Si los pintores y los "poetas malditos" del París de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX, como Vang Gogh, Manet, Picasso, Baudelaire, Verlaine y Rimbaud, degustaron la absenta o ajenjo, una sustancia etílica de efectos alucinógenos que los inducía a la inspiración artística y que finalmente fue prohibida, los vates americanos relajaron su espíritu bajo los influjos del brandy, del tequila y del whisky, para echar a volar los ángeles de su imaginación creativa.

Othón, hizo de "La Numancia", su santuario donde los tragos lo deshinibían y lo elevaban a las alturas de su talento lírico, después de sus horas de trabajo o de sus excursiones por el campo; no es aventurado suponer que ahí escribió, en ratos de motivadora soledad tabernera, algunos versos de su poesía.

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En esta fotografía que data de finales del siglo XIX, aparece la orquesta que tocaba en el merendero y cantina “LaNumancia”. Su propietario, Sebastián Vera Ortega, aparece de pie detrás del arpista.
En esta fotografía que data de finales del siglo XIX, aparece la orquesta que tocaba en el merendero y cantina “LaNumancia”. Su propietario, Sebastián Vera Ortega, aparece de pie detrás del arpista.

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