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Un sitio entre historias: el Campestre Lagunero

SIGLOS DE HISTORIA

El valle colindante entre el Cerro de las Calabazas y el Cerro del Campanario fungió como campo de batalla, con sangre y fuego derramados, durante la toma de Torreón por Francisco Villa al mando de la mítica División del Norte, en 1914.

El valle colindante entre el Cerro de las Calabazas y el Cerro del Campanario fungió como campo de batalla, con sangre y fuego derramados, durante la toma de Torreón por Francisco Villa al mando de la mítica División del Norte, en 1914.

Enrique Sada Sandoval

(PRIMERA PARTE)

La historia del Club Campestre Lagunero, uno de los primeros en el país así como en el norte de México bien puede definirse por sí misma como una historia muy aparte, incluso única con respecto a todos los sitios que le siguen en este mismo género a lo largo y ancho del país, nada más y nada menos que por ser testigo mudo del paso del tiempo en una serie de acontecimientos que lo mismo se vinculan con la historia de la Región Lagunera así como directamente con algunas páginas de la historia nacional, sin escatimar el mundo de la farándula a partir de la segunda mitad del Siglo XX en este último caso. No obstante lo anterior, valdría la pena analizar el contexto de lo que han sido los clubes sociales de tipo campestre, desde el concepto mismo en sus inicios, hasta su popularización y desarrollo posterior en occidente; esto es, desde el nacimiento formal de los mismos en la Inglaterra victoriana, pasando por el Porfiriato y el México posrevolucionario hasta llegar a nuestros días.

La necesidad inherentemente humana del procurar descanso en un sitio fuera de lo habitual, sea en pos de la abstracción personal y hasta el acompañamiento grupal en busca de convivencia, desde siempre ha sido algo muy propio de quienes se encuentran saturados por la rutina laboral e incluso comprometidos con grandes responsabilidades. De hecho, el surgimiento de esta condición bien puede rastrearse hasta los tiempos del Imperio Romano en donde los patricios y demás ciudadanos con las posibilidades se procuraban para si la necesidad del solaz y el ocio creativo en los sitios predispuestos para este tipo de interacción social más selectiva lo mismo en la ciudad que en el campo. Sin embargo, no será sino a partir del Siglo XIX, particularmente a partir de la Guerra de Crimea -que fue la época de las conquistas coloniales del Imperio Británico en el Continente Africano y el Lejano Oriente- cuando la necesidad de asociación y la fundación de clubes privados, exclusivos para varones acomodados y veteranos en aquel entonces, quedará realmente estamentada en su estructura tal y como la conocemos en nuestros días.

En aquel entonces, la popularización de estos sitios en donde la exclusividad para sus miembros no sólo se definía por cuestión de género sino también por su estatus social llegó a dispararse de tal forma en los principales centros urbanos debido a que era en estos sitios en donde los hombres solían evadirse de lo cotidiano ya sea fumando, bebiendo, charlando sobre política, discutiendo sobre los temas del acontecer nacional o disfrutando de baños y de albercas que por su carácter reservado eran un lujo que se consideraba vetado o fuera del alcance para el resto de la población durante la Revolución Industrial. Ejemplos de este tipo de asociaciones los encontramos incluso referidos en la literatura de la época victoriana tales como el Club Pickwick que refiere Charles Dickens en su obra homónima o el famoso Club Reforma que nos menciona Julio Verne como el punto de partida para las aventuras de Phileas Fog: prototipo del perfecto caballero inglés y entrañable protagonista de La vuelta al mundo en ochenta días.

No será sino hasta finales del Siglo XIX y prolegómenos de la Primera Guerra Mundial cuando los clubes sociales darán el paso definitivo de su transformación en pleno (democratizándose incluso un poco más, por así decirlo) para convertirse en sitios de reposo convenientemente retirados del bullicio de la mancha urbana y con una serie de actividades incorporadas a su repertorio para ser desempeñadas al aire libre, bajo el sol tenue de las campiñas inglesas, tales como el criquet y el golf, naciendo así el concepto de lo que ahora conocemos como Clubes Campestre o Country Clubs.

Como en el presente caso, bien podemos definir un club social o incluso un club campestre como una organización constituida por un grupo de personas que comparten por lo general los mismos fines; ya sean deportivos, culturales, políticos u otros, teniendo como sede o centro habitual de sus reuniones un mismo espacio físico que se dispone con mobiliario y equipo propio para poder satisfacer dichas necesidades y preferencias. Todos aquellos individuos que manifiestan el propósito de unirse a este tipo de clubes deben asociarse mediante el pago de una cuota mensual que, al menos en teoría, es destinada exclusivamente para el mantenimiento de dicho sitio de reuniones. Por consiguiente, estos clubes son organizaciones sin fin de lucro, es decir, que se constituyen para la interacción pero con el propósito de no procurar para sí mismos el lucro o la ganancia a título personal.

