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SIGLOS DE HISTORIA

El Torreón de Salvador Novo (PRIMERA DE CUATRO PARTES)

Andrés Novo Blanco, Amelia López Espino de Novo y su hijo Salvador, captados en una fotografía de estudio en Torreón, en 1914.

Andrés Novo Blanco, Amelia López Espino de Novo y su hijo Salvador, captados en una fotografía de estudio en Torreón, en 1914.

DOMINGO DERAS TORRES

En los albores la de la segunda década del siglo XX, la familia Novo López tomó la decisión de emigrar de la ciudad de México hacia el norte del país, había estallado el 20 de noviembre de 1910 el movimiento revolucionario encabezado por Francisco I. Madero. Andrés Novo Blanco y Amelia López Espino pensaron que las disputas bélicas se desarrollarían, principalmente, en la capital y ello representaba un grave peligro para sus vidas y la de su pequeño y unigénito hijo Salvador (1904-1974). Porfirio Díaz había renunciado a la presidencia el 25 de mayo de 1911, pero su destierro en París no fue suficiente para recuperar la paz social que él supo darle a los mexicanos por más de tres décadas, el sombrío horizonte político preludiaba largos años de enconadas batallas como así sucedió. Los Novo tenían familiares en Chihuahua y Coahuila, estas entidades norteñas parecían brindar la tranquila seguridad que anhelaban mientras concluyera el conflicto armado, ilusión que resultó frustrante. José -hermano de Andrés- los invitó a vivir en Chihuahua, luego hizo lo mismo Francisco C. Espino -tío materno de Amelia-, para residir en Torreón; en esta ciudad radicaron la mayor parte de los años que vivieron en la provincia.

PRIMERAMENTE, CHIHUAHUA Y JIMÉNEZ

José y Andrés Novo Blanco eran hermanos, ambos habían nacido en la provincia de Galicia, llenos de ilusiones emigraron a México para "hacer la América". El primero se instaló con éxito comercial en Chihuahua, el segundo contrajo nupcias con su novia Amelia, nativa del estado de Zacatecas; fijaron su hogar en la capital mexicana donde el reluciente marido había conseguido empleo. Él era rubio de ojos verdes, ella, una típica morena clara.

Andrés llegó a Chihuahua bajo los auspicios de José, en 1911, laboró en la tienda de abarrotes que éste tenía en esa ciudad. Novo narró en sus memorias las gélidas temperaturas del invierno ahí vividas, anotó que en una ocasión que iba a la escuela donde cursaba el tercer año de primaria, vio el cadáver congelado de un perro en la calle; fue una imagen imborrable de su infancia. El frío entumecedor también lo probó en una ocasión que estuvo de visita en la población de Madera.

En 1912 él y sus padres se mudaron a Jiménez, Andrés fue contratado para trabajar en la gran tienda de abarrotes "La Vencedora" de Marcos Russek Russek, un rico israelita de nacionalidad polaca que había fallecido en 1910, en su época fue considerado el hombre más adinerado del sur de Chihuahua; sus sucesores continuaron con el negocio, en 1913 sería incendiado por los revolucionarios.

El pequeño Salvador fue inscrito en una escuela de la comunidad para que terminara el tercer año de primaria que finalmente concluiría en Torreón, la institución pertenecía a las señoritas Rentería, de las que en sus remembranzas escribió "una de las cuales (Austreberta), con el tiempo, acabaría de ser la viuda de Pancho Villa".

La casa que los Novo habitaron era muy amplia y contaba con una gran área verde, de ella describiría: "Mi padre me instaló un gran columpio en el centro de ese jardín; y cuando no me divertía con los animales del corral, los borregos, los cerdos, las gallinas por las cuales mi madre empezó a mostrar alguna condescendiente afición, mientras la vida plácida la engordaba, disfrutaba yo largas horas de aquel columpio".

Las imágenes del paisaje urbano le parecieron agradables. Así las detalló: "Me gustaba mucho ese pueblecito. Disfrutaba sus tardes de lluvia, que dejaban limpios y verdes los árboles de la calzada que llevaban a la estación del ferrocarril, y que formaban grandes charcos en que empezaban a criarse las ranas que noches después croarían interminablemente".

Pero Jiménez no cubrió las expectativas de una mejor vida para los Novo. Recientemente elevada a la categoría de ciudad, el 15 de septiembre de 1907, Torreón tenía fama de hacer ricos a los inmigrantes nacionales y extranjeros que en ella se avecindaban para buscar fortuna. En esta progresista comunidad, Amelia tenía un tío materno que logró formar un sustancioso capital con la comercialización del algodón, granos y pasturas. Francisco C. Espino era su nombre, y los invitó a radicar ahí, les brindo su apoyo para que Andrés consiguiera un empleo o se estableciera como comerciante; el barco de sus ilusiones levó anclas para dirigirse a esta joven población de Coahuila. (Salvador Novo. Navaja de la Inteligencia. Autora: Reyna Barrera. Impresión de Plaza y Valdés Editores. Primera Edición. México, 1999).

LOS NOVO LLEGAN A TORREÓN

Según asentó en sus memorias el excronista de la ciudad de México, él y sus padres emigraron a Torreón en 1913, año agitado en la política nacional al ser asesinado el presidente Francisco I. Madero durante los violentos días de la Decena Trágica, magnicidio que dio inicio a la segunda fase de la revolución -la más violenta- que arrojaría del poder al usurpador Victoriano Huerta.

El tío Francisco fue hombre próspero en Torreón. En el directorio telefónico de la ciudad de 1905, se publicitaba con varios anuncios, uno de ellos decía: "Francisco C. Espino. Comerciante en todo género de artículos del país. Especial atención en el ramo de semillas y pasturas al por mayor. Ave. Juárez 33. Apartado 39. Torreón, Coah., Méx."

