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SIGLOS DE HISTORIA

LA DECENA TRÁGICA DE TORREÓN (PRIMERA PARTE)

Gral. Tomás Urbina y A. Illuarte.

Gral. Tomás Urbina y A. Illuarte.

SILVIA CASTRO ZAVALA

Al levantamiento en armas, ocurrido en febrero de 1913 y encabezado por los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz contra el gobierno de Francisco I.Madero se le conoce como Decena Trágica.

Durante aquellos diez aciagos días, la ciudad de México se vio bajo el fuego tanto de los insurrectos, como de las tropas federales, encabezadas por el general Victoriano Huerta.

Éste aprovechó la confianza depositada en él por Madero para hacer un acuerdo con aquellos y, mediante la renuncia arrancada por la fuerza del presidente y vicepresidente, hacerse “legalmente” de la Presidencia de la República.

En los días siguientes el asesinato de Francisco I. Madero y Pino Suárez desenmascaró aquella toma del poder. La mayor parte de las gubernaturas estatales aceptaron sin mayores aspavientos la nueva situación.

La situación en Coahuila se complicó grandemente cuando la Legislatura estatal desconoció a Huerta.

En los primeros días de marzo, el gobernador Venustiano Carranza abandonó Saltillo y el día 26 lanzó el Plan de Guadalupe desconociendo a Victoriano Huerta. Las tropas federales tomaron la capital y Huerta nombró a Manuel M. Blázquez gobernador del estado; se removió a los alcaldes constitucionales y se sustituyeron por provisionales.

El general Eutiquio Munguía, jefe de la zona militar con residencia en Torreón, asumió el mando civil del municipio apoyado por una junta de gobierno encabezada por Juan Castillón en quien delegó las funciones conferidas al ayuntamiento.

Inicialmente las tropas carrancistas se hicieron fuertes en el norte del estado lo que motivó que Huerta enviara en su persecución a los generales Mass y Rubio Navarrete.

Pronto Carranza debió buscar refugio fuera de esa zona mientras que en la Comarca Lagunera se quedaron algunos jefes carrancistas que no se animaban a atacar a Torreón debido a los fuertes contingentes federales acantonados en la ciudad, pero se decidieron a tomar San Pedro de las Colonias ese mismo mes.

El gobierno federal conocía la importancia estratégica de Torreón por lo que desde abril había confiado su defensa al general Ignacio Bravo.

Ese mismo mes Jimulco fue asaltado por un grupo de hombres armados que lanzaban vivas a Madero y a Carranza.

A principios de mayo, los torreonenses se enteraron de que Matamoros había sido asaltada. Era sólo cuestión de tiempo que Torreón fuera atacada por los alzados.

A fines de junio, la incomunicación a que estaba sometida la región ocasionó una gran carestía de víveres lo que obligó al gobierno federal a enviar a Torreón un tren, fuertemente custodiado, en el cual se transportaba una gran cantidad de provisiones.

Un pequeño libro llamado Decena Trágica en Torreón, escrito por Justino N. Palomares, relata los sucesos culminantes del asedio a la ciudad por las tropas revolucionarias entre el 22 y el 31 de julio de 1913.

En los días anteriores las tropas federales habían enfrentado a los revolucionarios en La Loma y Avilés. Según informes periodísticos, los rebeldes estaban comandados por Tomás Urbina, Orestes Pereyra y Calixto Contreras.

Desde las primeras horas del día 22, las familias de Lerdo y Gómez Palacio se refugiaron en Torreón huyendo de los revolucionarios que se habían apoderado de esas poblaciones.

Palomares describe el ambiente que se vivió: Mientras llegaban los carros eléctricos pletóricos de gente, la confusión y el miedo se cernían en todo su esplendor entre nuestros habitantes y escuchábanse de boca en boca versiones que no pasaban de ser inventos de los pesimistas para alarmar al vulgo.

De un instante a otro se esperaba que se nos atacase y en el general desorden que se suscitó a las 2 de la tarde (del día 22) en la Av. Hidalgo con precipitado correr de los viandantes, oímos el primer sonoro toque de combate que nos anunciaba la llegada de las tropas rebeldes. Todas las casas de comercio cerraron sus puertas, mientras los curiosos se instalaban en los balcones y terrazas de los hoteles dejando ver medio rostro…

Desde el Cerro de la Cruz salieron los primeros cañonazos que pretendían detener el avance de las tropas revolucionarias. El combate se generalizó en esa área y en los alrededores de la estación del ferrocarril hasta caer la noche.

En los días siguientes, los revolucionarios pretendieron entrar a Torreón a través del Cañón del Huarache y así apoderarse del Cerro de la Cruz y del Cuartel de La Alianza, en donde se encontraba almacenada gran parte de los pertrechos de guerra de la División del Nazas.

Los defensores fortificaron los flancos del cañón y de esa forma impidieron la entrada de los atacantes. Temerosos de que éstos trataran de entrar a la población en una locomotora o enviaran una máquina loca, como lo hicieron los orozquistas en Rellano, se colocaron desviadores sobre la vía y se levantó el “sapo” del cambio.

El día 29, un numeroso contingente revolucionario logró penetrar por la Metalúrgica, y después de un duro combate fueron rechazados por los federales.

El día 30, pasada la una de la mañana, una fuerte detonación despertó a los habitantes, los rebeldes habían mandado un carro cargado con dinamita, el cual explotó al chocar con los carros que se habían colocado para impedir el paso.

Ese mismo día, los rebeldes hicieron una violenta embestida contra las tropas federales y tras once horas de lucha, los primeros perdieron las estratégicas posiciones que habían ganado. el último de los asaltos de aquellos días fue dirigido por el mismo Venustiano Carranza, quien vencido por las tropas de Argumedo salió rumbo a Durango.

El día siguiente, los revolucionarios se retiraron por completo y hacia mediodía, los tiros de un cañón federal incendiaron a un tren que se había acercado a recoger a los rebeldes que se retiraban.

Cuando los revolucionarios carrancistas vencidos, se alejaron de Torreón, fueron perseguidos por Benjamín Argumedo y sus tropas.

Les dieron alcance en las haciendas de Guadalupe y Solís donde los derrotó y pudo quitarles el maíz que habían tomado de las fincas.

También les despojó de trigo y frijol que fue enviado inmediatamente a Torreón.

Mucha gente necesitada acudió a proveerse de dichos granos y entre vítores a Argumedo se hizo el reparto.

Finalmente, las tropas leales al gobierno y las del general irregular Benjamín Argumedo habían logrado su cometido.

Palomares afirma que para los primeros días del sitio los víveres eran vendidos tres veces más caros; además, quien se veía forzado a salir a buscarlos ponía en peligro su vida cuando atravesaba las calles que eran constantemente surcadas por las balas de uno y otro bando. La situación de inseguridad en que vivió la ciudad aquellos días, impidió la elaboración de pan lo que obligó a los habitantes a comer pan duro; para fines del mes, no quedaba un solo pedazo en la población.

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