No obstante, en la actualidad existen muchas de estas organizaciones que, pese a su naturaleza misma, no cumplen con la definición principal de Club Social, ya que en determinados casos muchas de las mismas utilizan a dichas instituciones para el logro de fines económicos. Se puede observar este hecho cuando los clubes aumentan sus cuotas y los servicios de instalaciones del mismo no presentan particular crecimiento, mejoría o algún cambio en el sentido positivo.

Otra condición que determina o afecta, para bien o para mal el desarrollo de dichos clubes como tales, es la toma de decisiones de un grupo reducido de socios que se encuentran en los cargos directivos más altos; delimitado por los aportes económicos que éstos realizan a dichas instituciones. Es decir, con lo anterior se presupone el hecho de que no todos los socios participan activamente en la vida interna del club sino que éste se encuentra dirigido y organizado por algunos miembros a quienes se les lega a distinguir dentro del organigrama de los mismos como las autoridades principales, quedando investidos por regulación interna bajo la figura de un cargo, que por lo general es simplemente honorario, tales como el de Presidente, Vicepresidente o Secretario, tan sólo por referir algunos como ejemplo. A la hora de ejemplificar cómo funciona esta estructura en sí lo hacemos previendo algunos casos con la finalidad de poder brindar una idea mejor aterrizada respecto al modelo actual o moderno, siendo el concepto de modernidad más bien propio del Siglo XIX, y anticipando el supuesto en donde muchas de estas asociaciones no cumplen a cabalidad con la función principal para la cual fueron creadas.

De aquí se aprovecha a su vez esta definición un tanto generalizada para poder abarcar este concepto sin dejar de ponderar el sentido original de este tipo de organizaciones que al igual que el Campestre Lagunero, tuvieron un origen visionario e incluyente desde el momento mismo en que sus socios y miembros fundadores se esforzaron por asegurarse para si tanto como para generaciones venideras una participación igualitaria con derechos, funciones y obligaciones claramente establecidas en pos de fomentar la sana convivencia y el óptimo desarrollo de sus actividades al interior del mismo.

Si bien existen muchos clubes que aun hoy en día, siguen manteniéndose firmes en su función original, existen muchos otros que se aprovechan de la mayoría de la sociedad que no tienen conocimiento acerca de cuáles son sus derechos conforme a lo que la misma ley preestablece como una norma general para los mismos así como para los destinos que deben de tener las cuotas sociales con las que los miembros contribuyen de manera equitativa para en aras del mejoramiento y la adecuada conservación de las instalaciones necesarias para llevar a cabo las muy diversas actividades para las que se disponen los clubes en general.

En varias ocasiones se asume de manera automática qué este tipo de organizaciones son detentadas por uno o varios dueños que en teoría serían los propietarios, y que parte de lo que se cobra de cuotas se destina nada menos que a la consecución de algún tipo de ganancia para los mismos, siendo que en realidad el solo término de club social brinda por sí solo una referencia lo bastante intelegible como para saber que se trata de una asociación en donde todos los que la conforman son partícipes y usufructuarios de los mismos derechos a la hora en que se requiere una toma de decisiones o cuando se administran los recursos que llegan a ser recaudados.

Aunque esto no significa que dentro de la estructura que corresponde a los clubes existan puestos con rango de mayor y menor importancia. Por lo contrario, con lo anterior se sobreentiende que en aras de asegurarse un auténtico funcionamiento al interior de dichas asociaciones, es necesario organizarse para distribuir las tareas al interior del mismo con la finalidad de que con la suma de todos los esfuerzos el propósito de todos se logre de una manera eficaz y metódicamente. De aquí que una vez establecidos los parámetros que de manera general suelen ser los que dan forma y regulación a este tipo de asociaciones, pasamos ahora al momento histórico y el contexto social en el cual se fundó una de estas instituciones, tal como es el caso del Club Campestre Lagunero en la ciudad de Gómez Palacio.

El valle colindante entre el Cerro de las Calabazas y el Cerro del Campanario fungió como campo de batalla, con sangre y fuego derramados, durante la toma de Torreón por Francisco Villa al mando de la mítica División del Norte, en 1914.

Muy acorde con las tendencias de su tiempo, el Club Campestre Lagunero fue erigido bellamente, siguiendo el estilo propiamente californiano de los años veintes y treintas del siglo anterior.

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Muy acorde con las tendencias de su tiempo, el Club Campestre Lagunero fue erigido bellamente, siguiendo el estilo propiamente californiano de los años veintes y treintas del siglo anterior.
Muy acorde con las tendencias de su tiempo, el Club Campestre Lagunero fue erigido bellamente, siguiendo el estilo propiamente californiano de los años veintes y treintas del siglo anterior.

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