Con el fruto de sus negocios construyó varias fincas en la acera suroeste del crucero que forman las calles Ramón Corona y avenida Hidalgo, vivía soltero en una de ellas, ahí recibió a sus familiares los Novo López. "Resolvió dedicarse a construir casas, que empezaba por habitar, y acababa por vender, para edificar una más junto a ésa, y darle el mismo destino. Comenzó estas operaciones por la avenida Hidalgo, casi enfrente de la famosa lavandería de los chinos (actual finca de "Autopartes Cimaco"), en que Villa hizo asesinar a tantos. La primera casa que ahí construyó, difería mucho en estilo de la siguiente, que conservaba en propiedad, rentándola. Seguía luego, hasta la esquina, otra muy grande, que daba vuelta a la calle Ramón Corona. Ésa la había vendido a unos griegos (Familia Ginacópoulos y donde en la actualidad funciona la refaccionaria Relasa), que tenían establecida en ella una fábrica doméstica de aguas gaseosas, y colindaba con la última, que era su residencia", inventarió en sus memorias el que fuera Premio Nacional de Letras en 1967.

Los Novo estuvieron alojados por algunos días en la casa de su anfitrión, luego se cambiaron por breves meses a una finca por los deshabitados rumbos de la Alameda Zaragoza, por instancias del mismo familiar y debido a los frecuentes ataques revolucionarios que padecía Torreón, se reinstalaron en una casa propiedad del tío Francisco que estaba ubicada por la ya citada calle Ramón Corona; esta mudanza la efectuaron en los primeros días del mes de abril de 1914.

Según referencias que hace varios años me dio mi desaparecido amigo Marcelo Villanueva, ahijado de bautizo de Amelia López Espino, Andrés Novo Blanco trabajó en Torreón por un tiempo para el comerciante de origen español Pascual Borque Hernández, quien también como aquél había laborado años atrás para la firma mercantil de Marcos Russek Russek, en Jiménez. Borque Hernández, nativo de la provincia de Soria, arrancó su negocio de telas en los bajos del "Hotel Salvador", ubicado en una de las esquinas del crucero de avenida Hidalgo y calle Juan Antonio de la Fuente que aún podemos apreciar; fue, a partir de 1920, cuando su propietario le dio el nombre de "La Soriana".

Décadas después, esta casa comercial pasó a ser propiedad de sus sobrinos Francisco y Armando Martín Borque, quienes la transformaron a finales de los años sesenta del siglo pasado en la cadena nacional de tiendas de autoservicio que hoy conocemos como "Soriana". (Francisco Martín Borque. Forjador Incansable. Edición de la Universidad Iberoamericana Laguna. Autores: Sergio Antonio Corona Páez, Roberto Martínez García y Fernando Martínez Sánchez. Miguel Ángel Porrúa, librero editor. México. 2001).

La casa que ocuparon los Novo no hace muchos años fue demolida, la antigua construcción fue sustituida por una moderna, de su vieja fachada solamente se conserva la placa que registra el homenaje que el ayuntamiento de Torreón, presidido por el exalcalde Rodolfo Guerrero González, le rindiera en 1968; actualmente, dicha finca aparece marcada con el número 440 sur, ahí funciona la firma comercial denominada "Refaccionaria Elfer".

Recién llegado a Torreón, Salvador Novo no pudo asistir a ninguno de los centros escolares para continuar sus estudios de la primaria, los cuales se encontraban inactivos por los incesantes ataques que padecía la ciudad por los ejércitos revolucionarios. "No podía pensarse en que yo fuera a ninguna escuela. Todas se hallaban cerradas por una revolución, por disturbios, combates, tiroteos constantes, que acongojaban a mis padres y que nos encerraban a ver pasar las hordas de los villistas, o los que fueran", detalló en los párrafos de sus recuerdos.

El padre de Novo fue desterrado por Francisco Villa después de la Toma de Torreón de 1914. El día 7 de abril, de ese año, en compañía de varias decenas de españoles y sus familias, también expulsados, viajó en tren a su exilio en El Paso, Texas, donde permaneció por varios meses. Entre aquellos hispanos trasterrados figuraban los prominentes comerciantes y hacendados Joaquín Serrano Martínez, Rafael Arocena y Arbide, José Cueto, José Arrivillaga, Sebastián Domene Rubio, Silvestre Faya Ardizana, así como los hermanos Gaspar y Fernando Pruneda; (El Éxodo de la Colonia Española bajo la orden del general Francisco Villa. Artículo aparecido en el diario "El Siglo de Torreón", el 15 de septiembre de 1932, página 3, IV sección).

El tío Francisco murió asesinado por los villistas. Novo evocó aquellos tristes días de ausencia paterna en su casa de la calle Ramón Corona: "Mi madre y yo permanecimos en aquella casa desolada, largas, interminables noches de pavorosa luna, de trágico silencio. Los primeros días, mientras la devolvían, nos refugiamos con la familia Díaz de León; pero luego nos instalamos en su soledad".

Andrés Novo Blanco, finalmente, volvería del destierro norteamericano al que lo había condenado El Centauro del Norte, traería regalos y algunas mercancías para venderlas y ganarse algún dinero. Por esas fechas también vendrían, a Torreón, la abuela materna de Novo y sus tíos Salvador, Guillermo, Manuel y Julia López Espino, procedentes de la ciudad de México para contratar los servicios de un abogado a fin de tramitar, en el juzgado de la localidad, la sucesión intestamentaria del tío Francisco. (La Estatua de Sal. Autor: Salvador Novo. Edición de Conaculta. México, 2002).

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El niño Salvador Novo López y Andrés Novo, su progenitor, en una gráfica durante los días de su residencia en Torreón.
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