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Épica de Ángeles: la Toma de Torreón en 1914

SIGLOS DE HISTORIA

Hombre-institución de la Revolución Mexicana: Felipe de Jesús Ángeles Ramírez.

Hombre-institución de la Revolución Mexicana: Felipe de Jesús Ángeles Ramírez.

Enrique Sada Sandoval, investigador histórico

La noche del 19 de marzo de 1914 las fuerzas federales huertistas acantonadas en Torreón celebraban entre risas y derroche el cumpleaños del coronel José Solórzano, Jefe del Estado Mayor, en las inmediaciones del Hotel Hidalgo en la vecina ciudad de Gómez Palacio. Asistían como parte de la concurrencia un gran número de jefes militares tanto como ingenieros de artillería y gran parte de la oficialidad, quienes se habían extendido en alegría desde la sobremesa hasta ya perfilada la caída de la tarde. De pronto se presentó de manera violenta uno de los ayudantes de guardia en el Cuartel General pidiendo hablar con el Coronel Solórzano, quien disculpándose entre sonrisas, se retiró y dirigiéndose a todos prometió volver a la brevedad. No regresó.

Ante la dilación del festejado, los invitados empezaron a pasar por alto su ausencia hasta el momento en que se aproximaron sonoros pasos al salón de la concurrencia. No volvió a aparecer Solórzano cruzando el umbral de la puerta sino el mismo oficial que se presentara antes para sustraerlo de su propio festejo, anunciando con voz grave a jefes y presentes que se apersonaran cuanto antes en el Cuartel General: se acercaba la temible División del Norte. Dos meses antes Francisco Villa se había apoderado de Chihuahua. Luego de dotar a sus fuerzas de suficiente bastimento y de armas ordenó que se movilizaran hacia el sur para tomar la plaza de Torreón. En efecto, Torreón había sido ocupada por fuerzas revolucionarias tanto en 1911 como en 1913 pero volvió a caer en manos federales. La gran diferencia respecto a tomas anteriores era que en esta ocasión la División del Norte se preciaba de contar con uno de los hombres-institución de la Revolución Mexicana: el General Felipe Ángeles.

Nacido el 13 de junio de 1869 en Zacualtipán, Hidalgo, Felipe de Jesús Ángeles Ramírez fue la excepción a todas las reglas del México porfiriano y revolucionario siendo el único alto oficial del ejército federal que se unió a las fuerzas revolucionarias y también uno de los muy pocos militares que era a la vez un intelectual en el más amplio sentido del término. Inició la carrera de las armas becado en el Colegio Militar de Chapultepec, donde comenzó a impartir clases aun antes de titularse, lo que le ganó a su vez la oportunidad de acrecentar su formación castrense en instituciones europeas como la Escuela de Aplicación de Fontainebleau y la Escuela de Tiro de Mailly-le-Camp, en Francia. Del mismo modo que enseñaba matemáticas y ciencias de la artillería, publicando tratados como su Teoría del tiro en 1908 (el mismo año en que Madero publicaba en San Pedro de las Colonias La sucesión presidencial en 1910), también mostraba un profundo interés por la literatura y era un hombre culto, razón por la que era uno de los pocos militares que gozaba tanto de prestigio como de popularidad en gran parte del país. Cuando Francisco I. Madero asume la presidencia, lo nombra director del Colegio Militar. A partir de este momento, ambos personajes desarrollan una profunda amistad sin duda alguna debido a que comparten los mismos principios aunado a un sentido del honor caballeresco y heroico ante la vida. Por su adhesión a las instituciones democráticas, Ángeles cayó prisionero junto con Madero y Pino Suárez, pero gracias a su prestigio dentro del ejército, en vez de ser fusilado terminó exiliado a Francia, de donde volvió para luchar contra la usurpación de Victoriano Huerta. En octubre de 1913 regresa clandestinamente para sumarse en Sonora a la revolución constitucionalista encabezada por Venustiano Carranza. Aunque es recibido con honores como flamante secretario de Guerra del gobierno provisional de Carranza, Ángeles se convierte pronto en víctima de la envidia tanto del Primer Jefe como de los caudillos sonorenses que recelaban de su persona. Ante su reiterada solicitud de ser incorporado al campo de batalla donde estimaba ser más útil a la causa, Carranza lo adhiere en marzo de 1914 a la División del Norte, cuerpo ejemplar del Ejército Constitucionalista, bajo el mando de Francisco Villa, esperando que sus ideas y sus modos de militar de escuela iban a encontrar oposición y rechazo entre los jefes y las tropas villistas. Irónicamente, su llegada a la División del Norte en vísperas de la batalla de Torreón, es motivo de júbilo para Villa y los jefes campesinos bajo su mando. De aquí en adelante, Ángeles se convertirá en el cerebro de todos los combates, ejerciendo influencia benéfica sobre Villa y su División ya como especialista en artillería, organizador y estratega lo mismo que como dirigente ideológico y humanista.

