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SIGLOS DE HISTORIA

Breve semblanza de la Vida y Obra del Historiador Padre Agustín C. Churruca Peláez, S.J. (Tercera y última parte)


Exponentes en el homenaje al, Padre Churruca, el 12 de febrero de 2001, en el Anexo del Teatro Martínez de esta ciudad. De izquierda a derecha, el autor de estas líneas, don Alberto González Domene, Lic. Roberto Orozco Melo, P. David Hernández S.J. (+), y T.A. Héctor Barraza Arévalo.

Exponentes en el homenaje al, Padre Churruca, el 12 de febrero de 2001, en el Anexo del Teatro Martínez de esta ciudad. De izquierda a derecha, el autor de estas líneas, don Alberto González Domene, Lic. Roberto Orozco Melo, P. David Hernández S.J. (+), y T.A. Héctor Barraza Arévalo.

Gildardo Contreras Palacios

En el año de 1991, el padre Churruca, fue invitado por el maestro Felipe Garrido a colaborar en una edición denominada Nueva Historia de Torreón, en conjunto con otros 13 escritores en investigadores laguneros; participó con el tema El Sur de Coahuila en tiempos de la Colonia.

En octubre de 1995, la Universidad Iberoamericana, Campus Laguna, convocó a través de su rector, el padre Luis Narro Rodríguez, S.J., y de su departamento de Promoción y Relaciones Públicas a cargo del P. David Hernández S.J (+), a un concurso denominado "Papeles de Familia", proyecto cuya dirección se encargó a la Lic. Ma. Isabel Saldaña. Dicho concurso estaba dirigido a tratar de recabar entre los habitantes de la región (principalmente), el mayor número de documentos y fotografías antiguas en poder de sus familias, que permitiesen reconstruir las formas de vida pasadas, la conducta interna de las familias, la vida cotidiana al interior de las viviendas o en el ámbito laboral, en lapsos más o menos largos y continuos que mostrasen los cambios de la vida, para con ello, establecer una base de datos que se pudiesen hacer del conocimiento general, que resultaran del interés del público y que sirviesen a los investigadores interesados en redescubrir el origen e identidad de los laguneros. El padre Churruca, en forma personal fue invitado a participar en dicho certamen, y por atención y por amistad más que por otra cosa, me pidió mi parecer sobre su decisión, para presentar en dicho certamen, una copia de los documentos presentados en su edición del Archivo María y Matheo de Parras, a pesar de que en principio el material no se sujetaba a la finalidad de lo solicitado; a lo que le respondí que no había ningún impedimento para presentarlo y que él era el que tenía la última palabra, y él de mutuo propio decidió presentar el material. Un comentario sin afán de presunción personal alguna, digo que gracias a la dirigencia de la UIA, Campus Laguna, en lo personal fui invitado a participar como jurado para calificar los trabajos recibidos. Una noche de un día de noviembre de 1995, nos reunimos los integrantes del jurado calificador, integrado por el maestro Cuauhtémoc Velasco, el profesor Roberto Martínez y un servidor en una sala de las instalaciones de la UIA, que en lo personal me imagino era el espacio dedicado a la biblioteca, para calificar el material recibido consistente en 152 participaciones y después de varios escrutinios decidimos el nombre de los ganadores y entre ellos resultaron agraciados los documentos del Archivo María y Matheo de Parras, en un rango que la misma convocatoria establecía como "documentos notables, aun cuando su género no se ajuste perfectamente a los términos de la convocatoria…". De esa forma llegó el citado archivo al también y hoy denominado Archivo Histórico Juan Agustín de Espinoza, de la UIA, Campus Laguna.

Durante su estancia en Parras, el padre Churruca, fue un fiel guardián del archivo que él se había encargado de darle orden y presencia. Era celosísimo en la custodia de los documentos allí contenidos. En lo personal, obtuve alguna benevolencia en ese aspecto, ya que el padre me permitió sacar del recinto algunas copias de los documentos para "sacar" otras copias de los mismos, allí mismo en Parras, bajo una estricta observación y condición de retornarlos en el menor tiempo posible y no de días, sino de horas. Los documentos originales los guardaba con la mayor prestancia y en lo personal nunca tuve contacto con ellos. Lo que sí me permitió "sacar" fuera del archivo fueron algunos libros de registro de los sacramentos impartidos, pero con la misma condición de retornarlos en el menor tiempo posible, sólo lo que me tardaba en obtener la copia, en algún establecimiento de Parras. Casi casi me acompañaba a obtener las copias. Los documentos más antiguos, los más valiosos, del archivo, los guardaba con gran celo en su cuarto, sin que nadie tuviese acceso a ellos. Después de su partida en 1996, ya no he vuelto a visitar el Archivo Parroquial de Parras, desconozco quién se quedaría a cargo de tan valioso acervo. Sin embargo, al parecer algunas personas han tenido acceso al citado archivo, del cual han "sacado" algunos documentos originales del archivo y de otros que el padre obtuvo en sus buscas en otros archivos y las han proporcionado a gente que sin haber puesto nunca un pie en el recinto del Archivo de la iglesia de San Ignacio de Parras, hoy en día en sus obras presumen la publicación del contenido de tales documentos y aún llegan a decir que trabajaron con los originales de los documentos consultados; aquí ya no vale aquella frase del P. Churruca, "…Encerrarse durante horas en un archivo, es tarea pesada. Escribir, corregir, leer, requiere de un esfuerzo de concentración que en ocasiones es desgastante". Resultaría muy saludable conocer si dichos documentos regresaron a su lugar o se distrajeron en otros menesteres. De él y gracias a él, aprendí a incursionar en los archivos parroquiales, debido a ello, para mi investigación sobre los Antecedentes de la Fundación del Torreón, mi principal trabajo de campo estuvo basado en el archivo parroquial de la iglesia de Santiago Apóstol de Viesca, de donde obtuve datos "muy nuevos" para la historiografía regional.

En el año de 1996, la dirigencia de la Compañía de Jesús decidió que el padre Churruca pasara a la iglesia de los Sagrados Corazones en la ciudad de Xalapa, Veracruz, en donde continuó ejerciendo su ministerio sacerdotal, en combinación con la impartición de clases y cursos y sobre todo su labor de investigación siguió adelante; todavía tuvo tiempo para publicar las obras: La Compañía de Jesús. Cómo nació. (1999), San Ignacio y Lutero (2000) e Historia de la Iglesia en México. Síntesis. Que fue publicada hasta el año 2002. A pesar de su delicada salud, y de lo aceptable que resultaba para él el clima húmedo de Xalapa, fue enviado a Oaxaca en octubre del año 2000. Al parecer, para ese tiempo su salud se había empeorado o al menos eso suponemos, su estancia en la residencia de Oaxaca, duró menos de dos meses, el día 9 de diciembre sufrió un infarto, se le internó en un hospital de la localidad y falleció el día 12 de diciembre de ese año del 2000, el mero día de Santa María de Guadalupe. No hubo mejor tiempo para que volviera a la casa de Dios Padre. Su cuerpo fue cremado y en principio sus cenizas se depositaron allí en el Templo de la Compañía y posteriormente alguna gente de Parras, realizó las agencias necesarias pata que los restos se trasladaran a ese lugar, en donde fue muy estimado por sus habitantes; situación que así se hizo y hoy en día sus cenizas descansan en la iglesia del Sagrado Corazón de Parras, allí por la 5 de Mayo, en donde era el asiento de su ministerio sacerdotal. Y para cerrar aquella inmensa gratitud hacia la persona de tan ilustre personaje, el pueblo de Parras otorgó el nombre de Aguatín Churruca a una de sus calles colocando en una vivienda de dicha arteria, una placa de mármol con su nombre.

Un mes después de su fallecimiento y auspiciada por la licenciada Ma. Isabel Saldaña, se organizó acá en Torreón un homenaje para honrar la memoria del padre Churruca, y para ello se convocó a algunas personas que tuvimos el gusto de conocerlo y sobre todo de tratarlo en forma personal. Y el 12 de febrero de 2001, hubo una velada en el anexo del Teatro Martínez, a la cual acudimos como expositores el P. David Hernández (+), Lic. Roberto Orozco Melo, don Alberto González Domene, Héctor Barraza Arévalo y el que esto escribe. Ante una buena concurrencia, se habló del padre, de sus quehaceres y de su persona. De esta forma la comunidad de Torreón rindió un homenaje a tan distinguido personaje.

Hoy nos queda en lo personal, el recuerdo de su persona, muy serio, poco comunicativo, de muy pocas palabras, no era muy afecto a las conversaciones prolongadas. Por su carácter "agrio", algunas personas lo consideraban como enojón, pero no era tal, siempre estaba metido en sus pensamientos. Los pobres y la historia, eran su principal preocupación. Sus misas, no duraban más de 25 minutos, la prédica del evangelio no tardaban más de tres minutos. Padre, le decía yo, porque esa rapidez en el oficio de sus misas, a lo que él me contestaba "… mira G… los tiempos han cambiado, anteriormente las misas y oficios religiosos eran más solemnes y duraban más tiempo, porque la gente tomaba aquello como una especie de distracción a los quehaceres cotidianos, hoy las ocupaciones y distracciones han cambiado y hay que entender a la gente…". No era dado a los "reflectores" de la popularidad, la luz la llevaba dentro. Tomaba muy ecuánime los elogios de la gente, y era incapaz de auto elogiarse, nunca se sintió el mejor historiador. Al contrario, le gustaba y le ponía feliz poder compartir sus logros y obras con otras personas o colaboradores, aun y cuando él realizara la mayoría del trabajo publicado.

Cierro estos artículos con mi consideración muy personal, y sin temor a equivocarme puedo afirmar de que a pesar del poco tiempo que el padre Churruca estuvo en esta Región de Parras y La Laguna (aproximadamente 14 años), su condición de investigador e historiador, difícilmente podría ser ocupada hoy en día por alguna otra persona de la región.

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