El 20 de marzo Villa estableció su cuartel general en Bermejillo con cerca de dieciséis mil hombres mientras el general José Refugio Velasco, al mando en Torreón, concentraba su resistencia en Gómez Palacio. Ese mismo día en Torreón, Velasco recibió una llamada telefónica muy particular: primero de Felipe Ángeles, intimándole la rendición pacífica y honrosa de la plaza por patriotismo y en aras de evitar sangre, y después por parte del mismo Villa, quien irritado por el tono prepotente al otro lado del teléfono colgó amenazante, suspendiendo con ello las negociaciones. Mientras tanto en la Ciudad de México, Huerta estaba al pendiente de los acontecimientos que estaban por desarrollarse en la región. Sabía que la batalla de Torreón sería decisiva para uno u otro bando y proyectaba ponerse él mismo al frente de las tropas en La Laguna pero sus colaboradores lo disuadieron de hacerlo: un presidente, le dijeron, nunca debe abandonar Palacio Nacional.

La batalla por la plaza se prolongó hasta el 2 de abril, debido a la resistencia que ofrecieron Velazco, Solórzano y Argumedo desde posiciones estratégicas. En Torreón, el Casino de La Laguna había sido habilitado como bastimento de armas y municiones federales. Justo el mismo día en el edificio recibieron una llamada telefónica de quien aseguraba ser Felipe Ángeles, intimándoles la rendición ante su eminente ocupación. La llamada fue tomada por broma y colgaron la bocina. Al minuto, volvió a sonar el teléfono:

-Señores, no se preocupen: ahora mismo toco la puerta para entregarles mi tarjeta de presentación.

En ese mismo instante, la puerta del Casino estalló ante un certero tiro de artillería: Ángeles confirmaba su presencia.

La noche del 2 de abril el cielo permanecía en suspenso en tanto los estallidos de artillería lo iluminaban de manera intermitente. La marcha hacia el otro lado del Nazas inició pisando carrilleras, fusiles y sarapes abandonados por sus dueños, mismos que bien podrían hallarse más adelante disparando sus fusiles o descansando para siempre, como un cadáver más, sembrado entre tantos que había en la penumbra. Villa, como general en jefe, giraba las últimas órdenes a su caballería para lograr el asalto final. La victoria caía tal y como se había planeado: la artillería al mando de Ángeles había cumplido con su misión destructiva y de apoyo. Sin lugar a duda, la táctica de Ángeles y la bravura de Villa se fundieron en un solo liderazgo para alcanzar la victoria final: la mañana del 3 de abril los federales habían desocupado la plaza. A las 10 de la mañana, Villa hizo su entrada a la ciudad, concediéndole el honor al general Ángeles, quien con sus fuerzas de artillería desfiló triunfalmente al mediodía ante el júbilo y la admiración del pueblo. Con la toma de Torreón los días de Victoriano Huerta estaban contados, en tanto el ejército constitucionalista ocuparía Monterrey y Zacatecas, quedando dueño de todo el norte del país: ahora podía avanzar, sin enemigos a sus espaldas, a la capital.

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Con el presidente Francisco I. Madero y Pino Suárez, en el Heroico Colegio Militar.
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Felipe Ángeles, con su Estado Mayor.
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